La oscura noche gay de Sevilla es la carta de presentación que realiza Fernando Repiso para introducir al lector en su segunda novela, Las agujas de la noche (Editorial Planeta), un thriller cargado de connotaciones crudas como las drogas y el sexo, acompañado a su vez de una misteriosa trama de asesinatos que consigue captar la atención desde las primeras páginas. Desde ElPlural.com hablamos con el autor para conocer los detalles de la novela, cómo investigó para recrear estos escenarios y su arte para atrapar al público en un escenario tenebroso. 

P: La noche de Sevilla y una sauna gay como escenario de un crimen son los dos ingredientes con los que arranca Las agujas de la noche. Un toque inusual y fuerte para comenzar un thriller.

R: Tenía esa intención, quería empezar con un capítulo impactante. Soy escritor de novela negra y me gustan esos principios, aunque después mantener el nivel es complicado, no se puede tener al lector con ansiedad durante 400 páginas.

P: Iván de Pablos es el protagonista, un antihéroe del siglo XXI y el que vive sin trabajos su vida personal y sexual. ¿Se ha inspirado en alguien?

R: Hay muchas personas como él, hombres y mujeres, que viven su vida en libertad, o al menos lo intentan. La realidad es más convencional de lo que nos gustaría que fuera, no es tan fácil que estas personas vivan sus vidas como quieren. Mi Iván lo intenta.

P: La novela trata temas como el sexo, drogas y la vida LGTBI con los toques más oscuros, tratados en todo momento con un lenguaje explícito que acompaña en todo momento a la trama policial. ¿Cómo se ha documentado sobre estos escenarios?

R: La novela no es escabrosa, aunque como novela negra tiene sus descripciones puntuales. Huyo mucho de la sangre y de las vísceras, pero me encanta el gore. Desde el punto de vista sexual, en realidad es una trama muy clásica y no es tan radical como puede parecer a priori.

Me he documentado muchísimo: solo tienes que salir a la calle, moverte por determinados ámbitos y ver cómo se comporta la gente en bares, discotecas o las saunas. Es una realidad que existe, no es una realidad ilegal, aunque sí le meto algunos componentes más turbios y oscuros.

P: Se aleja así del estereotipo del mundo LGTBI que se suele tratar en la ficción.

R: Como pertenezco al colectivo me siento autorizado para mostrar otros ambientes que a lo mejor mis amigos activistas pueden decir ‘vaya imagen que está dando del colectivo’. Es cierto que salen gays que son promiscuos, no se cuidan de sus relaciones sexuales, abusan de las drogas o son muy fiesteros. Puede que esa no sea la imagen del estereotipo del gay que está ahora tan normalizado que son guapos, con un perro, un apartamento y que recurren a la gestación subrogada en México o Rusia.

He querido huir de seguir ese estereotipado que está dentro de la normalización. Porque la normalización conlleva aburrimiento, narrativamente no ofrece ningún elemento interesante. A todos nos atraen los submundos y los abismos, nos encanta asomarnos.

P: ¿Está dirigida al colectivo LGTBI? ¿Cómo lo han acogido los lectores?

R: No, en absoluto. Es cierto que la trama, el contexto y el submundo que intento mostrar es mucho más desconocido para una persona que no pertenece al colectivo, por lo que creo que puede estar más interesante. He recibido muchos mensajes de personas de fuera del colectivo que me han dicho que desconocían esa parte de la realidad queer.

Fernando Repiso: Tenemos ciertas facciones políticas que utilizan los delitos de odio como arma

P: Estamos en plena semana del Orgullo. El lema de este año es ‘Frente al odio: visibilidad, orgullo y resiliencia’. No obstante, a pesar de los avances conseguidos a lo largo de los años, la división política y social al respecto aún no encuentra consenso.

R: Está más politizada la división política que la social. Hemos avanzado muchísimo, la ley del matrimonio igualitario tiene 17 años -casi es mayor de edad-, y ya a nadie le extraña ver el matrimonio igualitario.

Además, vivimos en un país occidental como España la batería de derechos sociales es de las más amplias que existen en el mundo. Sin embargo, vemos que están aumentando las agresiones y delitos de odio hacia el colectivo. Tenemos ciertas facciones políticas que utilizan esto como arma.

P: ¿Cree que aún hay miedo a salir del armario? Desgraciadamente, aún se dan muchos casos de agresiones en todo el mundo y hay que lamentar brutales sucesos como el de Oslo (Noruega).

R: No olvidemos que vivimos en España y el caso de Noruega no estamos hablando de países en los que la materia LGTBI se considera pena de muerte. Pero en este primer mundo, en los entornos más rurales es muy complicado salir del armario. Otras zonas más conocidas como Chueca en Madrid son burbujas. No hablamos solo de miedo a la agresión física o verbal, sino de comprensión, que se sigue produciendo.

P: ¿Qué espera del Orgullo de este año?

R: Para mí lo fundamental es la educación, y para que haya educación hay que conocer. Para que haya visibilidad ya conoces otra realidad. La gran vía para la normalización del colectivo es la educación. Si a un niño o niña pequeña le dices que dos personas del mismo sexo se pueden dar un beso cuando sea mayor no tendrá rechazo.

El ejemplo es muy claro: la polémica de la película Lightyear. Hay una microsecuencia de dos mujeres dándose un beso. Los que se han mostrado en contra de eso dicen que pueden llegar a convertir a sus hijas en lesbianas. A mí no me da miedo que sean lesbianas, me da miedo que se siga considerando que ser lesbiana es negativo. El problema no es que haya un “contagio” por ser lesbiana, es que ser lesbiana sea negativo.