Ignacio Marín (Madrid, 1984) presenta a ElPlural.com su primera novela, Edificio España (Editorial Atrapasueños). Politólogo, periodista y escritor (antes de esta aventura había ganado el certamen internacional Narrativa del Centenario del PCE, convocado en 2021), este vallecano de cuna escribe ahora sobre los convulsos años 70, marcados por el tardofranquismo, un término que aparece en partes de esta entrevista y de su historia.

Madrid, 1973. La terraza del Hotel Plaza, epicentro nacional del poder y sus placeres, está siendo testigo de unos crímenes que pueden hacer tambalear el Régimen. El subinspector Eugenio Martín, con la ayuda del sindicalista Paco Ayuso, tratará de arrojar luz sobre los asesinatos y desapariciones de unas camareras que tienen en común su origen humilde. Una de ellas, Rosa, de pasado y futuro inciertos, les ayudará a conocer Tío Pío, el poblado de Vallecas en el que desemboca el rastro de aquellos crímenes. Y frente a ellos, el alférez Blasco, celoso guardián de los secretos que ponen en peligro la continuidad de la dictadura.

Muy concienciado con la memoria histórica, Marín analiza de pe a pa la situación política actual, marcado por un auge cada vez más claro de la extrema derecha, la imagen en las últimas semanas de la derecha democrática y un trabajo insuficiente (aunque no discute, quizá obligado al estar en el Gobierno) de “la izquierda a la izquierda del PSOE”.

Lamenta también en estas líneas el trato del ya solo alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, hacia Almudena Grandes, quien dejaba huérfana a la familia de las letras hace unos meses. Asimismo, y en lo estrictamente social, nos hace una visita guiada por el emblemático barrio de la ciudad en busca de su desestigmatización, vinculada en esta ocasión con el Edificio España, otro indispensable de la capital y, en realidad, de todo el país. Esto y muchísimo más en las siguientes líneas.

Pregunta (P): Orgulloso imagino con el resultado, esperemos que también el recibimiento, de la que es tu primera novela.

Respuesta (R): Muchas gracias. Ha sido un camino difícil, pero verla publicada compensa todos los esfuerzos y sinsabores. Por un lado, el proceso creativo es complicado, a veces puedes sentirte atascado, carente de inspiración, y piensas en renunciar. Por otro, todo aquello relacionado con la publicación, con la búsqueda de una editorial, es bastante difícil, es un terreno abonado para la frustración. Pero en definitiva, se trata de un proceso muy interesante que animo que emprendan todos los interesados en la narrativa.

P: Me llama la atención el título: Edificio España. Suena un poco a una Marca España de la época. ¿El golpe de realidad, más allá de la ficción de la novela, empieza ya ahí?

R: Pues lo cierto es que has captado la idea perfectamente. En esta novela quería concebir el Edificio España precisamente como una alegoría de España, de todo el país. Los de arriba lo están pasando de miedo, con total impunidad, mientras que los de abajo funcionamos como un sostén de ellos, somos los cimientos. Pero el día que nos cansemos… se cae el edificio entero.

"Los de abajo funcionamos como un sostén de los de arriba. Pero el día que nos cansemos, se cae el edificio entero"

 

P: ¿Y dónde continúa? Es decir, ¿cuál es tu objetivo primero en el lector con este libro y dónde lo vemos más claro: en los personajes, los escenarios, la trama misma…?

R: Edificio España es una novela negra atravesada por la temática social. Quiero ofrecer una trama policiaca interesante, con intrigas y acción, y a la vez denunciar las condiciones de vida de ese Madrid obrero tan ignorado, tanto entonces como ahora. Y lo he hecho contraponiendo en la trama dos realidades muy distintas.

Por un lado, el Edificio España, que alojaba el Hotel Plaza y que era el epicentro de la vida social, del poder, no solo de la ciudad, sino de todo el país. Y por otro, el poblado del Cerro del Tío Pío, que hoy es el Parque de las Siete Tetas, uno de los mejores miradores de Madrid, pero que en su día era uno de los asentamientos más grandes y humildes de la ciudad, con unos problemas gravísimos de acceso a servicios básicos.

P: Vallecas siempre ha sido epicentro de conquistas sociales, también en la actualidad. Sin embargo, ¿crees que la gente ha abandonado un poco la protesta social (motivada quizás por un hastío con la política) o que, por el contrario, está más viva que nunca?

