En el Día contra el Cáncer de Mama, el presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno Bonilla, tuvo el atrevimiento de declarar que “la prevención salva vidas, por eso hoy es un día de esperanza”. Pero la prevención no sirve si los servicios públicos encargados de garantizarla están desbordados, privatizados o abandonados. La esperanza no nace de discursos vacíos, sino de un sistema sanitario fuerte, universal y accesible. Y eso, en Andalucía, ya no existe. Moreno Bonilla ya no representa ninguna esperanza.

Su gestión ha alcanzado un punto crítico. Nombrar como consejero de Salud a Antonio Sanz, sin formación ni experiencia en el ámbito sanitario, ha sido solo la última muestra de improvisación y desprecio institucional. El mismo consejero que, en vez de atender la crisis del cáncer de mama, eligió irse a los toros el Día contra el Cáncer.

Y que llegó a asegurar que no se había eliminado ninguna prueba ni historia crítica, para horas después, tener que admitir que, efectivamente, habían desaparecido pruebas en los historiales digitales. Y al día siguiente el consejero de Salud se permitió el lujo de comparar la desaparición de las mamografías con la venta de entradas de la gira de la Oreja de van Gogh. ¿De verdad? ¿Y no pasa nada?

Los andaluces —y especialmente las mujeres— viven hoy con miedo. Miedo a no ser llamadas a tiempo para una mamografía. Miedo a que su diagnóstico llegue tarde. Miedo a que su vida dependa del dinero que tengan para acudir a la sanidad privada. Y lo peor es que ya nadie cree en sus promesas. Porque nadie olvida que ha sido usted quien ha empujado a la sanidad pública a este abismo.

Las cifras lo confirman. Tristemente ha convertido a Andalucía en la comunidad con mayor tasa de mortalidad en España: 871,1 muertes por cada 100.000 habitantes, un 11,6 % por encima de la media nacional. La esperanza de vida es la más baja del país, con 82,5 años. Esto no es casualidad: es la consecuencia directa de una sanidad debilitada por los recortes y la falta de inversión sostenida.

Un informe conjunto de Satse, CSIF, CCOO, UGT y Marea Blanca señala que Andalucía supera la media estatal en cinco de las seis principales causas de muerte: cáncer, infarto, ictus, insuficiencia cardiaca y suicidio. Estos no son datos fríos. Son miles de familias rotas. Son diagnósticos que no llegaron. Tratamientos que se retrasaron. Enfermos que se rindieron ante un sistema que ya no podía sostenerlos.

El Barómetro Sanitario refleja esta realidad: la sanidad andaluza es la peor valorada de España, con una puntuación de apenas 5,72 sobre 10. Un suspenso que retrata la saturación en los centros de salud, la escasez de profesionales, las demoras eternas y el malestar creciente de la ciudadanía. Usted lleva siete años al frente del Gobierno andaluz. No puede seguir eludiendo responsabilidades.

Incluso en el Barómetro del Centra —la encuesta impulsada por la propia Junta de Andalucía—, la sanidad ha pasado a ser la principal preocupación de los andaluces. En julio, solo un 12% la mencionaba como el problema más urgente. Hoy ya lo hace un 22%. El deterioro no se puede ocultar con notas de prensa publicitarias ni con promesas electorales. La gente lo sufre cada día.

Siete de cada diez andaluces esperan más de una semana para ver a su médico de cabecera: “Acabamos yendo a urgencias”. Es el resultado de un muestreo aleatorio realizado por la UGT en toda la comunidad. La demora para tener una cita en la atención primaria supera ampliamente las 72 horas a las que se compromete la Consejería de Salud como límite máximo desde el pasado enero.

Uno de los problemas estructurales más graves es la falta de personal continuada (desde la superación de la pandemia en todas las categorías). Andalucía cuenta con solo 3,1 sanitarios por cada 1.000 habitantes, frente a los 3,7 de media nacional. En Atención Primaria, la cifra cae a 0,99, y en los hospitales, apenas hay 1,73 médicos por cada 1.000 habitantes (la media nacional es 2,23). En enfermería, Andalucía ocupa el último lugar de toda España.

