Pedro Sánchez seguirá siendo presidente. Casi cuatro meses después de la celebración de las elecciones generales del pasado 23 de julio, el líder del Ejecutivo, que decidió someterse al mandato de las urnas tras el batacazo electoral del PSOE en las elecciones locales y autonómicas, haciendo suya la derrota y la responsabilidad, ha vuelto a demostrar su capacidad de resiliencia aglutinando a siete partidos de diferente tradición política en un proyecto que nace de la mano de Sumar, partido integrado en la coalición de Gobierno, y que ha sido respaldado por 179 diputados, por encima de la mayoría absoluta, a la primera y haciendo de la plurinacionalidad de España su principal motor.

Con este amplio consenso, extraño en nuestra tradición democrática reciente -un presidente no salía investido a la primera desde hace doce años, con Rajoy en su primer mandato-, arranca una legislatura con Gobierno firme y futuro incierto. El amplio abanico de proyectos y la extensa batería de objetivos anunciada por Pedro Sánchez en la primera jornada del debate de investidura deberá sumarse, como condición sine qua non, a un diálogo que todo el mundo prevé complejo. Imperativo, el de la suma entre diferentes, que, no obstante, el gobierno de coalición ha convertido en sello propio, marca de la casa, aritmética variable ventajosa, casi siempre, para un presidente del Gobierno abonado al riesgo como método de supervivencia.

Y no será porque no se lo han avisado. Este miércoles y jueves, días de debate de la investidura, no ha quedado nadie sin lanzar un mensaje a Pedro Sánchez: el PP insistió en la primera jornada del pleno en la ilegitimidad de un Gobierno emanado de las urnas, abonando así el terreno a los ultras que incendian las calles desde hace dos semanas; Vox se negó a escuchar la réplica de Sánchez, negándose así al debate parlamentario en la casa de la soberanía nacional para salir, rápidamente, a alentar a los cientos de nostálgicos que cuerpeaban con los agentes de la UIP dispuestos por Marlaska para asegurar la seguridad de los diputados; los partidos catalanes, Junts y ERC, no han dejado pasar la oportunidad de pedirle a Sánchez respeto y autodeterminación (“no juegue con nosotros”, advirtió Nogueras); y los vascos, EH Bildu y PNV, han recordado que su apoyo no es un cheque en blanco, pidiendo pasos más valientes para avanzar en la “plurinacionalidad”.

Un compendio de reivindicaciones, broncas y advertencias que presagian un nada expedito proyecto, pero del que Sánchez ha tomado nota y ha replicado uno por uno con una solvencia ampliamente apoyada por los suyos, entregados a su presidente entre ovaciones constantes -con especial énfasis cuando los envites parlamentarios daban pie a la sorna made in Sánchez en sus debates con Feijóo-. A Junts y a ERC, sus amenazas de inestabilidad y sus recordatorios de que esta legislatura solo será futurible si se entiende en clave catalana, el líder del Ejecutivo les recordó los pasos adoptados en el pasado reciente -indultos, reforma de la malversación, condonación de la deuda, cesión de competencias y amnistía-, pidiéndoles altura de Estado y mirada larga para superar finalmente la ominosa época de inestabilidad territorial que nos precedió y que se pretende superar en el corto plazo. A EH Bildu y PNV les ha hablado de inversiones, reconociéndoles como socios -ya queda lejos el no reconocimiento del indispensable apoyo abertzale- e invitándoles a construir un futuro conjunto.

Del insulto de Ayuso a las ‘pellas’ de Vox

La confrontación con la derecha, por su parte, ha dejado los mejores momentos a nivel parlamentario de la sesión de investidura: del error de Feijóo al confundir a Machado con Ismael Serrano a la ironía y carcajada al recordar el falso rechazo del líder popular a ser presidente del Gobierno. También Feijóo contó con buenos momentos: desde la búsqueda del asentimiento de Irene Montero al recordar a Sánchez que la titular de Igualdad no repetirá en el Consejo de Ministros hasta la hemeroteca cercana recordando cuando el PSOE se negaba a aceptar la amnistía como moneda de cambio.

No obstante, si los envites con Feijóo dejaron momentos de un excelso nivel para los amantes del parlamentarismo -sálvese Ismael Serrano de no ser citado-, pegados a sus sillas viendo el toma y daca de dos líderes condenados a no entenderse, el resto de la derecha también abonó tanto el Hemiciclo como la Carrera de San Jerónimo a la sombría anormalidad del insulto. Fue precisamente Isabel Díaz Ayuso quien prendió la mecha, llamando, desde el palco de invitados, “hijo de puta” a un Pedro Sánchez que se encontraba en ese momento recordando los ominosos negocios de su hermano con la Comunidad de Madrid. Más bochornosa fue aún la respuesta de su gabinete: “No sabemos si ha dicho me gusta la fruta o viva Teresa de Calcuta”, contestaban a ElPlural.com y al resto de medios de comunicación para, finalmente, despojarse de cualquier vergüenza, y reconocer que la baronesa territorial había pronunciado esas palabras: “Es lo mínimo que se merece”, aseguraba su entorno cercano.

Menos gruesos en las palabras, por falta de ellas, se mostraron en Vox. No en el discurso de Santiago Abascal, donde media hora de guerracivilismo argumental hacía alucinar a los primerizos en la Cámara, sino en la réplica. O en su ausencia. Vox, una vez finalizado el tiempo tasado con el que contaba su líder para mostrar su opinión sobre la investidura, decidió ausentarse del Congreso, desfilar por las escaleras y buscar la foto de una bancada al completo marchando al unísono con el toque de corneta de su líder.

