Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959), conocido popularmente como 'el de Patria', acaba de publicar 'Hombre caído' (Tusquets), una recopilación de 14 cuentos protagonizados por personas corrientes con los que cualquiera nos podemos sentir identificados, que nos transportan a territorios oscuros de la condición humana. "El hilo conductor no es tanto la maldad o la miseria de tanta gente, cosa que también está presente en el libro, sino algo que me causa sorpresa y, al mismo tiempo, pena, que es la dificultad que tenemos los seres humanos para tener relaciones armónicas de manera duradera", nos explica en una entrevista en la que hemos tenido la oportunidad de conocer mejor a este escritor, amante de las palabras, que pese a llevar más de media vida en Alemania, sigue conservando su marcado acento vasco. En esta ocasión sus relatos se alejan de su País Vasco natal y transcurren en tierra de nadie, en un entorno urbano adaptable a las circunstancias de cada uno.

Las 'manías' de Fernando Arumburu

Entre otras cosas, se confiesa un hombre de rutinas. Hacer un sudoku o comerse una manzana le reactivan para enfrentarse a la escritura y poder ser "productivo". Se levanta siempre a la misma hora, las siete de la mañana y sin necesidad de despertador. Solo descansa los sábados y el resto de la semana, incluidos los domingos, los pasa en su estudio de Hannover, con la única compañía de su perra y un cactus, nos explica "con forma de cabeza humana". Allí tiene su biblioteca, iniciacda con los primeros libros que llevó a la casa familiar, que era tan humilde que hasta ese momento no tenían ninguno. "Podría hacer un repaso de mi vida recorriendo la biblioteca y fijándome en los lomos de los libros", nos comenta. Tiene intención de releerlos todos cuando cumpla los 70 años, "con ánimo de despedida".

Nos advierte de su humor negro, irónico e incluso un poco malvado. Es consustancial a él, dice, y más de una vez ha metido la pata con su verborrea incontrolable. "Soy de ese tipo de personas, no educadas del todo, que a veces hay que mantener a raya, pero en mi literatura, como surge en mi soledad creativa, no hay freno", añade. Siente que cada vez que recurre al cuento es, precisamente, por la necesidad de "dar relevancia a facetas oscuras del comportamiento humano".

Sin moraleja final

Descubrimos a un Fernando Aramburu un poco filósofo reflexionando sobre los grandes temas que rodean la existencia humana pese al maltrato, explica, que les ha dado: "Me he mofado mucho de los filósofos, si ha habido víctimas constantes en mi literatura, han sido los curas y los filósofos. No sé por qué, pero en cuanto pongo a actuar a alguno, me ensaño". Asegura tajante que 'Hombre caído' no es para nada un tratado de filosofía práctica y que está muy lejos de ser un libro de autoayuda. Lo suyo es hacer pensar a los lectores. "No hay una moraleja final. Yo no conduzco a los lectores a algún postulado, expongo casos y que cada uno saque sus propias conclusiones".

Entrevista completa con Fernando Aramburu

PREGUNTA.- Este libro cuenta historias, algunas muy tristes, otras de carcajada, o al menos a mí me la han producido, pero te deja un poco acongojado. Personalmente, veo un nexo común que podrían ser las miserias humanas.

R.- He tenido ocasión de hablar con adultos de este libro y, efectivamente, lo encuentran inquietante. Creo que es así porque las historias que se cuentan en este libro interpelan de una manera muy directa al que lo lee. Tras reflexionar mucho, he llegado a la conclusión de que el hilo conductor no es tanto la maldad o la miseria de tanta gente, cosa que también está presente en el libro, sino más bien algo que me causa sorpresa y, al mismo tiempo, pena, que es la dificultad que tenemos los seres humanos para tener relaciones armónicas de manera duradera. Casi todos los cuentos están protagonizados por parejas, matrimonios, familias, vecinos o hermanos que, en un momento determinado, rompen su armonía relacional.

Cada vez que acudo al formato del cuento tiendo a dar relevancia a facetas oscuras del comportamiento humano y me reservo otro tipo de textos, quizá más livianos, o más varados hacia lo humorístico en otro tipo de escritos.

