La RAE define al querulante como un “querellante patológico”. Es decir, un querulante es una persona que presenta denuncias y querellas carentes de toda lógica y sin pruebas que sustenten lo denunciado. Pues bien, el Tribunal Supremo le ha contestado al polémico juez Juan Carlos Peinado, en el archivo de su exposición razonada contra el ministro de Justicia, Félix Bolaños, exactamente con las mismas palabras que le contestó a un conocido abogado que se dedica a poner querellas a peso y sin fundamento.
Con respecto a la denuncia contra varios ministros, entre los que se encontraban María Jesús Montero o Ángel Víctor Torres, por delitos de blanqueo de capitales y otros que incluía un listado de cuentas en bancos de República Dominicana de miembros del Gobierno español y diputados, el Alto Tribunal inadmitió la denuncia debido a “la absoluta ausencia de cualquier indicio mínimamente fundado, primero sobre la existencia de algún delito y segundo, de indicios fundados o dotados de mínima verosimilitud sobre la participación en el mismo de las personas mencionadas en la denuncia”.
Pues bien, el mismo Tribunal Supremo le dice a Peinado que archiva la exposición razonada que envió “ante la absoluta ausencia de cualquier indicio mínimamente fundado o dotados de mínima verosimilitud, sobre la participación en ellos de la persona mencionada en la exposición razonada, procede el archivo de la presente causa”.
De jueces y jubilaciones
Esto sería incluso gracioso si no fuera porque Juan Carlos Peinado es magistrado, viste toga con puñetas y tiene la capacidad de dilatar cuanto quiera un procedimiento, o de enviar a prisión a los ciudadanos que pasan por su juzgado. Poca broma con aquellas personas que tienen la llave de la libertad de otro ser humano en sus manos.
Este miércoles decía el periodista Javier Aroca en el programa Malas Lenguas de TVE que Peinado actúa así porque está al borde de la jubilación, se jubila en octubre, y porque sabe que el Consejo General del Poder Judicial no puede hacer nada contra él haga lo que haga por este motivo, pues cualquier decisión que tomen llegaría con Peinado ya disfrutando de su jubilación.
Ese debate televisivo me ha hecho pensar, lectores, en la impunidad manifiesta con la que determinados sectores, entre ellos el de los jueces, pueden actuar cuando se acerca su jubilación. Las resoluciones de Manuel García-Castellón en sus últimos dos años de carrera también son para echarles una miradita. Si cualquier trabajador a terceros hace la mitad de la mitad de lo que está haciendo Peinado, ya les digo yo que como mínimo le abren un expediente, por no decir que lo despiden con despido procedente. Pero los jueces pertenecen a una categoría a la que no pertenecemos ni ustedes ni yo. La vida es así de dura.
Y si creen que este caso será el último que verán, no sean ingenuos, por desgracia para nosotros, los ciudadanos, tardará más o menos pero volveremos a ver a otro juez o jueza actuar como Peinado. Y como Juan Carlos Peinado, lo más probable es que lo haga sin ningún tipo de consecuencia para él o ella. Eso sí, los periodistas aquí seguiremos para que las tropelías de los poderosos no sean escondidas debajo de ninguna alfombra. Eso, lectores, se lo prometo.