Son días extraños, vamos saliendo hacia una nueva normalidad ya programada hace tiempo, sin embargo, la mediocridad, normalmente, sigue latiendo y amenazando con fuerza nuestro sistema inmune, el emocional y productivo. Stop a la mediocridad.

Vamos, que la crisis de la COVID19  ha terminado potenciando todas las malas praxis contemporáneas, el de la mediocridad adornada en influencers de pacotilla que construyen un mundo vibrante, pero virtual.

Seguimos repitiendo las mismas ideas desde hace 30 años, cuesta muchísimo ver ideas frescas, bien aterrizadas y que tengan en cuenta a la ciudadanía. 

El mediocre, en general, ese que no supera la media, vende consejos de sus llamados éxitos (pedos mentales) obviando compartir lo que no pudo alcanzar o aprendió de sus experiencias fallidas. Por experiencia, si nos va mal, nos justificamos y minusvaloramos méritos ajenos. 

Vaya escuela de malos ejemplos, hemos tomado el entretenimiento televisivo y titulares grandilocuentes como una verdad absoluta sin parar reflexionar si nuestro criterio tiene sentido común.

 

Estamos hasta arriba de mediocres, nos están cambiando el guión, es una amenaza real, que compromete muy seriamente nuestro futuro. Y muchos, incluidos los jóvenes vienen de un nivel de mediocridad que asusta, con modelos repetitivos en universidades y escuelas de negocio. Sólo con pasta no se hace un nuevo mundo.

¿Estamos fabricando borregos excelentes? 

Debatamos sobre la mediocridad, entendamos sus causas, William Deresiewicz ha aportado una visión interesante que puede ayudar en la explicación de cómo hemos llegado hasta aquí y qué consecuencias produce. 

En su libro “Excellent Sheep: The Miseducation of the American Elite”; explica cómo la universidad debería ser un momento para el autodescubrimiento, para establecer sus propios valores y medidas de éxito, para que puedan forjar su propio camino. El seguimiento de las grandes visiones nos convierte en incompetentes.

Los que alaban a los jóvenes, no se enteran de que son mendigos emocionales en manos de los que vienen, si no se les para antes.

 

El agotamiento emocional sumado al intelectual está dando como resultado la falta de ideas brillantes y soluciones imaginativas. 

Basta ya, dejemos de priorizar la autoexaltación, el estar al servicio de uno mismo, la búsqueda del éxito convencional (riqueza y estatus), sin ningún compromiso real con el aprendizaje, el pensamiento o con convertir el mundo en un lugar mejor, incluyendo insisto, a los ciudadanos.

 

¿Y dónde quedó el talento? 

 

El talento se convirtió en un sinónimo de mentes brillantes con ideas geniales que funcionan sobre el papel; pero de estos ya hemos tenido bastante porque claramente están por debajo de la media según explica mi amigo y experto en personas, José Luís Úbeda.

Hace falta mucho más respeto ante los que arriesgan en sus proyectos, arriesgan de su bolsillo o arriesgan sus trayectorias.

Necesitamos una sociedad que respete más a los que arriesgan y que ignore mucho más a los mediocres que solamente saben bloquear y destruir.

 

Trabajemos mucho más el SER, el sentir, para poder hacer y decidir alienados con la sociedad y no solo quedarnos en la parte más epidérmica. Sin sentir con foco, es casi imposible, que el verdadero talento oculto pueda abrirse paso.

 

 ¿Qué caminos se abren entonces?

 

Recomendar con educación a aquellos que encuentran un problema a cada solución que se aparten, puesto que vamos a necesitar soluciones palpables e imaginativas.  A más toxicidad, más tiempo reclaman. Dedicarles mucho tiempo es un gran error. Lo suyo no se soluciona con darles mucho más tiempo que a los comprometidos y a los generosos. Un talentoso tóxico podría ser letal.

Necesitamos hacer una campaña para la recuperación del talento basadas en estrategias ganadoras, valientes y que todos coincidamos en los objetivos para ejecutarlo y no para guardarlas en un cajón de buenas intenciones. No podemos por más tiempo seguir siendo el país gregario de otros.

El planeta está lleno de mediocres de élite cerca de la media con una toxicidad brutal. No les notas, pero un día te das cuenta que te han intoxicado. 

 

Menos quejas y más acción 

 

Necesitamos líderes más valientes, dependientes del sentido común con ideas que inquieten a la actual zozobra para que se puedan tomar decisiones valientes. Más hombres y mujeres que potencien las organizaciones e impulsen de forma pragmática planes para los próximos 10 minutos, 10 meses y 10 años. Sin esa perspectiva del tiempo es seguir haciendo campañas cortoplacistas y vanidosas.

Apostemos por aumentar proyectos, comunidades y espacios dialógicos que exijan conocimientos, cualificación y por supuesto esfuerzo llevado a la práctica, sin fallo positivo no hay actitud resiliente y positiva.

Insuflemos esperanza, hemos sabido superarnos ante las dificultades y puedo confirmar que estamos en ello, que hay librepensadores que desde análisis realistas trabajan para crear espacios de colaboración activa, crecimiento y mejora continua.

Eso sí, demos vacaciones ilimitadas a los mediocres que no saben que no lo son (sus espejos sí).

 

Diego Martos

Director de Talento Juntos