Hay que tener cuidado con mi humor porque no es exactamente el humor de comedia que está encaminado pura y exclusivamente a generar risa

P.- Aquí también hay humor, por ejemplo, el relato 'Culo subido' me ha resultado muy gracioso.

R.- Hay que tener cuidado con mi humor porque no es exactamente el humor de comedia que está encaminado pura y exclusivamente a generar risa. Por regla general, mi humor está asociado a lo negro o se da en situaciones en las que sería esperable la gravedad, o tal vez la pena y la compasión. En pleno drama, en plena tragedia, alguien hace o dice algo que resulta un tanto insólito y, al mismo tiempo, tiene como un aire de ironía o incluso de sarcasmo. Esto está presente en varios cuentos. También sirve a veces este humor irónico, un poco malévolo como velo para medio ocultar la crudeza de algunas situaciones o la intensidad de algunas desgracias. 

Alguna vez me he visto en situaciones no gratas porque he metido la pata, al usar un determinado registro lingüístico, cuando habría sido más adecuado expresarse de otra forma o evitar un chiste

P.- Cierto. Cuántos funerales no habrá en los que la gente haya acabado partiéndose de risa como una forma de tapar o superar el dolor.

R.- Sí, pero ese tipo de humor que yo practico no está impostado, no está traído a colación por el hecho de que yo estoy escribiendo algo, sino que va conmigo. Alguna vez me he visto en situaciones no gratas porque he metido la pata, al usar un determinado registro lingüístico, cuando habría sido más adecuado expresarse de otra forma o evitar un chiste que me estaba picando la punta de la lengua y que fui incapaz de contener.

Soy de ese tipo de personas, no educadas del todo, que a veces hay que mantener a raya, pero en mi literatura, como surge en mi soledad creativa, no hay freno. 

P.- ¿Es más difícil escribir un cuento que un relato largo como 'El niño' 'Patria'?

R.- Esto depende un poco de quién lleve a cabo la tarea, de sus dotes, de su predisposición. Lo que yo sí sé es que una novela y un cuento son dos mundos, criaturas muy distintas, que funcionan de acuerdo con códigos formales y estéticos muy diferentes.

De manera que casi tengo que cambiar de cerebro para escribir una cosa u otra. En la novela voy construyendo los personajes, los voy dotando paulatinamente de volumen humano y unas acciones que confirmen su psicología. Ya sé que voy a necesitar días, un horario, un método de trabajo y que voy a estar durante mucho tiempo colonizado por esa historia y que, además, voy a vivir fuera de la literatura en modo literario, siempre con la antena puesta para localizar cualquier detalle o pormenor que me pueda ser provechoso para la novela del momento.

Un cuento es preparados, listos, ya

Pero un cuento, no me da espacio o recorrido suficiente para formar a los personajes, ya salen formados. Esto es preparados, listos, ya. Y así hasta un final que al principio no conozco. En la novela, siempre prefijo el desenlace. Con el cuento voy a ciegas y, a veces, me encuentro el desenlace de golpe. Eso me lo dice el olfato, no un plan previo.

Portada 'Hombre caído', de Fernando Aramburu

 

P.- Ha comentado que estos cuentos pueden ser diferentes para según quién los lea. ¿Qué es para usted 'Hombre caído', ese título tan redondo?

R.- Tengo el hábito de titular a partir de uno de los cuentos. 'Hombre caído' es la última pieza y no habría sabido hasta ahora explicar por qué elegí ese cuento. Quizás me dejé llevar por un capricho o por el hecho de que necesitaba un título icónico. Son cosas que se deciden a solas en el escritorio y después el editor las aprueba o no. 

