La periodista Ángeles Caballero, cuya madre falleció en una residencia durante la pandemia del coronavirus, ha escrito una carta abierta al número dos de Isabel Díaz Ayuso, Enrique Ossorio, después de que éste dijera que los familiares “ya han superado” las muertes en estos centros y que no es necesaria una comisión de investigación tras la gestión de la Comunidad de Madrid sobre la materia, cuando el protocolo decidió qué personas debían ser trasladadas a un hospital y cuáles no.

El asunto, que ya desde entonces no ha dejado de estar en boca de todos, ha vuelto aún más a un primer plano con el libro del exconsejero de residencias en la región, Alberto Reyero, Morirán de forma indigna (Libros del KO), a partir del cual él mismo ha dado detalles de cómo se gestó una época que quedará siempre en la retina de los madrileños y, muy especialmente, de los familiares que perdieron a un ser querido.

“No se qué número lleva mi madre en el conteo de muertos”

Una de esas personas fue la protagonista de estas líneas, cuya progenitora falleció en marzo de 2020, en lo más duro de la pandemia. En esta línea, Caballero detalla en una misiva publicada en El Confidencial cómo lleva el duelo e invita al consejero de la presidenta autonómica a un encuentro con para explicarle por qué hace falta investigar lo que pasó.

“Yo soy autónoma, así que estoy a su disposición cuando usted me diga. Porque para ir a la sede de la Comunidad de Madrid, en la Puerta del Sol, tengo línea de metro directa desde casa. Usted me dice y yo voy”, apunta. “Y le cuento cómo lo llevo. Y le digo cómo va mi duelo. Y mi día a día. Prometo dejarme el mal genio en casa. Ya saben mis patrones que soy de poco discutir y mucho de llorar”, apostilla en uno de los párrafos.

Por partes, al principio del texto la informadora comienza exponiendo cómo fue aquel día y los siguientes: “Fue un día raro, una agonía previamente narrada con todo lujo de detalles por teléfono. Fue enterrada cuatro días después en uno de los nichos del cementerio donde están sus padres y su marido. Su lápida llevaba el número 83 y diseñé el texto y el tipo de letra de su nicho con un mensaje de WhatsApp. El marmolista me recomendó ponerle algo de color, una rosa roja esculpida en la piedra, porque iba a quedar más vistoso. Pero mi madre odiaba el colorao porque decía que es un color que solo llevan las frescas, así que lo dejamos sin florituras”.

No sé que número lleva mi madre en el conteo de muertos, pero fueron 7.290 historias más en esos días. Fueron 7.291 personas fallecidas. Mi teléfono no ha sonado desde ese arranque primaveral de 2020, con todos metidos en casa esperando a las ocho para aplaudir en los balcones. Pero es que yo, señor Ossorio, en realidad no soy nadie. Y en todo este tiempo han pasado muchas cosas en mi vida. También en las de otros familiares, intuyo”, lamenta para contar a renglón seguido cómo lleva el duelo: “A veces basta con ver a cualquiera de los miles de señoras que pasean, que de repente se convierten en ella, aunque no se parezcan”.

“Les dio igual. Y no pasa nada porque hemos decidido cambiar viejos por cerveza”

Caballero cuenta asimismo su experiencia con familiares y con otros compañeros de tertulia sobre un hecho que ha dado para horas y horas de debate -aunque haya poco que discutir sobre ello- tanto en lo personal, como en lo profesional. La sensación la resume la informadora con una frase de Reyero que éste pronunció en la publicación de su libro y que le dijo un compañero: “Les da igual”.

“Y estas tres palabras resumen mucho de lo ocurrido. Porque les dio igual en marzo de 2020 y les da igual en octubre de 2022. Y no pasa nada, porque en las urnas hemos decidido cambiar viejos por cerveza”, asume en un texto que merece la pena leerse completo por lo clarividente que es. “Con estos bueyes tenemos que arar, con esta decencia de la que usted parece carecer me enfrento yo a mis días laborables, mis festivos y mis fiestas de guardar. A esos días en los que me digo que tengo que meter un lanzallamas en el bolso, aunque luego me contenga”.

No esconde, eso sí, que, a veces, cuando escucha a Ossorio se convierte en “trueno desbocado”. “Pero luego lo pienso, y me acuerdo de ella, de otros familiares con los que he tenido la oportunidad de hablar este tiempo, de las mujeres que se ocuparon de la Martín en sus últimas horas. Y gana la decencia. Y pierden los insensibles como usted. Pero sepa que tiene remedio. Solo nos separan tres paradas de metro. El café y el duelo los pongo yo”, concluye.