Oficialmente, la campaña electoral en Cataluña no arranca hasta este próximo viernes, aunque de manera extraoficial lo hizo antes y en las Cortes Generales. El lunes en el Congreso de los Diputados y el jueves, en un extenso y bronco segundo acto, en el Senado. Salvador Illa ha salido indemne del patíbulo que el Partido Popular y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), con apariciones esporádicas de Junts, habían preparado en la Cámara Alta. Una comisión de “crucifixión” en la que el exministro ha abandonado el papel sosegado y prudente que le acredita para repeler con dureza los envites del independentismo y de la derecha.

La última sesión fiscalizadora del Senado ha arrancado con unos 40 minutos de retraso y con el quebranto de los grupos de la oposición. El PP ha robado el protagonismo a Illa por unos instantes, cambiando el orden del día y forzando al pleno a debatir y votar una modificación del objeto de la comisión de investigación para expandir sus redes hasta la esposa del presidente del Gobierno, Begoña Gómez. Maniobra que las fuerzas de izquierdas han tildado de “rodillo conservador” por imponer la alteración sin margen para solicitar el informe de los letrados y dilapidando las garantías constitucionales de los comparecientes.

Superada la primera gran controversia, el exministro de Sanidad se exponía ante sus señorías. La Sala Clara Campoamor se convirtió por momentos en un gran escenario electoral, con dos mítines centrales protagonizados por los grupos catalanistas y un Partido Popular que ya calentaba la previa con las “contradicciones” entre las versiones de Salvador Illa y de Víctor Francos, su ex jefe de gabinete que desfiló el lunes en el Senado.

Mono electoral

Tras un arranque relativamente tranquilo e incluso entre risas con la senadora de Unión del Pueblo Navarro (UPN), Mar Caballero, Salvador Illa agrió el tono con las intervenciones tanto de Junts como de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). Entre alusiones constantes a la cita electoral en Cataluña, el portavoz neoconvergente describió la gestión del candidato del PSC al frente de Sanidad como “errática, pésima y deficiente”. De repente, el caso mascarillas quedó eclipsado por la centralización de la gestión sanitaria en los meses más duros de la pandemia. “Vaya aval cortar las competencias de las autonomías cuando usted mañana empieza una campaña para presidir la Generalitat”, espetó Joan Bagué.

Cataluña primaba sobre los contratos, hasta que el portavoz de los neoconvergentes responsabilizó al hoy líder del PSC de las irregularidades en la adquisición de material sanitario. El exministro admitió que hubo un corpúsculo de personas que rompieron el “patrón de bondad” que predominó en aquellos días, aprovechándose de la situación para engordar sus bolsillos. Lo cual indujo a Bagué a sugerir que Illa se “autoinculpó” con tal afirmación, omitiendo la situación de emergencia y exigiendo a su interlocutor “más humildad”.

El compareciente evitó en cierto grado el cuerpo a cuerpo, aunque sembró la duda momentánea sobre la gestión de Cataluña. Illa puso sobre la mesa las “incidencias” en la región con la empresa Basics de Valls o “los contratos con Ferrovial”. “No lo voy a hacer, porque entiendo que era una circunstancia excepcional y apoyé las decisiones que tomaron las comunidades autónomas”, resolvió el exministro de Sanidad, dando por cerrado el primer envite con tintes electorales con el recordatorio de que Junts “no votó a favor de ningún estado de alarma”.

Con ERC, en cambio, se vio a un Illa cuasi inédito. Lo mismo ocurrió con el Partido Popular. Sendos grupos escenificaron una suerte de pinza -no tácita- para arrinconar al candidato del PSC ante la inminente carrera hacia la Generalitat. Joan Queralt, portavoz de los republicanos en la comisión, ha mantenido la pauta marcada por Gabriel Rufián en el Congreso para erosionar al candidato del PSC. Incluso le ha afeado que alardeara de “no haber cometido irregularidades” o echarle en cara, en palabras del exministro, que estuviera a punto de faltar a una cita “tan importante para los catalanes” como lo es Sant Jordi.