'Hombre caído', que da título al libro, es un cuento que acaso sea representativo de nuestra época

Ya ha empezado la interpretación y he comprendido que, sin darme cuenta, es un cuento que acaso sea representativo de nuestra época, puesto que en ese cuento se ve a un hombre que está caído en una calle, todo lo que sabemos es que no se le debe levantar y que hay unos supervisores que no lo permiten. Hay dos personajes que llegan al lugar y ven lo que hay, pero no conocen el funcionamiento de las cosas, los motivos. Ahora me han hecho verlo, es un poco como en nuestra época, donde nos levantamos y nos encontramos con un fenómeno que son las noticias de las cuales vemos como la cara externa y no sabemos exactamente los motivos o las decisiones que las han provocado.

Es un buen síntoma, en contra de lo que pensaba hace un tiempo, que España no esté demasiado presente en las noticias alemanas, señal de que el país no funciona mal

P.- ¿Cómo se ve España desde Alemania?

R.- Europa está pasando por momentos de fragilidad geopolítica y vamos a decir que los países que integran la Unión Europea están muy ocupados consigo mismos. España no está muy presente en los noticiarios alemanes, salvo en el aspecto deportivo. Por otro lado ¿qué es noticia hoy en día? Normalmente es algo negativo, entonces creo que es un buen síntoma, en contra de lo que pensaba hace un tiempo, que España no esté demasiado presente en las noticias alemanas, señal de que el país no funciona mal.

P.- ¿Le preocupa el ascenso de la ultraderecha, un fenómeno que se repite en varios países de Europa?

R.- Siempre me ha preocupado el auge de los partidos extremos porque son incompatibles con la democracia. Estos movimientos de ultraderecha son de tipo nacionalista, pero de repliegue, no estoy de acuerdo en que se coteje con el totalitarismo del siglo XX, con el nazismo y el fascismo. Creo que son fenómenos distintos, aunque pudiera haber ciertas concomitancias como el cuestionamiento de la democracia. Deberíamos ser sensatos y recurrir a la templanza para entender por qué la gente cada vez vota más a estos partidos en lugar de reprobarlos, porque el fenómeno está creciendo. 

Los movimientos ultras que crecen en Europa tienen algo en común, que es el regreso a la situación del pasado cuando estábamos solos, nos conocíamos y nos iba bien, pero reproducir el pasado es imposible

Es un fenómeno, a mi juicio, de repliegue, al revés de aquellos movimientos fascistas del siglo XX, que eran invasores, estos son de cierre de fronteras. Su auge está basado, por supuesto, en la protesta, pero también en el miedo y la inseguridad. Hay una conciencia muy extendida de la debilidad económica y militar de Europa, estos días estamos viendo lo poco que pinta. Entonces, la reacción de muchas personas a la hora de votar, es confiar en personas que proponen soluciones drásticas de los problemas que se llevarían a cabo en cinco minutos. Todos tienen algo en común, que es el regreso a la situación del pasado cuando estábamos solos, nos conocíamos y nos iba bien, pero reproducir el pasado es imposible.

P.- ¿En Alemania también es el de 'Patria'?

R.- Sí, también. Nada más publicarse, se tradujo y fue un éxito. Vamos a decir que 'Patria' es entendida en países donde ha habido conflictos, violencia y por tanto viudas y huérfanos. Hasta Hamburgo, en el norte de Alemania se entiende, de ahí para arriba ya no. En Escandinavia, por ejemplo, pasó inadvertido,fue leído como una cosa de los europeos del sur, esos que están siempre metidos en líos. Lo he podido constatar, pero Alemania tiene un pasado, tuvo su terrorismo en los años 70 y allí han sido capaces de leer mi libro con un ojo y el otro ojo puesto en su propia historia , contejando similitudes, no propiamente históricas, sino vivencias humanas dentro de una sociedad donde se practicaba la violencia y cómo el miedo, el terror, repercutía en los individuos, en los vecinos, en las familias.

Si noto que el trabajo literario transcurre con mucha facilidad, empiezo a desconfiar de mí

P.- Dijo en una entrevista que siempre se planteaba un reto literario en cada obra. ¿Cuál ha sido el reto de 'Hombre caído'?

