Portugal se ha convertido en uno de los países pioneros en probar la semana laboral de cuatro días, una medida que busca mejorar la calidad de vida y el rendimiento de los trabajadores. Trabajar menos, vivir más. El proyecto piloto, que comenzó en septiembre de 2022 y finalizará en abril de este año, ha involucrado a más de mil empleados de 41 empresas de diferentes sectores. Los primeros resultados son muy alentadores y muestran los beneficios de esta iniciativa tanto para los trabajadores como para las empresas.

La semana laboral de cuatro días no es una idea nueva, sino que ha sido ensayada por otros países como Islandia, Reino Unido o España, con resultados positivos. Sin embargo, todavía se enfrenta a la resistencia y el escepticismo de muchos que la ven como una utopía irrealizable o una amenaza para la competitividad. La experiencia portuguesa demuestra que se trata de una propuesta viable y beneficiosa, que no implica una pérdida de productividad ni de salario, sino una mejor organización del trabajo y una mayor satisfacción de los empleados.

Los datos preliminares del estudio que evalúa el proyecto piloto revelan que el 95% de las empresas que participaron en el ensayo observaron cambios positivos en sus trabajadores. Estos cambios se refieren principalmente a la mejora de la salud mental, una de las grandes preocupaciones de la sociedad actual, especialmente tras la pandemia de COVID-19 y la posterior crisis económica. Los trabajadores que se acogieron a la semana laboral de cuatro días experimentaron una reducción significativa de los síntomas de ansiedad, fatiga, insomnio, depresión, tensión y soledad. Además, el 85% de ellos mejoraron en al menos uno de estos indicadores.

La reducción de la jornada laboral también permitió a los trabajadores dedicar más tiempo a su bienestar físico y a sus relaciones personales. Los que nunca hacían ejercicio físico disminuyeron del 27% al 14,5%, y los que se quejaban de la dificultad de conciliar la vida familiar y la laboral pasaron del 48% al 8%. Asimismo, los trabajadores expresaron una mayor satisfacción con su trabajo y con su salario. De hecho, para cambiar a una empresa donde tuvieran que volver a la semana laboral de cinco días, exigirían al menos un aumento salarial del 20%.

Las empresas también se beneficiaron de la medida, ya que lograron mantener o incluso aumentar su nivel de producción con menos horas de trabajo. Para ello, adoptaron diferentes estrategias organizativas, como la reducción de reuniones, la creación de bloques de trabajo o la adopción de nuevo software. Además, las empresas mejoraron su gestión de recursos humanos, al ofrecer a sus empleados una alternativa a los aumentos salariales y al reducir el nivel de estrés entre ellos. Esto se tradujo en una mayor capacidad de reclutamiento y retención de trabajadores, así como en una mejora de la imagen y la reputación de las empresas.

Los resultados definitivos, en abril

El estudio definitivo sobre el proyecto piloto será presentado en abril de 2023, y las empresas tendrán entonces la opción de mantener la reducción, regresar a la semana de cinco días o ajustar el formato. El coordinador del proyecto, el profesor de Economía de la Universidad de Londres Pedro Gomes, espera que la experiencia portuguesa sirva de ejemplo e inspiración para otros países que quieran apostar por la semana laboral de cuatro días, una medida que, según él, "puede contribuir a una sociedad más feliz, más sana y más productiva".

De Nueva Zelanda a Islandia: la revolución de la semana laboral de cuatro días

Asimismo, como se señalaba en las líneas anteriores, la adopción de una jornada laboral de cuatro días ha sido objeto de interés en varios países alrededor del mundo, y algunas empresas e incluso ciudades han implementado este enfoque con resultados mixtos pero generalmente positivos. En este sentido, una de las experiencias más destacadas proviene de Nueva Zelanda, donde en 2018 la firma de servicios financieros Perpetual Guardian llevó a cabo un experimento de seis semanas, reduciendo la semana laboral de 40 a 32 horas. Los resultados fueron alentadores: los empleados reportaron una mejora en el equilibrio entre trabajo y vida personal, así como una mayor satisfacción y compromiso laboral. Además, la productividad de la empresa no se vio afectada, e incluso hubo un aumento del 20% en la percepción de la productividad por parte de los gerentes. Este caso generó un debate nacional sobre la posibilidad de adoptar una jornada laboral más corta.

En Islandia, un estudio llevado a cabo en 2019 por el Consejo de Investigación de Islandia y la Asociación de Municipios de Islandia encontró que la reducción de la jornada laboral a cuatro días no solo mejoró el bienestar de los empleados, sino que también aumentó la productividad y la satisfacción laboral. Este experimento involucró a cerca de 2,500 trabajadores en diversos sectores, incluidos servicios sociales, salud, educación y gobierno. Los resultados respaldaron la eficacia de esta medida en diferentes contextos laborales.

Otros países europeos también han explorado la idea de una jornada laboral más corta. En Suecia, varias empresas y municipios han experimentado con semanas laborales de 30 o incluso 6 horas, observando mejoras en la salud y el bienestar de los empleados, aunque también han surgido desafíos en términos de cobertura de servicios y costos. En Finlandia, el gobierno ha expresado interés en explorar la posibilidad de una semana laboral de cuatro días como parte de sus políticas de bienestar y equilibrio entre trabajo y vida personal.

Fuera de Europa, Japón también ha sido un lugar de experimentación con jornadas laborales más cortas. En 2019, Microsoft Japón llevó a cabo un ensayo de un mes con una semana laboral de cuatro días, y los resultados mostraron un aumento del 40% en la productividad. Esta iniciativa resaltó la importancia de la eficiencia en el trabajo y la flexibilidad horaria.

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