Amnistía y nacionalismos

Como no podía ser de otra forma, el registro de la ley de amnistía monopolizó el grueso de las réplicas en la Cámara Baja. Una expiación de los delitos para cerca de 400 líderes independentistas y personas vinculadas al procés que no ha gustado a la derecha, pero tampoco, este miércoles, a los grupos independentistas, que vieron insuficiente la exposición de motivos y la defensa de la concordia realizada por el presidente del Gobierno desde la tribuna en su intervención inicial.

De hecho, a última hora de la tarde, el runrún se instalaba en la sala de máquinas de Junts, que no dejaba clara su intención de voto haciendo factible la celebración de una segunda votación este sábado. Papel mojado, finalmente, descartado este jueves a primera hora por la propia portavoz de los neoconvergentes, Míriam Nogueras. Tampoco ERC se mostró dispuesto a aceptar ciertos marcos argumentales del líder del Ejecutivo, recordándole su voluntad de celebrar un referéndum de autodeterminación y avisando que la investidura se le hará muy larga por su amplia dependencia de formaciones soberanistas.

Esta línea ha sido seguida este mismo jueves tanto por EH Bildu, con Mertxe Aizpurua a la cabeza pidiendo un referéndum a la escocesa, como por Aitor Esteban (PNV), que si bien ha arrancado su intervención rememorando una de sus citas más celebres en el Congreso para adaptarla al PP de Feijóo (“Alberto, tu tractor tiene gripado el motor por usar aceite Vox”), tampoco ha escondido su desconfianza hacia un Pedro Sánchez al que le ha recordado la valentía, audacia y estabilidad proporcionada por su formación durante toda la legislatura pasada.

Protestas en las calles

Finalmente, los disturbios a las puertas del Congreso no han sido tan graves como las que se esperaban y como las que se siguen protagonizando cada noche frente al cuartel general del PSOE en la calle Ferraz. Desde este martes, cuando el Ministerio del Interior avisaba del refuerzo del operativo policial para contrarrestar un posible asaltamiento de la Cámara Baja, todos los cronistas parlamentarios se dividían entre lo que sucedía en el hemiciclo y lo que se gritaba frente a Daoíz y Velarde, los leones de Ponciano que protegen simbólicamente la entrada de las Cortes.

Cerca de 1600 agentes para garantizar la seguridad de los diputados. Nivel de alerta máxima tras dos semanas de incidentes violentos frente a todas las casas del pueblo del Partido Socialista. Unas protestas enmarcadas en el registro de la ley de amnistía, que, no obstante, hace tiempo que superaron la legítima reivindicación de una queja popular para derivar en la búsqueda de una guerrilla ciudadana donde los cánticos marcan el paso de causas dispares: desde la falta de honorabilidad del rey o la Policía hasta los cánticos racistas o machistas que cada noche ambientan la calle Ferraz. Especial mención merecen, también, los periodistas que tratan de informar de estos disturbios y llevan soportando, noche tras noche, los insultos, golpes y malas formas incentivadas por una extrema derecha reaccionaria con la libertad de prensa.

Los anuncios del presidente

Era este miércoles cuando el presidente del Gobierno, entonces en funciones, dedicaba cerca de dos horas para explicar pormenorizadamente la hoja de ruta que seguirá el gobierno de coalición conformado por PSOE y Sumar. Un paquete con ocho grandes compromisos y una batería de medidas con las que cubrir todos los frentes que el futuro Consejo de Ministros considera pilares del Estado.

Desde lo más destacado, un nuevo Estatuto de los Trabajadores con subida anual fijada por ley del SMI, hasta lo más contextual, como el reconocimiento del estado palestino. Vivienda, Comisión Nacional de Energía, ley de Paridad, pactos de Estado por la salud mental y el colectivo LGTBI aderezan, además, un proyecto político pertrechado en buenas intenciones que ahora deberán ser negociadas junto al bloque de la investidura y junto a sus propios socios de Sumar, donde una guerra civil interna se prevé tras la filtración de que no hay intención de incluir a ningún ministro de Podemos.

Tampoco la prórroga de las ayudas quedó fuera del discurso del presidente, que anunció, como pilar de la legislatura, la gratuidad del transporte público para las personas jóvenes y los desempleados a partir del 1 de enero de 2024. Además, el propio Sánchez garantizó el mantenimiento de la rebaja del IVA de los alimentos, al menos, hasta junio y prometió aumentar las ayudas del bono del alquiler joven.

Este último compromiso no fue el único pronunciado en materia de vivienda, ya que el presidente se comprometió a crear una línea de avales del Gobierno para garantizar que los jóvenes puedan acceder a una hipoteca y la construcción de 183.000 nuevas viviendas públicas para destensionar un mercado observado con lupa por los partidos de izquierdas.

No obstante, si había una promesa o propuesta que todo el mundo esperaba, y que Sánchez dejó para el final dedicándole veinte minutos de su intervención, esa era la amnistía: “Las circunstancias son las que son”, reconocía, haciendo así público que se trata de una herramienta compensatoria frente a un contexto aritmético donde la cesión y el diálogo debían imponerse a la opción de una repetición electoral con opciones de que gobernasen PP y Vox.

“En nombre de España y en nombre del interés de España y en defensa de la concordia entre españoles, vamos a conceder una amnistía a las personas encausadas por el procés catalán", aseguraba. Cesiones y votos. Amnistía y 179 ‘síes’. Arranca, ahora sí, con plenitud de funciones, la XV legislatura de la democracia española.