La zozobra económica de los años 2000 y que, al poco tiempo, vivió la lógica mutación en una crisis que, a su vez, enseguida se ganó el calificativo de ‘sin precedentes’, dejó por el camino demasiados daños colaterales.

Este eufemismo, tan utilizado en tiempos de guerra como argumento artificial que justifique la muerte de civiles, le va casi como anillo al dedo a los afectados por los desmanes financieros de otros.

Aquella crisis económica todavía no se ha superado debido, sobre todo, a los recortes que en diferentes ámbitos se articularon desde el Gobierno (y la Unión Europea) con el objetivo de dejar de ‘despilfarrar’. El resumen del austeridazo, como en su momento fueron definidas esas políticas de las que luego se reconoció su ineficacia, o la insolente acusación de que “vivíamos por encima de nuestras posibilidades”, se plasma en los recortes en servicios públicos como la educación o la sanidad, además del mundo del trabajo.

Precisamente, en este ámbito laboral y empresarial también ha repercutido de manera importante todo lo anterior que, a su vez, se ha traducido en otra medida “política”: la reducción de las partidas estatales y autonómicas destinadas a la formación.

El profesor de Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona y miembro del equipo investigador QUIT, Andreu Lope, analiza esto en un trabajo publicado por el Observatorio Social de “la Caixa” bajo el título ‘Ampliar y mejorar la formación de las personas ocupadas: una necesidad’.

Políticas activas de empleo

A su juicio, uno de los “elementos fundamentales de las políticas activas de empleo es la formación” y esta fue abandonada a raíz de la crisis económica. Este tipo de acciones, en el caso de las personas ocupadas, se dividen entre la continua y la de oferta, dependiendo esta última de la administración central. Es la que, debido a la situación financiera del país, se ha visto reducida de manera drástica. Es ésta la que se destina a los ocupados.

El autor tiene claro que, se trató de “una decisión política. En los momentos críticos de la crisis los fondos destinados a este tipo de formación prácticamente desaparecieron”. Reconoce la validez del mantra de que aumentar la cualificación, reforzar la formación, “es muy importante para parados y personas ocupadas”. Sin embargo, en la práctica “los recursos que se destinan a esta materia se han reducido mucho”.

Lo que denunciaron en su momento desde sectores económicos o docentes con respecto a las medidas a adoptar contra la crisis, para Andreu Lope fueron las opuestas a las que se deberían haber tomado.

“Cuando en los momentos álgidos de la crisis aumenta mucho el desempleo y hace falta formar tanto a los desempleados, como a los ocupados, eso se reduce drásticamente”, lo que provoca que “sus efectos sobre el empleo sean especialmente negativos”, asegura.

En un instante en que lo adecuado para esa situación era destinar más recursos en lugar de recortar, se optó por lo último. Insiste el profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona en que es “una opción política”, recordando que esos recortes se efectuaron -y se mantienen- sobre “determinados elementos del mercado laboral, la sanidad, la educación, etc.”.

La transformación digital

Pasado el tiempo, con la recuperación económica ya consolidada, otros factores pululan sobre el mundo del trabajo. El principal tiene que ver con la modernidad que marcan las nuevas tecnologías.

Datos formación personas ocupadas en los últimos años (Infografía Observatorio Social "la Caixa").

Lope no relaciona la repercusión de la crisis sobre el desempleo con la aplicación o la implantación de los avances y la innovación tecnológica en el sector empresarial.

De entrada, dice, hay que identificar que España “es un país retrasado en esa transformación”, si bien agrega que, en general, “el desempleo generado por la crisis” no tiene que ver con este fenómeno.

No desdeña la posibilidad de que esa “aplicación tecnológica”, en la actualidad, al darse en mayor medida “sí pueda provocar efectos más negativos en términos de empleo”, aunque enseguida aclara que se trata de una posibilidad: “Hay estudios que muestran diversas tendencias”.

La formación ante las NNTT

Al margen de lo anterior, el estudio publicado por el Observatorio Social de “la Caixa” también aborda la importancia de la formación de las personas ocupadas en el proceso de adaptación a las NNTT.

Esa “imprescindible” adecuación se realiza, como indica Andreu Lope, “a través de dos grandes mecanismos. Uno es la formación continua en las empresas, y otro la formación que se denomina de oferta para ocupados que se nutre de fondos estatales y se imparte a nivel estatal y de CCAA”. Precisamente, los dependientes del Estado son lo que se han reducido muchísimo en los últimos años.

“Esta situación puede y debe revertirse”, asevera el autor, para quien esa formación continua destinada a los trabajadores ocupados es muy importante “por diferentes motivos”. Entre otros destaca “los cambios que afectan al mundo del trabajo y de la empresa, los tecnológicos y organizativos, que son los que se producen en el marco de lo que se denomina Sociedad del Conocimiento”, algo que significa que “las personas que ya tienen empleo también necesitan adaptar sus conocimientos, sus capacidades, sus cualificaciones a los cambios en el mundo del trabajo”.

Según su opinión, si esa adaptación o adecuación a los cambios no se producen esas personas “son incapaces de progresar en los empleos e, incluso, hay riesgo de que los pierdan”.

Andreu Lope reconoce que “tendencialmente no se puede ser muy optimista”, si bien tampoco descarta que “finalmente se decida que es fundamental e imprescindible aumentar la formación para las personas ocupadas y se destinen los recursos para ellos”. Como sucede casi siempre y con prácticamente todo, la última palabra la tienen los representantes de la clase política.