R: Creo que esa esencia de lucha que ha tenido siempre Vallecas hoy se ha perdido en buena parte, y estamos obligados a recuperarlo. Una diferencia importante con esa época es la victoria cultural del individualismo que tenemos hoy en día. Hace 50 años, existía un sentimiento de comunidad, de cooperación. Los vecinos de asentamientos como Tío Pío o el Pozo del Tío Raimundo se unieron y lucharon por reivindicar servicios básicos, porque no tenían absolutamente de nada. Con los riesgos que además eso suponía en Dictadura. Si no hubieran protestado, se hubieran quedado igual, porque eran barrios totalmente silenciados.

Hoy, ignoramos hasta quién es nuestro vecino, hemos perdido esa idea de comunidad, de protestar ante las injusticias. Claro, así nos pasa, en Vallecas nos cierran el centro de salud y en su lugar nos abren una casa de apuestas, y no pasa nada, lo hacen con total impunidad. Porque el debate ha estado en mi libertad de tomar cañas, no en por qué tenemos que estar 15 meses en lista de espera para que te operen, por ejemplo.

P: ¿Qué opinión te merece la romantización por parte de algunos autores que no están tan vinculados al barrio respecto a él?

R: No creo que exista una romantización por Vallecas, todo lo contrario, creo que sigue estigmatizado, creo que siguen existiendo muchos prejuicios por estos barrios, prejuicios que fueron creados precisamente por haber sido una parte de Madrid muy combativa, desde antes incluso de la Dictadura. Te pongo un ejemplo, cuando era niño, Vallecas era el barrio de la droga y de los robos, y Carabanchel, por ejemplo, era el barrio de Manolito Gafotas y de Rosendo. Llevamos demasiados años ya cargando con esa cruz.

"Cuando era niño, Vallecas era el barrio de la droga y Carabanchel el de Manolito Gafotas y Rosendo"

Ignacio
El periodista Ignacio Marín en la Renfe de Vallecas. Rebeca Arroyo.
 

P: Utilizas el término tardofranquismo. ¿Crees que todavía queda algo de tardofranquismo en la democracia actual? Si es que sí, ¿en qué sentido?

R: El tardofranquismo hace referencia a esos últimos estertores de la Dictadura, a esos intentos del Régimen en mantener sus esferas de poder político tras la muerte de Franco, que todo el mundo sabía que era inminente. La elección del año 1973 para ambientar la novela no fue baladí. Tuvo lugar el asesinato de Carrero Blanco, un acontecimiento que resulta fundamental en el desenlace de la trama,  y supuso el final de las aspiraciones para el continuismo político del Franquismo. Y he hecho referencia a la esfera política varias veces en mi respuesta porque es evidente que es lo único que cambió con la tan manida Transición, elogiada hasta la arcada, pero diseñada principalmente para disfrazar de legitimidad democrática la perpetuación de los privilegios económicos y judiciales que se llevan reproduciendo en este país desde el siglo XIX.

P: Tú escribes novela y relatos con importante carga social. Hace unos meses nos dejaba Almudena Grandes y su fallecimiento visibilizó lo mejor y lo peor de la sociedad. Por un lado, la España que la despidió reconociéndole su legado y por otro, la que se lo negó. ¿Qué opinión te merece esta segunda?

R: Te voy a poner un ejemplo muy sencillo de la escala de valores de la gente que gobierna en mi ciudad. En Vallecas existe la calle Crucero Baleares. En virtud de la Ley de Memoria Histórica, el consistorio de Carmena cambió el nombre de la calle a Barco Sinaia, un buque que transportó a refugiados del Franquismo durante la Guerra Civil a México. Gente que iba a ser asesinada de quedarse aquí.

Cuando toma el poder Almeida, la calle vuelve a llamarse Crucero Baleares. Si pensaban, como decían, que Carmena estaba haciendo una gestión ideológica y revanchista del callejero, podrían haberla renombrado como calle Pontevedra o calle Venus, por ejemplo. Pero no, la renombraron como Crucero Baleares, de nuevo. El Crucero Baleares fue un buque franquista que  participó en el bombardeo a la población civil que huía de Málaga a Almería a pie en febrero de 1937. Murieron entre 3.000 y 5.000 civiles, en su mayoría niños, mujeres y ancianos. Cuando se conoce cómo se comporta esta gente gracias a estos pequeños detalles, ¿qué puedes esperar de lo que han hecho con Almudena Grandes? En serio, a estas alturas, ¿queda alguien que se pueda sorprender?

"¿Qué puedes esperar de lo que han hecho con Almudean Grandes? A estas alturas, ¿queda alguien que se pueda sorprender?"

 
P: Lo que es evidente que los mensajes de la extrema derecha, no te hablo de los de la derecha democrática –tambaleada también en las últimas semanas- están calando. Vox, en pleno auge, como vimos en Castilla y León.... Como politógolo primero, ¿qué hacen mal nuestros políticos para que la gente esté tan cansada y los extremos ganen cada vez más terreno?
 
