El sumario de la DANA, al que ha accedido ElPlural.com, ha dejado varias cosas claras: que la mayoría de las muertes se produjeron antes de que sonara la alerta, que muchas eran evitables y que hay un responsable inequívoco, la Generalitat Valenciana, cuyos dirigentes son la exconsellera Salomé Pradas y el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón. A la cabeza eran los máximos responsables de la emergencia y del Consell respectivamente. Como muy claramente explica la magistrada de Catarroja en sus autos hubo una “actuación negligente”, y la alerta no solo fue “tardía” sino que contenía un mensaje “erróneo” pues le pedía a la población que no se desplazara pero no les instaba a buscar sitios en altura para proteger sus vidas.
Los cuatro tomos que se han conocido son un relato del terror que pasaron los familiares de las víctimas mortales, cuyos nombres este periódico no pondrá por respeto. El sumario solo puede tildarse de escalofriante. En sus páginas se puede leer como a partir de las seis de la tarde el tsunami de agua y lodo comenzó a arrasarlo todo mientras la población, ajena a lo que se le venía encima, bajaba a los garajes a sacar los coches. Unos garajes que se convirtieron en verdaderas ratoneras donde muchas de las víctimas perdieron la vida. Las casas bajas fueron el otro lugar donde muchos valencianos murieron ahogados, nadie les avisó. Muchos eran personas mayores con algún tipo de dependencia. El sumario contiene las capturas de pantalla de los mensajes, sin respuesta, que los familiares les enviaban a las víctimas.
Las voz de las víctimas
En su relato ante la juez, una mujer de Sedaví que ha perdido a su hermana explica: “Todo ocurrió antes de que llegara la alarma de alerta, nadie sabía nada”. Como otra vecina de Benetússer, cuyo marido se ahogó cuando sacó el coche del garaje y, buscando sitio para aparcar se vio sorprendido por la riada. Consiguió salir del vehículo y llamar a su mujer pidiendo ayuda. Se agarró a una reja, pero un coche lo golpeó y fue absorbido por el agua que entraba en un parking. Es desgarrador leer cómo su esposa le cuenta a su señoría que “los vecinos le oían gritar auxilio durante 40 minutos”.
Unos gritos de auxilio que resonaban por las calles de los diferentes municipios desde las seis de la tarde, al igual que se filtraban en las llamadas desesperadas que las víctimas les hacían a sus familiares o amigos. En el sumario se puede leer como una mujer de Catarroja llamó a la cuidadora de su madre, de más de 90 años. La cuidadora le dijo que estaba entrando un “hilo” de agua, hilo que se convirtió en un verdadero río. Esta mujer llamó a la hija de la anciana desesperada, le dijo que su madre se había ahogado y que ella se iba a ahogar, que iba a morir. No fue hasta pasadas las cinco de la madrugada cuando pudo llegar a casa de su madre, a la que encontró ahogada en el suelo. La cuidadora pudo salvar su vida de milagro.
Gritos de auxilio que los vecinos escuchaban mientras la impotencia los corroía, como les sucedió a otros vecinos de Catarroja. Su vecina, otra anciana, que necesitaba un andador para poder andar, llamó a su hija. “Me voy a morir ahogada”, le decía por teléfono. Ella intentó ir a socorrer a su madre, pero los coches arrastrados por el agua se lo impedían. Cuando por fin llegó, ya entrada la madrugada, los vecinos le dijeron que intentaron socorrerla, pero que había una reja en el deslunado que les impedía llegar a ella, pero que “la oían gritar y pedir ayuda”, lo único que decía, antes de perder la vida, “socorro, socorro, que me ahogo”.
Verdaderamente escalofriantes son los relatos de ciudadanos de nacionalidad china. El primero, de Benetússer, vio como el agua se llevaba a su hija de 12 años delante de sus ojos. La riada les pilló en el bar que regenta junto con su mujer, como él mismo le explicó a la juez, “les llegó la alerta al móvil cuando ya estaba el agua en el bar a dos metros y medio”. Literalmente con el agua al cuello salieron del bar. Unos vecinos les dieron una escalera y la niña trató de subir, pero el agua se la llevó mientras él se lanzaba a intentar salvarla, pero otra vez los coches que eran arrastrados como papel por el viento, le impidieron llegar hasta ella. El cuerpo de la pequeña apareció en Massannassa, a más de un kilómetro de donde se la llevó el agua.
El segundo es la historia de un vecino de Massannassa que tenía un bazar con su madre. A las ocho menos cuarto se vieron obligados a buscar refugio sobre una furgoneta y se agarraron a una rejilla. Sin embargo, “el agua venía con más fuerza y la furgoneta se movió y se fue, quedándose ellos enganchados con las manos de la rejilla, pero su madre aguantó un par de segundos como mucho (…). Solo vio la mano de su madre fuera del agua”. Finalmente, él pudo salvar la vida gracias a que un vecino le lanzó una sábana. Vecino que ese 29 de octubre salvó la vida a siete personas.
El sumario está plagado de testimonios desgarradores como los anteriores. Relatos que explican que la gente ya se había ahogado antes de las 20.11 minutos cuando la exconsellera Salomé Pradas dio la orden de enviar, manifiestamente tarde, un mensaje de alerta no solo tardío sino “erróneo”. Un mensaje que hubiera evitado que muchas de estas personas murieran por “asfixia mecánica” con los pulmones llenos de barro, tal y como se desprende de los informes de autopsia que constan en el sumario.