Como la realidad es una construcción social, una negociación en la que frecuentemente interviene la ideología, la subjetividad y el deseo, vamos a aportar algunos datos, por supuesto, desde una perspectiva parcial.

Este 10 de febrero, la Delegación del Gobierno -una fuente gubernamental- cifró en 45.000 los asistentes a la concentración de protesta contra la traición del gobierno del PSOE a la unidad de la nación.

Sin embargo, el Partido Popular, uno de las organizaciones convocantes, considera que en Colón y en las calles limítrofes se juntaron unas 200.000 personas. Ciudadanos, otra de las formaciones que impulsaban este acto, afirmó inicialmente que habían sido 50.000, para después rectificar y acabar coincidiendo con las cifras del PP.

Huelga decir que es harto difícil que haya 45.000 y 200.000 personas a la vez en el mismo espacio físico. Es posible también que se trate de otra cantidad distinta, como 210.000, 75.000, 90.000… Es probable que podamos interpretar los datos como un intervalo, y que ‘la cosa’ esté entre los 45.000 y los 200.000. Y que cada cual ponga la señal donde le plaza en función de sus prejuicios e ilusiones.

Como no hay manera de saber esto con precisión, recurrimos a un dato que puede revelar información a priori inesperada y en cierto modo complementaria. El 10 de marzo de 2007, el Partido Popular impulsó una manifestación contra el ejecutivo socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. El motivo oficial era la excarcelación del preso etarra Iñaki De Juana Chaos, considerado uno de los mayores asesinos de la banda.

En aquella ocasión, las fuentes gubernamentales afirmaron haber contabilizado 342.655 personas -unas siete veces y media más que este domingo a mediodía. La Comunidad de Madrid, gobernada por el partido que organizaba la marcha, habló de 2.125.000, lo que supone más de diez veces lo de este domingo por la mañana.

Ambas protestas se produjeron en la estación invernal. La temperatura no debió de ser muy distinta, aunque quizá aquel 10 de marzo hiciera unos grados más y el ambiente fuera más agradable. O no.

En marzo de 2007, Zapatero, según los impulsores de la manifestación, excarcelaba a un terrorista como gesto a ETA, mediadora para una ulterior ruptura de España, que habría comenzado, para algunos, con los atentados del 11 de marzo de 2004. La verosimilitud de la historia era débil. Pero la gente salió a la calle.

En esta ocasión más reciente, otro presidente socialista, Pedro Sánchez, ha sido acusado de ‘traidor’ ya que, al parecer, estaba dispuesto a todo tipo de renuncias frente al independentismo catalán con tal de mantenerse en el sillón de mando.

En este caso, y tras una Declaración Unilateral de Independencia -bajo un gobierno de Mariano Rajoy-, las cosas no estaban para frivolizar. Tres partidos: PP, Ciudadanos y Vox, convocaban a los españoles a protestar contra el gobierno en la Plaza de Colón. Algunos de ellos dedicaron parte de sus recursos a transportar a potenciales asistentes a dicha plaza desde numerosas partes de España. La intención era lanzar un mensaje claro: a las urnas.

Otros pequeños partidos se habían sumado a este evento: UPyD, Unión del Pueblo Navarro, Partido Aragonés… Además, una serie de grupúsculos fascistas traerían a sus escasos miembros y simpatizantes: Hogar Social Madrid, España 2000, Alternativa Española, Falange de las JONS, Democracia Nacional…

Pero los propios convocantes cifran el éxito de convocatoria en una décima parte de aquel de 2007, cuando, quizá, el hábito de salir a protestar se había instalado mucho más en el electorado liberal conservador. Por todo lo expuesto arriba, la gran noticia ha sido precisamente la escasez de asistencia. Al menos, en términos relativos.

Siete veces menos según fuentes gubernamentales y diez veces menos según los convocantes. Pese a que los datos nominales, siempre sujetos a la manipulación, puedan aspirar a mentirnos, los cocientes entre dichos datos no pueden hacerlo. Los ánimos están muchísimo más calmados que en 2007, cuando las cosas nos iban infinitamente mejor en casi todo.

¿Qué está pasando en España? De lo aquí analizado se pueden sacar miles de conclusiones. Entre ellas, que la mayoría de la gente no confía en los partidos de la oposición conservadora. Pese a la torpeza y la ceguera de los gobernantes. Pese a que nuestro presidente, librito incluido, no quiera escuchar a buena parte de su partido, y concluir con que el conflicto catalán le viene algo grande a él, a todos nosotros…

Podrán pasar muchas cosas en los próximos meses. La derecha y la izquierda seguirán combatiendo como marcas que buscan triunfar en este mercado del voto. Pero, si nos comprometemos a ser espectadores atentos, no podrán engañarnos. Y eso no es poco, desde luego.