No es una moda, no es un insulto, no es una tribu urbana. Es un estado del alma. Ser “charca” no tiene que ver con la ropa que llevas —aunque a veces sí—, ni con tu edad —aunque ayuda—. Ser charca es un tipo de energía. Un aura. Una forma de estar en el mundo como quien se queda mirando la vida desde una tumbona del Primark pensando que lo ha visto todo, sin haberse movido nunca del borde de la piscina municipal.
¿Charca? ¿Eso qué es?
“Ser charca” se ha convertido en el término del momento en redes sociales para señalar a aquellas personas atrapadas en rutinas sociales repetitivas, modas superficiales y clichés culturales de usar y tirar. No es exactamente ser “cuñao”, ni ser “boomer”, ni ser “mainstream”. Es todo eso, pero con un filtro de TikTok, una gorra de Nude Project y un aura de “no soy como los demás”… mientras haces exactamente lo mismo que todos los demás.
El charca vive en un loop. Se alimenta de tendencias muertas que cree vivas, idolatra a referentes que no se han enterado de que ya pasaron de moda y presume de originalidad desde la fila 42 de un festival donde su camiseta de tirantes está igual de sudada que las otras 11.000.
Un charca no es solo quien viste de chándal para ir al teatro, es quien lo hace convencido de que está marcando tendencia. Es el que espera tres horas para entrar en una tienda de outlet donde solo venden camisetas con frases tipo “King of the party” en Comic Sans.
El charca no evoluciona: se estanca. Como una balsa de agua turbia que nadie se atreve a pisar por miedo al olor. Pero ahí está, feliz en su estanque personal, convencido de que el mundo gira a su alrededor mientras él sigue posando delante de la torre Schweppes en Callao como si fuera la Torre Eiffel.
Manual ilustrado del charca contemporáneo
¿No estás seguro de si tú o alguien cercano es charca? Aquí va una guía rápida con ejemplos 100% reales, no fake, que deberían activarte la alerta de “agua estancada”:
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Hacer cola de dos horas en Nude Project para comprarte la misma sudadera que ya tienen tus otros 34 amigos de primero de carrera.
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Comer una Smash burger con galleta Lotus encima, hacerle foto, subirla a stories y decir “no me lo esperaba pero está brutal”.
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Ser fiel seguidor de Ceciarmy, ese influencer que convierte lo cutre en arte y el cringe en contenido de consumo rápido.
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Escuchar el podcast de Jordi Wild como si fuera tu fuente académica principal. Si has dicho “El Wild Project es más periodismo que la tele”, enhorabuena: charca confirmed.
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Hacer colas de horas para conseguir cosas gratis, como si el tiempo valiera menos que una tote bag con logo.
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Verte todas —TODAS— las películas de Santiago Segura, incluso Padre no hay más que uno 3 en su segunda reposición de Antena 3.
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Compartir historias solidarias cada vez que hay una catástrofe, pero sin haber leído la noticia completa ni saber a qué ONG estás etiquetando.
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Ser festivalero con estética uniforme: purpurina facial, glitter en el pelo, gafas de alien, y cero recuerdo del cartel musical.
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Seguir a Ricky Edit (sin ironía) y decir “bro, lo que dice este tío es verdad, aunque se pase un poco”.
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No saber que eres charca, y pensar que los charcas “son los demás”.
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Tener al Xokas como referente político, porque “al menos dice las cosas claras”.
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Seguir a Vito Quiles como si fuera un mártir del periodismo, votar a Alvise creyendo que “por fin alguien dice la verdad que no sale en la tele” y creer Desokupa tiene razón.
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Ir a la taberna de Pablo Iglesias a tomarte una cerveza solo porque “es del vicepresidente”, aunque la birra te sepa igual que en el bar de debajo de tu casa.
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Ser fan acérrimo de La que se avecina, y usar frases de Antonio Recio en tus conversaciones cotidianas sin rastro de ironía.
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Ir de público a la Velada del Año como si fuera la Super Bowl, con pancarta casera y gritos tipo “¡Juan Guarnizo presidente!”.
Charca no se nace: se convierte uno
Lo curioso es que nadie quiere ser charca. Pero muchos lo son sin darse cuenta. Porque el charquismo no va de gustos personales, va de repetir fórmulas sin espíritu crítico.
El charca no incomoda. El charca no innova. El charca copia, pega, compra, presume y sube stories. Tiene 20, 30 o 50 años, pero vive como si todo fuera un bucle de chándales, podcasts masculinos y colas para entrar al Primor.
¿Se puede salir de la charca?
Sí. Pero hace falta un poco de autocrítica y muchas ganas de moverse. Porque la charca, como buena agua estancada, se acomoda. Es cálida, es conocida, es cómoda.
Así que la próxima vez que vayas a hacer una cola de dos horas para un helado viral, recuerda esta frase: ¿Estoy aquí porque quiero, o porque no sé hacer otra cosa?
Y si la respuesta es la segunda… enhorabuena, eres oficialmente charca.