Queralt tiró de retranca y le reprochó que su respuesta exigiera una “felicitación”. “Faltaría más”, espetó, al tiempo que admitía que fueron tiempos complejos para todos, en especial para los menores “que tenían menos derechos que los perros”. Illa sorteó cada dardo de los republicanos, defendiendo la gestión de todos y cada uno de los profesionales del Ministerio y una actuación personal que no se salió de los márgenes del “protocolo establecido”, en alusión a la visita sorpresa de Koldo García Izaguirre.

Ayuso como arma 'antiPP'

Lo que hizo con ERC y Junts lo replicó con un Partido Popular que decidió poner en la picota al número dos de Isabel Díaz Ayuso en la sucursal madrileña. Alfonso Serrano abrió el turno del batallón de fusilamiento conservador. Es decir, la misma persona que mantuvo una reunión con la pareja de su jefa en plena ebullición del caso por fraude fiscal y falsedad documental. En cualquier caso, primero la mano derecha de Ayuso y Luis Javier Santamaría después, acusaron de “mentir” al líder del PSC en las Cortes Generales. Tal es así que dejaron caer la amenaza de la ley contra el que “no dice la verdad” ante una comisión de investigación parlamentaria. Estrategia que, por otro lado, ya siguió Rufián el lunes.

La defensa de dos contra uno planteada por el PP se saldó con la palabra Madrid, provocando la deflagración en la bancada popular. Illa puso negro sobre blanco, contraponiendo su estricta supervisión de los contratos frente a la de la Consejería de Sanidad del Ejecutivo de Ayuso, que “no llegó ni al 30%”.  De hecho, salió del paso, sacando de su zona de confort a los senadores conservadores, al recordar que su departamento adquirió mascarillas a mitad de precio que la Puerta del Sol.

A vueltas con la visita de Koldo

Antes de que la comisión se convirtiera en una batalla campal en clave catalana, el interrogatorio ha orbitado sobre la visita del exasesor de José Luis Ábalos al Ministerio de Sanidad. Illa ha ofrecido más detalles, tales como que García Izaguirre tocó a la puerta de su despacho en “septiembre”, meses después del estallido de la pandemia y “sin cita previa”. El exministro ha advertido que en su momento le “extrañó”, aunque ha insistido en que le recibió.

La reunión, en palabras de Illa, no duró demasiado. Apenas “escasos minutos”, ha matizado posteriormente, después de que Koldo le ofreciera sus servicios para “suministrar material sanitario”. Primera toma de contacto y la única, pues tal y como reveló el lunes, no hubo más acercamientos. “No sabía qué quería. No es normal que un asesor se presente sin cita previa. Vi lo que quería y le remití a mi jefe de gabinete”, recordaba.

Versión que, por otro lado, concuerda con la que ofreció desde la misma sala su ex jefe de Gabinete, Víctor Francos, también el pasado lunes. En su comparecencia, aseguró que se reunió hasta en tres ocasiones con el entonces asesor de cabecera de Ábalos. De hecho, una de ellas estuvo auspiciada por el propio Illa. No obstante, el líder de los socialistas catalanes ha refrendado que no se le reportó más información tras estos encuentros. “Todos en mi gabinete sabían cómo se tenía que proceder en estos casos y no me tenían que dar cuenta de nada”, justiciaba.

También sorteó el tsunami de preguntas acerca de los contratos con Soluciones de Gestión y Apoyo a Empresas. Ante tales acusaciones, especialmente de PP y de ERC, Illa se mostró tajante: “Se lo puedo decir en latín o en griego, más alto o más bajo. No se firmaron contratos con esa empresa”. Con todo, populares y republicanos abundaban en las presuntas “contradicciones” que detectaban en el “relato” del exministro, acusándole incluso de “ocultar” información y situándole en el ojo del huracán de la trama.

Illa se ha mantenido en sus trece. De Sanidad no salió “ni un solo euro” a empresas de la trama. No existieron adjudicaciones, tampoco en el supuesto vínculo entre el Instituto Nacional de Gestión Sanitaria (Ingesa) y la compañía troncal de la trama, acorde a las menciones en el Portal de Contratación Pública. Pese a las constantes negativas y a la magnanimidad del PP de no citarle en plena campaña, los conservadores se guardan en su manga el comodín de una nueva convocatoria.

Síguenos en WhatsApp y recibe las noticias destacadas y las historias más interesantes