Las elecciones del 14-F confirmadas justo en comenzar la campaña electoral no cambiarán mucho las cosas (una mayoría clara del independentismo) de acertar en su predicción CEO (Centre d’Estudis d’Opinió de la Generalitat) que difiere de la efectuada hace unos días por el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas dependiente del gobierno central) anunciando una victoria del PSC y una batalla abierta por la mayoría. Ninguno de los dos barómetros recoge el impacto emocional de la intervención del TSJC anulando el decreto del gobierno catalán que intentaba suspender la convocatoria, ni la participación en la campaña de los dirigentes encarcelados ni la muy probable respuesta de la fiscalía para oponerse al tercer grado de los condenados.

La abstención aporta incertidumbre a unas elecciones de por si inciertas dadas las circunstancias creadas por la pandemia. Este miedo se ha instalado de repente en el centro de la campaña, una vez confirmada la fecha, automáticamente fijada por la decisión del Parlament de no investir a ningún presidente para substituir a Quim Torra, aunque ahora los mismos que provocaron el automatismo quieran presentar la convocatoria como un invento impuesto por el TSJC. El último sondeo en publicarse, el del CEO, apuesta por una participación del 62%, lo que supondría un descenso de casi 20 puntos respecto a 2017. Tradicionalmente, la participación en las elecciones autonómicas rondó el 60%, hasta que el Procés la impulsó notablemente.

El principal motor de esta abstención es la inseguridad de la jornada electoral que el gobierno catalán intenta paliar con diversas medidas destinadas a garantizar la salud de los miembros de las mesas electorales y con el establecimiento de una horario protegido para los electores en cuarentena. La abstención provocada por el miedo al virus se complementa con la abstención atribuible al descontento existente por la gestión sanitaria y económica de la pandemia por parte de uno u otro gobierno (o de los dos), especialmente autónomos y pequeños empresarios.

La innegable y persistente polarización del electorado evitará, probablemente, la transferencia de voto entre independentistas y anti independentistas, convirtiéndose en el principal obstáculo para una modificación substancial del mapa parlamentario. En esta coyuntura, la abstención se presenta como una vía de escape de los decepcionados con sus partido de siempre, reticentes sin embargo a favorecer con su voto al bloque adversario por motivos estrictamente identitarios.

Esta actitud de malestar social y empresarial afectaría en mayor medida a JxCat y ERC, cuya responsabilidad en esta gestión es muy criticada aunque ellos intenten traspasar la responsabilidad al ex ministro de Sanidad ahora candidato del PSC. El paquete de ayudas por valor de más de 600 millones, aprobado en el último minuto por la Generalitat destinado a estos sectores, se explicaría en este contexto. En este ámbito podría tener un papel relevante el PDeCat, porque es probable que muchos de estos defraudados con tentaciones abstencionistas procedan del electorado tradicional del partido nodriza, Convergència.

La candidata del PDeCat, Àngels Chacón, se presenta como una independentista moderada y muy crítica con la gestión de sus antiguos compañeros de gobierno, de la que fue cesada por Quim Torra tras la ruptura de JxCat. Los sondeos sitúan a los herederos de CDC en el límite de obtener algún escaño. De entrar en el Parlament, su presencia constituiría un problema complementario a JxCat y ERC, dada la incompatibilidad manifiesta del PDeCat para formar parte de una mayoría absoluta con la CUP. Los neoconvergentes no olvidan que la CUP forzó la renuncia de Artur Mas a la investidura y consideran el protagonismo de los antisistema como una de las razones esenciales de la crisis política del independentismo.

La abstención previsible también afectará al bloque anti independentista, aunque en esta ocasión, la eventualidad de una alternativa pueda actuar de freno a esta tentación. La hipótesis del “ahora, sí” es muy celebrada por el círculo de opinión constitucionalista, aunque en realidad es muy endeble, al margen de que el PSC pueda quedar en primer o tercer lugar por el empuje proporcionado por Salvador Illa. La suma PSC, Comunes, Ciudadanos, PP y Vox es un improbable metafísico en la política catalana a día de hoy. Mucho más que una mayoría formada por ERC, PSC y Comunes, que también es altamente improbable en esta etapa de crispación y bloqueo. Cualquier cambio substancial en este bloqueo deberá esperar muy probablemente a conocerse los efectos sociales de los indultos y la modificación del Código Penal, de materializarse ambas iniciativas.

Junto a la abstención, el protagonismo recae en la participación presencial de los políticos presos en la campaña gracias al beneficio del tercer grado penitenciario. Su efecto palidece algo por la división entre ellos en línea con la tensión existente entre sus respectivos partidos. De todas maneras, sus proclamas de reincidir en la unilateralidad (como primera opción por parte de JxCat, como segunda y resignada vía por parte de ERC) ganan fuerza al ser protagonizadas por sus dirigentes encarcelados.

Carles Puigdemont participará telemáticamente en la pugna entre socios de gobierno (el actual y el siguiente) desde Waterloo. Su primera intervención tras semanas de silencio ha sido para desautorizar la estrategia del partido de Junqueras. En su opinión, la vía ancha a la independencia (ampliación de la base y diálogo) defendida por ERC solo sirve para recoger algunas migajas de Madrid y para resquebrajar la unidad del independentismo.

La intervención del TSJC permite a JxCat y a ERC estar de acuerdo en algo, además de actuar como acicate para frenar la deserción de los más decepcionados. “Votar contra el TSJC” siempre es un aliciente para no tener que entrar en el fondo de las rencillas entre sus partidos. Esta coincidencia táctica podría acrecentarse de presentar recurso la fiscalía contra la concesión del tercer grado de los condenados. El retorno a la prisión de estos dirigentes en los próximos días supondría un impulso incalculable a la campaña independentista. Junqueras ya se ha adelantado en su primera intervención: “nos tienen miedo, por eso nos han silenciado. Soy consciente de que ahora mismo están haciendo todo lo posible para volvernos a encerrar”.