España, junto con países como Irlanda, lleva denunciado más de un año el genocidio que el Estado de Israel está perpetrando sobre la población civil palestina. El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, ha reclamado en más de una ocasión a la Unión Europea (UE) salir de la inacción y asumir medidas que por lo menos se parezcan a las que se tomaron contra Rusia, pero los Veintisiete han dejado pasar decenas de miles de asesinatos para no molestar en el bloque occidental dominado por el omnipresente Estados Unidos.
Los últimos acontecimientos y el sostenimiento de la presión del bloque propalestino, liderado por España, parecen estar consiguiendo unos leves movimientos que, aunque muy tardíos, pueden golpear a Israel en el único ámbito que le importa: el comercial. Reino Unido, Canadá y Francia han elevado la presión sobre Benjamín Netanyahu, criminal internacional en captura, amenazando con represalias y suspendiendo el acuerdo de libre comercio en el caso británico. La UE va mucho más despacio, pero las voces más críticas empiezan a endurecer sus discursos.
“No podemos tolerar ni un minuto más lo que está ocurriendo”, pronunciaba hace escasas horas el ministro de Exteriores español, José Manuel Albares, desde Bruselas, antes de reunirse con sus homólogos comunitarios. “El tiempo de las palabras ha terminado. Ha llegado ya la hora de las acciones”, espetaba. Netanyahu no quiere la paz, sino la conquista de un territorio, y las palabras o negociaciones no van a conseguir frenarle. “No hay ningún objetivo militar en el ataque a Gaza ahora salvo que se quiere convertir en un inmenso cementerio”, exponía Albares, instando a dar un paso real.
El mero planteamiento de suspensión del acuerdo comercial apoyado por 17 países de la UE es un paso, pero todavía inicial y sin efectos. Desde el Gobierno español se apremia a los socios europeos y se ignora la banalización de la situación realizada por la oposición de extrema derecha prosionista de PP y Vox, lejos de estar a la altura de una “masacre como la que estamos viviendo, donde han perdido la vida más de 50.000 personas, y más de 14.000 niños están en riesgo de morir de hambre”.
“Escuchar a Alberto Núñez Feijóo hacer chistes malos en plan club de la comedia dan muestra de su talla política y humanitaria. Poca broma con estas cosas”, ha expuesto el ministro de Exteriores. El mundo se lleva las manos a la cabeza ante el mayor exterminio del siglo XXI, pero la derecha española ha optado por mofarse de la situación, utilizarla como arma arrojadiza y quitarle importancia. Es más importante para PP y Vox una lona frente al Congreso que el asesinato de 14.000 niños por hambre. En Europa la cosa es diferente, aunque solo en lo discursivo.
La vergüenza europea
Más de 60.000 civiles inocentes han sido asesinados por el Estado genocida de Israel, aproximadamente un tercio de ellos niños, desde que comenzó la última operación del apartheid sobre la población palestina, que se desarrolla desde hace más de medio siglo. Las Naciones Unidas (ONU) han alertado de que 14.000 niños están en riesgo de ser matados por hambre en las próximas 48 horas, de las que ya quedan solo 24, debido a que Israel no deja pasar la comida a la Franja de Gaza. Casi dos años después de que empezase otro capítulo más de esta matanza, occidente empieza a meditar hacer algo.
Los crímenes de guerra de Benjamín Netanyahu, perseguido por la Corte Penal Internacional, y su Estado criminal son tan incontables como sistemáticos. Sin embargo, los nexos con Estados Unidos (EEUU) y su enmarcamiento práctico en el bloque occidental han quitado la careta a una Unión Europea (UE) de papel, que clamaba y actuaba rápidamente contra Rusia (bloque económico y comercial, retención de fortunas de oligarcas, expulsión de organismos y celebraciones deportivas y culturales, apoyo al bloque contrario y agredido), pero ha desempeñado una actitud vergonzante y posibilitadora ante el genocidio israelí.
Sánchez y el primer ministro de Irlanda, Leo Varadkar, reclamaron el 14 de febrero de 2024 a la Unión Europea (UE) la revisión del Acuerdo de Asociación con Israel ante el posible incumplimiento de la cláusula de respeto a los derechos humanos, algo evidente ante los ojos del mundo. Los Veintisiete, comandados por la alemana Úrsula von der Leyen, se mantuvieron impasibles, incluso algunos justificando el genocidio israelí. Más de un año después, se llevan las manos a la cabeza y activan un proceso que llegará tarde, si es que llega.
España, apoyada de nuevo por Irlanda, Luxemburgo y Eslovenia, había vuelto a pedir la revisión de este acuerdo este lunes, en el marco de la celebración del Consejo de Exteriores, al que acuden los ministros europeos del ramo. Países Bajos sumó una propuesta propia en la misma dirección y, finalmente, este acuerdo se va a revisar con el apoyo de 17 países. La vulneración de los derechos humanos es evidente, pero es muy poco probable que el acuerdo se rompa, dado que se necesita unanimidad y países como la Hungría de Orbán o la acomplejada Alemania no parecen por la labor.
El proceso será, muy probablemente, largo y se resolverá sin grandes actuaciones que colaboren a salvar vidas palestinas, si queda alguna para aquel entonces. Las decenas de miles ya cobradas por Netanyahu, muchas de ellas ni siquiera pasaban el año de edad, pesarán sobre la espalda de Europa, que no ha hecho nada más que lanzar palabras vacías al aire, asegurando sentirse muy mal por la situación. Un nuevo fracaso del viejo continente, inclinado ante el peso económico y geopolítico de un socio de EEUU.