Han pasado casi veinte años desde que Ildefonso Falcones (Barcelona, 1959) conquistara a millones de lectores de todo el mundo con 'La catedral del mar', un fenómeno literario traducido a más de cuarenta idiomas y adaptado a la televisión. Ahora, el escritor barcelonés vuelve a las librerías con 'En el amor y en la guerra', (Grijalbo) la tercera parte de esa saga histórica —tras Los herederos de la tierra—, para trasladarnos al Nápoles de mitad del siglo XV, entonces reino de Aragón bajo el dominio del rey Alfonso V 'el Magnánimo', que se convierte en un personaje clave de la novela.
Alfonso V, el gran mecenas del Renacimiento
Arnau Estanyol, nieto del protagonista de 'La catedral del mar', es uno de los generales más poderosos del ejército de Alfonso V 'el Magnánimo', a quien acompaña en la conquista de Nápoles. Falcones, entrevistado por ElPlural, asegura estar fascinado por este monarca aragonés lleno de "claroscuros". Aunque no logró la mayor de sus ambiciones, que era conquistar Italia, convirtió Nápoles en la capital europea del arte."Fue un gran mecenas del Renacimiento, pagaba a poetas y artistas, reformó castillos, modernizó la corte… Se sentía muy cómodo alli”, nos explica.
Alfonso V 'el Magnánimo' (1416-1458), retratado por Juan de Juanes en el siglo XVI. Aparecen significativos objetos, como la corona, ornamentada con piedras preciosas, simbolo de prosperidad; el yelmo, que apela a su labor como conquistador de Nápoles y un libro abierto del que se puede leer el título ('La guerra civil de Julio César'), en referencia a su apoyo a la cultura. Todos estos símbolos se corresponden con el ideal renacentista de hombre sabio en armas y letras. Asimismo, a través del ventanal aparece un apisaje que se ha identificado como la fortaleza de Castel Nuovo, en Nápoles, donde fijó su residencia tras la conquista.
"Jamás volvió a España ni de visita", puntualiza el autor, a pesar ostentar la Corona de Aragón, que se extendía a Cataluña, Valencia y Mallorca. En este sentido, el autor matiza que todos estos reinos eran independientes entre sí, con su propia lengua y su propia moneda. "El rey no era rey de todo hasta que no juraba en cada sitio, no había una capitalidad única, los catalanes y los valencianos no lo reconocían hasta que no juraba en Barcelona o Lérida y los valencianos lo mismo", apunta. De hecho, su incursión en Nápoles supuso un conflicto entre Cataluña, que financió la conquista: "Alfonso V tenía cierta aversión hacia los derechos que habían obtenido los nobles catalanes por esa financiación. No quería cargar con esa rémora y acabó con sus privilegios".
¿Escándalo en la corte? El rey y su joven paje
Había dejado a su mujer, la reina María de Castilla, con la que no tuvo hijos, como gobernadora de Cataluña. Lo suyo fue un matrimonio de conveniencia, muy diferente de la pasión desbordante que exhibió de forma abierta en su reino italiano, manteniendo todo tipo de relaciones amorosas. "Se le conoce un amorío tremendo con un joven paje de 18 años. Después tuvo una relación extensa en el tiempo con Lucrezia D'Alagno, una joven también muy bella que alardeaba de ser virgen", pese a ser la "amante oficial" de un rey que se consideraba a sí mismo sucesor del Rey Arturo. Alfonso V había entregado el Santo Grial, el supuesto cáliz de la última cena, al cabildo de la catedral de Valencia a cambio de 40.000 ducados para financiar la guerra de Nápoles. Fue un 19 de marzo de 1437 y allí sigue, ya que el monarca nunca devolvió el préstamo.
Sexo abierto en la Nápoles del siglo XV
Falcones nunca ha evitado incluir en sus novelas escenas íntimas de sus personajes, aunque aquí da un paso más y aborda relaciones de todo tipo, entre hombres, entre mujeres y entre hombres y mujeres. "Me gusta el sexo, me gusta leerlo y me gusta escribirlo”, afirma con rotundidad. Al mismo tiempo, lamenta el "puritanismo" de la sociedad actual hacia el sexo, que se ha convertido en una especie de tabú literario que le molesta profundamente. No entiende que nos escandalice "algo sano y natural, consustancial a nosotros", mientras no tenemos problema a la hora de consumir en la ficción la violencia más extrema, con sangre y vísceras por todas partes o thrillers en los que se "trepana la cabeza a personas vivas para meterles bichos y provocar su muerte".