R.- Lo necesito para crear textos, pero también para exigirme a mí mismo. Si noto que el trabajo literario transcurre con mucha facilidad, empiezo a desconfiar de mí. El cuento por sí mismo ya supone una dificultad. En el caso de la novela, a lo mejor necesito tres capítulos o 20 páginas hasta cogerle el ritmo, hasta encontrar el tono, después ya me dejo llevar y es posible que elija alguna dificultad de tipo técnico. Por ejemplo, escribir toda la novela con frases que solo tengan un verbo.

Sin embargo, el cuento en sí me parece difícil, no es raro que lo cuente de atrás para adelante o desde la perspectiva de un narrador que no conoce toda la historia. Los lectores no tienen por qué percibir esto, pero yo sí lo necesito para estar suficientemente estimulado, para no acomodarme y juntar palabras como quien hace una tarea de poco rango.

Me siento como un intérprete que en lugar de componer música, emplea el lenguaje para componer historias, combinar palabras de tal manera que resulte gozosa

P.- O sea, que juega y se divierte.

R.- El concepto del juego sí que me gusta. Me siento como un intérprete que en lugar de componer música, emplea el lenguaje para componer historias, combinar palabras de tal manera que resulte gozosa.

P.- ¿Cuál es su siguiente reto?

R.- Cuando publico un libro ya tengo otros en el cajón. No es raro que un determinado libro lo ponga en reposo para volver a él al cabo de un tiempo. Escribo todos los días. 

Me gusta estar solo, lo necesito, con mis manías y mis proyectos

P.- ¿Como es su entorno creativo?

R.- Tengo alquilado un estudio donde guardo mi biblioteca, me encierro un número de horas cada día con mi perra y un cactus con forma de cabeza, que es la única compañía humana que tengo. Llevo una vida muy ritualizada, repito los mismos actos cada día, a la misma hora. Trabajo en soledad, una soledad elegida por mí y que yo gestiono. Me gusta estar solo, lo necesito, con mis manías y mis proyectos. Salvo los sábados, cuando me dedico más a la familia y otros asuntos, me encierro todos los días, también los domingos.

P.- ¿Es madrugador?

R.- Me levanto todos los días a las misma hora, llevo una vida muy ritualizada y sin despertador, a las 7 de la mañana ya estoy en pie.

P.- Ha dicho que tiene muchas manías, ¿podría detallarme alguna?

R.- Digo manías, pero no en el sentido de actos que yo no controle, sino que mis días están salpicados de jalones que se repiten. En un momento determinado, pues como una manzana, porque me euforiza y me proporciona 45 minutos productivos. Y eso lo repito. Antes de empezar la tarea de la tarde, hago un sudoku, no sé si denominar a esto manía. Es un hábito, estoy como 12 o 15 minutos, a veces un poco más si se complica la cosa y después el cerebro ya está como una cafetera funcionando y paso a escribir. No tengo que vencer poco a poco la modorra. Estas son mis manías, que me permiten ser productivo. Si no lo hago, me descontrolo, me desconcierto y ya no soy yo.

Nunca he podido cumplir un sueño que consiste en tener los libros en una sola fila en las baldas, no tengo espacio suficiente

P.- Cuando era pequeño su casa era tan humilde que no había libros, ahora tiene en su despacho su propia biblioteca, ¿cuáles son sus libros más preciados?

R.- Mi biblioteca es efectivamente es obra mía, en mi casa paterna no había libros, hubo un momento en el que yo llevé el primero, y después otro, así hasta ahora. Podría hacer un repaso de mi vida recorriendo la biblioteca y fijándome en los lomos de los libros. Vería el que me regaló no sé quién, este me lo leí en un viaje, este lo encontré en la librería de no sé qué ciudad... Toda mi vida está salpicada en los lomos de los libros. No soy coleccionistas, compro libros que sé que voy a leer o creo que voy a leer. Acumular no me gusta. De hecho, nunca he podido cumplir un sueño que consiste en tener los libros en una sola fila en las baldas, no tengo espacio suficiente y para encontrar un libro, a veces tengo que sacar los que están delante.