R: La situación actual está provocada, en parte, por los aciertos de la estrategia de la derecha, y por otro lado, por los errores de la izquierda, digamos, rupturista. La derecha ha sabido crear mensajes sencillos y contundentes, que azuzan el egoísmo, la xenofobia o la misoginia de ciudadanos que se avergonzaban de estas ideas, pero que ahora, les han dicho que no deben ocultarlas, sino sentirse orgullosos.

Se vio en Madrid, con ese recurso salvaje al individualismo, al egoísmo del ciudadano agotado por el confinamiento y las restricciones. Y se ve ahora en Castilla y León, donde la extrema derecha ha arrasado sin esgrimir ni una sola medida que pueda mejorar la vida de los trabajadores de la comunidad, tan solo apelando a unos ambiguos sentimientos nacionalistas e individualistas.

Por otra parte, esa izquierda a la izquierda del PSOE se ha perdido, ha naufragado en las contradicciones y lastres que, en el caso de Unidas Podemos, les crea por formar parte del Gobierno. Han perdido el norte al generar mensajes que les resultan ajenos a la clase trabajadora de nuestro país. Son rehenes de un postmaterialismo que se preocupa por realidades que están muy alejadas de la difícil situación que sufre la clase trabajadora, inmersa en una brecha de desigualdad cada vez más insalvable. Pierden, pues, la confianza, la legitimidad de los que eran hasta entonces sus votantes. Se hace necesario un debate y una reflexión profunda para tratar de recuperar esos espacios. Si no lo hacen, otros pueden ocuparlos.

P: Te pregunto ahora como periodista. ¿Qué grado de responsabilidad crees que hay de la profesión en este ascenso de la ultraderecha? ¿Debemos en determinados casos dejar de lado la objetividad y condenar ciertos hechos?

R: Creo que no debemos silenciarlos, todo lo contrario, debemos informar más, poner el foco sobre lo que esconden sus mensajes. Porque por mucho que los medios traten de blanquearles, esos mensajes cargados de odio, de machismo, de xenofobia, de homofobia, no son opiniones “políticamente incorrectas”, son delitos.

Te pongo un ejemplo. Para entrar al Gobierno de Castilla y León, Vox solo pide una condición, la derogación de la Ley de Memoria Histórica y la Ley contra la Violencia de Género. Les da igual las condiciones de vida de los ciudadanos de Castilla y León, la situación de la sanidad y la educación pública, el reto de la España despoblada, etc. Da igual, sus pilares son el odio y la misoginia. Pues la mejor manera de combatirlo no es ocultarlo, sino señalarlo, para que todo el mundo sepa quiénes son, cómo piensan.

P: Ya en 2021 te proclamaste ganador de los premios del PCE con Valle de silencio. Sacas ahora tu primer libro. ¿Qué es lo siguiente que tienes pensado?

R: Ganar el concurso de relatos del PCE entre 300 participantes fue un auténtico espaldarazo, una inyección de moral en la, a menudo, desasosegante trayectoria de un escritor novel.

En cuanto a próximos proyectos, llevo tiempo trabajando en la segunda parte de esta novela. Ya que va a estar muy relacionada con el final de Edificio España, no me gustaría adelantar demasiado, simplemente que la trama tendrá lugar lejos de Madrid y de Vallecas donde a los protagonistas les persiguen demasiados fantasmas.

"Llevo tiempo trabajando en la segunda parte de esta novela"

 

P: Por último, y ya que he mencionado el PCE, ¿qué dirías a aquellos que utilizan comunista como un insulto?

R: No me sorprende cuando esos insultos proceden de los de siempre. Me parece hasta lógico. Tras más de cien años en los que el poder ha despreciado, ha ridiculizado cualquier intento de cambiar un sistema que se demuestra claramente injusto e insostenible, entiendo que es difícil poder escapar de ese encorsetamiento intelectual. Insisto, cualquier propuesta, cualquier planteamiento, por pequeño que sea, es atacado. Ya lo decía el sacerdote brasileño Hélder Câmara: “Cuando doy comida a los pobres, me llaman santo. Cuando pregunto por qué son pobres, me llaman comunista”.

Lo que sí me sorprende es cuando esos insultos provienen de sectores a los que no les están dejando otra alternativa que unirse a los que sufren como ellos y plantarle cara al opresor. O de otros que se dicen demócratas y se desgañitan hablando de libertad mientras nos arrebatan, literalmente, los servicios públicos. Parece que han olvidado quiénes han estado siempre al lado de los trabajadores, quiénes pusieron los muertos siendo la oposición contra el Franquismo, quiénes se dejaron la piel para traer de nuevo la Democracia.