Era una época en la que no existía ese término, pero la homosexualidad estaba al orden del día, siguiendo el ejemplo de las culturas clásicas
La corte napolitana de mitad del siglo XV era profundamente hedonista y vivía la sexualidad de forma abierta. “Era una época en la que no existía ese término, pero la homosexualidad estaba al orden del día, siguiendo el ejemplo de las culturas clásicas, donde las relaciones con efebos era una práctica común", explica. Por tanto, añade, "que el rey tuviera una relación homosexual no era, para nada, un escándalo, en absoluto"
"En Nápoles o Florencia la sodomía se castigaba con una multa", a diferencia de otros reinos, donde se aplicaba la castración e incluso la pena de muerte. "Estaba bien visto que la juventud de la nobleza tuviera relaciones homosexuales antes de casarse, era una forma de vida", concluye, en referencia a los napolitanos.
Sometimiento de las mujeres
Esta permisividad contrasta con el sometimiento hacia las mujeres, relegadas a un segundo plano en la sociedad, sobre todo si eran aristócratas. Uno de los personajes femeninos más llamativos de 'En el amor y en la guerra' es Marina, una joven que no se resigna a es papel secundario y no duda en resolver sus dudas sobre el sexo investigando en lecturas prohibidas. “Lo que tenía que leer eran libros devocionales, su función estaba mediatizada por la Iglesia. El Decamerón no lo podía leer”, aclara Falcones. Aunque Marina es un personaje excepcional, añade, también representa a muchas otras jóvenes “que ni siquiera sabían leer ni escribir”.
“La novela histórica no debe traicionar los hechos”
Sobre su manera de entender el género, Falcones es claro: “Los hechos históricos son unos y no se pueden tocar. La trama es infinita, si un hecho no te encaja, tienes que cambiar la trama, no la historia”. Cree que es una obligación para el autor de novela histórica mantener la fidelidad a los hechos contrastados: “El lector no tiene por qué leerse una enciclopedia al terminar mis novelas para saber si lo que cuento es verdad”.
Por eso, se documenta a fondo y utiliza fuentes originales en digital: “Hoy tienes acceso a escritos de 1400 o 1500 desde tu casa. En eso la tecnología es una maravilla”.
“Escribo para entretener, no para aleccionar”
Aunque sus novelas tienen un fuerte componente histórico, Falcones huye de cualquier intención didáctica. “No quiero enseñar nada a nadie. Lo que intento es que el lector se entretenga, que se traslade a otro mundo, que olvide el trabajo o los problemas mientras lee”, afirma.
Asimismo, se muestra escéptico con el boom de la novela histórica: “Siempre ha estado ahí. Ha tenido picos, claro, pero es un género que nunca desaparece. Desde Sinuhé, el egipcio, por ejemplo, siempre ha habido grandes novelas históricas”.
¿Una cuarta parte de 'La catedral del mar'?
Cada una de las novelas que integras esta saga familiar pueden leerse por separado. “'En el amor y en la guerra' la podría haber hecho igual sin los Estanyol, pero bueno, aprovechar ese tirón de 'La catedral del mar' no está mal”, reconoce.
La novela termina seis años antes del Descubrimiento de América y no son pocos los que han sugerido al autor una nueva entrega en el Nuevo Mundo. Él no descarta una continuación, pero deja claro que, en este momento, no tiene nada en mente. "Quizá dentro de diez años, si la salud me lo permite” asegura.
'En el amor y en la guerra' llega en un momento muy especial para Falcones, marcado por su pleito con Hacienda y su lucha contra el cáncer. Aunque ganó la demanda por fraude fiscal hace cuatro años, la sentencia fue recurrida. "Hacienda no cede, es una verdadera tortura, tremendamente arbitraria e injusta", asegura. La administración tributaria lo acusa de un presunto fraude de 700.000 millones a través de un entramado de sociedades pantalla, ubicadas en paraísos fiscales.
En paralelo, sigue plantando cara a un cáncer que le diagnosticaron en 2019. “Llevo tres años y medio limpio y confío en llegar a los cinco. Claro que sí. Pero es una angustia. Mientras no haya noticias negativas, estoy contento”, responde con sinceridad.