Tengo algunos que para mí tienen un valor sentimental muy grande, quizá para un bibliófilo no, pero para mí sí. Pienso, por ejemplo, en un volumen muy deteriorado que lo prestaba de joven y cada vez que me lo devolvían estaba más gastado y roto, de 'El don de Vorace' de Félix Francisco Casanova, dedicado por su padre. Durante la pandemia, como estaba castigado sin salir, sin poder viajar ni otros esparcimientos, tuve una racha que nunca había tenido y me dediqué a comprar libros por internet, firmados o dedicados por grandes autores del siglo XX, solamente alemanes, primeras ediciones como una de 'El tambor de hojalata', de Günter Grass, en muy buen estado, que tiene cierto valor. Luego están los libros de bolsillo que para mí han sido importantes.

Cuando cumpla 70 años, cada vez falta menos, voy a renunciar a las novedades y voy a hacer una revisita de mi biblioteca, con ánimo de despedida

Tengo un proyecto y es que cuando cumpla 70 años, cada vez falta menos, voy a renunciar a las novedades y voy a hacer una revisita de mi biblioteca, con ánimo de despedida. Voy a releer todos aquellos libros maravillosos que leí una vez, donde están desde hace años los grandes autores con los que uno pasó los ojos. Y me voy a despedir de todos ellos, siempre y cuando la vida me lo permita y nada se tuerza. Eso lo voy a hacer. Hay algunos a los que vuelvo regularmente. El Quijote, por ejemplo, lo leo una vez por década al menos. 

Me veo cumpliendo el sueño de un adolescente de 13, 14 o 15 años  que, una vez hubo fracasado en la práctica del deporte, dedicó su vida a ser escritor

P.- ¿Cómo se ve como escritor?

R.- Me veo cumpliendo el sueño de un adolescente de 13, 14 o 15 años  que, una vez hubo fracasado en la práctica del deporte, dedicó su vida a ser escritor. He dedicado toda mi vida a cumplirle el sueño. ¿Podría él quizá hacerme un reproche? Yo le he cumplido el sueño y, a diferencia de él, yo sí he sobreviviendo. Me veo como un señor que ha conseguido dedicarse plenamente a su vocación. Estoy muy agradecido a la vida por eso, en el sentido de que he tenido un argumento para vivir. Me levanto por las mañanas con muchas ganas, la literatura me colma, la actividad de escribir, al margen de que mis libros gusten o no. No he estado exento de desgracias, pero en líneas generales, miro al espejo y puedo sostener la mirada, veo los ojos de aquel chaval y digo: 'Mira no te quejarás, mira qué  novela publicada y qué éxito, ¿era esto lo que querías?' y el dice: 'Sí. Pues continúa'.

Si ha habido víctimas constantes en mi literatura, han sido los curas y los filósofos. No sé por qué, pero en cuanto pongo a actuar a alguno, me ensaño

P.- ¿No le han dicho que aparte de escritor es un poco filósofo?

R.- Es que me he mofado mucho de los filósofos, si ha habido víctimas constantes en mi literatura, han sido los curas y los filósofos. No sé por qué, pero en cuanto pongo a actuar a alguno, me ensaño. Es inevitable que uno busque el sentido de la vida, esto no quiere decir que tenga que estudiar filosofía, porque tampoco creo que la vida pueda reducirse a un texto explicativo. De esto me suelo mofar, pero sí que tengo una idea de lo que supone haber nacido y haber estado un puñado de años en este planeta. Esto puede decirse que tiene un sentido filosófico que nace de curiosidad sobre lo que me rodea. Puedo parecerme a un pequeño filósofo, uno que tiende a pensar en las cosas que le rodean, no un profesional.

P.- 'Hombre caído' podría ser un tratado de filosofía práctica.

R.- No creo que pueda servir como libro de autoayuda.

P.- No hablaba de él como autoayuda sino un libro para conocer la realidad en la que vivimos y hacernos pensar.

R.- Espero que haga pensar, eso me complace. Aunque no tiendo a escribir historias explicativas en mis historias, no hay una moraleja final. Yo no conduzco a los lectores a algún postulado, expongo casos y que cada uno saque sus propias conclusiones.