Esta escasez provoca retrasos que se traducen en sufrimiento. Actualmente, más de dos millones de andaluces están en lista de espera. Las citas se alargan semanas, los diagnósticos se retrasan, y los tratamientos llegan cuando ya es tarde. En Atención Primaria, la demora media para ver al médico de cabecera es de 10,66 días. En otras comunidades, como el País Vasco, esa espera es la mitad. La diferencia es abismal.

El problema no es solo la falta perniciosa de contrataciones, sino la precariedad laboral. Más del 20% de los contratos en sanidad son temporales, muchos de ellos firmados por semanas o días. Los salarios se encuentran entre los más bajos de España. No es extraño que médicos jóvenes, formados en Andalucía, emigren a otras regiones o al extranjero. Según los sindicatos, harían falta al menos 18.000 profesionales más para alcanzar la media estatal: 5.400 médicos, 5.900 enfermeros y 6.500 técnicos y auxiliares. Sin el personal de gestión y servicios, olvidados siempre por Moreno Bonilla, para atender y trasladar a los pacientes, es difícil que pacientes, material y pruebas puedan llegar a tiempo para prestar una buena atención sanitaria.

Ahora, con las encuestas en contra, el Gobierno andaluz anuncia la contratación de 4.400 sanitarios. Pero no especifican ni de qué categoría van a ser esos profesionales ni por cuánto tiempo los van a contratar ni dónde se van a llevar a cabo esos contratos.

Nadie olvida que Moreno Bonilla ha echado en los últimos años a 18.000 sanitarios y que muchos más se siguen yendo de Andalucía para mejorar sus condiciones laborales y salariales. También prometió la incorporación urgente de 65 radiólogos. ¿Dónde están?

Los retrasos en los cribados de cáncer no son un problema puntual, como dijo el presidente de la Junta de Andalucía. No eran “dos o tres casos aislados”. Son miles de mujeres que no fueron citadas. Que no sabían si sus mamografías se habían realizado, registrado o perdido. Algunas, como Pepa —una mujer de 64 años—, descubrieron su cáncer de mama en la sanidad privada, tras dos años sin recibir una cita pública. Su caso no es único, y usted lo sabe.

El Parlamento Europeo ha mostrado su preocupación. Medios nacionales e internacionales se han hecho eco del escándalo. La asociación AMAMA ha denunciado ante la Fiscalía la desaparición de mamografías de los historiales médicos tras el anuncio de medidas legales. No se trata de un fallo técnico. No son errores puntuales. Se trata de un colapso generalizado que ha dejado a miles de mujeres sin atención ni respuestas. Y la respuesta del flamante nuevo consejero de Salud ha sido el desprecio y el insulto a esta asociación que debería merecer su respeto.

Y no solo es el cáncer de mama. ¿Qué pasa con los cribados de colon, próstata o cérvix? ¿Cuántas pruebas se han perdido? ¿Cuántos diagnósticos se han retrasado? ¿Qué pasa con ese paciente de Jaén que lleva casi un año esperando para que le extirpen un carcinoma, como denunció La Voz del Sur?

Andalucía no merece esto. No merece ser la comunidad donde más se muere, donde menos se invierte en salud, donde la calidad de la atención depende del código postal o del dinero que se tenga. Los andaluces merecen una sanidad pública que funcione. Que cuide. Que proteja.

Y eso solo se consigue con voluntad política. Con la misma firmeza que Moreno Bonilla ha mostrado para privatizar, recortar y convertir la salud en un negocio, debería ahora asumir su responsabilidad y garantizar el derecho a la atención pública, gratuita y digna antes de marcharse. Porque, al final, lo que está en juego no son votos. Son vidas.

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