Miembros de una asociación de afectados por el atentado del 11M descubrieron este fin de semana cómo su memoria está a la venta en plataformas como Wallapop. Se han puesto a la venta en estas aplicaciones ladrillos que conformaban el antiguo monumento de Atocha por 30 o incluso hasta por 200 euros, según informa eldiario.es. Estas asociaciones ya contemplaban este escenario cuando el Ayuntamiento les comunicó, el pasado mes de marzo, que las piezas del memorial aledaño a la estación se repartirían de manera gratuita entre los madrileños tras su desmontaje.
El pasado 13 de abril, el Ayuntamiento de Madrid entregó unas 5.000 piezas a los vecinos de la capital, enmarcado en una iniciativa bajo el título de Una pieza de nuestra memoria, con el fin de dar una nueva vida a los ladrillos transparentes que hasta hace escasas fechas constituían un lugar para el recuerdo de las víctimas de los atentados yihadistas del 11 de marzo de 2004. El desmontaje del monumento comenzó el pasado mes de otoño, mientras la Comunidad de Madrid y el Consistorio decidieron guardarlos a buen recaudo hasta la adopción de una decisión definitiva. José Luis Martínez-Almeida, en este caso, se adelantó a Isabel Díaz Ayuso y optó por repartir los vidrios a todo aquel ciudadano que lo pidiera.
Sin consultar a los familiares de las víctimas, el Ayuntamiento organizó la entrega de los ladrillos transparentes. En los alrededores de Cibeles se formaron grandes colas, a pesar de que en los días previos los interesados tuvieran que apuntarse en un formulario municipal para guardar sitio y recibir la pieza, acompañada de una bolsa con el lema institucional de la campaña y un folleto. Semanas después, algunos de los vidrios regalados por la Corporación municipal aparecían en diversas plataformas de compraventa de segunda mano como Wallapop.
Especulación con la memoria de las víctimas
Según relata eldiario.es, citando al presidente de la Asociación 11M Afectados del Terrorismo, entre los anuncios que se han encontrado “hay alguno que vendía los ladrillos por 200 euros e indicaba que podía negociar un precio mejor si pedían más de uno porque tenía muchos”. La proliferación de estos anuncios en páginas de tal tipología induce a pensar a los miembros de la asociación que muchos de los madrileños que asistieron al Consistorio para conseguir su vidrio lo hicieron para obtener el máximo beneficio posible y hacer negocios con ellas.
Cada pieza pesaba unos 8,5 kilogramos, con unas dimensiones de 30x20x7 centímetros, motivo por el cual el gobierno municipal recomendó a los vecinos que se interesaron por los ladrillos portar una suerte de soporte para su transporte. Sin embargo, en el seno de la asociación, según el citado medio, no entienden cómo pudo ocurrir que, habida cuenta de la existencia de un listado, no detectaron que ninguno de los inscritos se llevara una pieza de más. De hecho, algunos de los usuarios que pusieron a la venta las piezas dicen que cuentan con hasta 15.
A estos anuncios se le agregan otros que se ofrecen a limpiarlos por un módico precio de 40 euros. “Recogida y entrega en 24-48 horas en Plaza Castilla o Chamartín”, ofrece un usuario en la publicación. Relatan que los vidrios quedarían libres de silicona o pegamento, además de que agregar que si se solicita la limpieza de uno o más ladrillos, el precio baja en diez euros.
La decisión del Ayuntamiento
Las asociaciones se remitieron al Consistorio tras anunciar el método de entrega a las víctimas. Entendían que los vecinos quisieran guardar parte de este monumento por el impacto que tuvo para todos, “pero debían darle prioridad alas familias y afectados” por la masacre. En un documento, según relata eldiario.es, Eulogio Paz, presidente de la Asociación 11M, expresó que los deseos del colectivo eran que se usasen en “el nuevo monumento”, mientras que otra parte habría que destinarse a las familias de las víctimas y los ladrillos restantes, para el resto de madrileños.
El Ayuntamiento desoyó al colectivo de familiares de las víctimas, entregando la totalidad de piezas a otros ciudadanos. La asociación, tras enterarse de que la huida hacia delante de la Corporación, advirtieron de los posteriores usos espurios de las piezas. El propio Eulogio Paz avisó de que debían redactar una suerte de contrato para especificar a los receptores que “no eran elementos destinados a la comercialización”. Sin suerte. Los vidrios -algunos- han acabado en páginas de compra-venta de artículos de segunda mano y, lo que es peor, siendo objetos para la especulación. Unos artículos que, cabe recordar, llevan grabadas las huellas dactilares de los fallecidos en el atentado.
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