El mes de junio ha registrado temperaturas mucho más altas de las habituales para la época. Cada vez son más los episodios de calor extremo a los que tenemos que enfrentarnos, lo que multiplica también los riesgos de deshidratación. 

Es frecuente oír que hay que tener especial cuidado con niños y mayores, sin embargo, también tenemos que tener cuidado con la población en general, porque el cerebro no siempre pide agua cuando la necesita. Hay ocasiones en las que reclama alimentos. 

La razón de que esto ocurra está en el hipotálamo y el centro de recompensa del cerebro, que procesan de forma similar el impulso de comer y el de beber, lo que "puede llevar a decisiones erróneas si no aprendemos a interpretar las señales", advierte Mireia Obón-Santacana, profesora colaboradora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

"Una deshidratación leve puede hacernos creer que tenemos hambre, cuando en realidad lo que nuestro cuerpo necesita es agua", aclara, precisando que el organismo "puede interpretar de forma similar la necesidad de comer y la necesidad de beber".

La confusión se origina en el hipotálamo, la parte del cerebro en la que se procesan ambas señales., de manera que "esas transmisiones provocan respuestas en los centros de recompensa del cerebro, como el núcleo accumbens (NAc), que generan respuestas motivacionales y vinculan esas señales con sensaciones de placer o impulso para actuar y, por ejemplo, buscar comida o agua", expone.

Así lo demuestran diferentes estudios, como el publicado por instituciones académicas médicas de Nueva York,que evidencian que "los mismos grupos de neuronas del NAc, de los tipos D1 y D2, se activan tanto ante el hambre como ante la sed". Esto ocurre, además, "no solo durante la fase de anticipación (búsqueda), sino también durante el consumo de comida o bebida", indica.

"Lo interesante es que estas neuronas no distinguen entre comida o agua en función de su naturaleza, sino que modulan el impulso y la motivación, lo que indica que el NAc no decide qué necesitamos, sino cuánto lo deseamos", alerta.

Durante la investigación se observó, mediante imágenes de calcio en ratones despiertos, que los mismos conjuntos neuronales se activaban del mismo modo cuando comían tras pasar hambre que cuando bebían tras una deshidratación. "Durante la fase de consumo, las neuronas se organizaban en tres grupos temporales distintos vinculados al inicio, el disfrute y la finalización del acto de comer o beber", detalla la Dra. Obón-Santacana.

Anticiparse para evitar el engaño 

Reconocer los primeros síntomas de deshidratación es clave para evitar llegar al punto del engaño. La señal más evidente es la se, pero este factor, no es fiable en personas mayores, en las que se presenta cuando ya ha comenzado el problema.  Hay otros aspectos que pueden alertarnos de que necesitamos reponer líquido: "La sensación de boca seca, sudar menos y orinar con menos frecuencia y con un color más oscuro del habitual", resume esta especialista., "La orina debería ser de un tono claro o transparente; cuando no lo es, puede ser una señal de alerta", recalca.

Pero hay otros síntomas que pueden ponernos sobreaviso, como son el estreñimiento, la fatiga, la falta de concentración y el dolor de cabeza. En personas de tensión baja, además, añade la doctora Obón-Santacana, la deshidratación puede aumentar la sensación de inestabilidad al ponerse de pie; y en quienes practican deporte, generar calambres.

El alcohol deshidrata

Para hidratarnos, el agua es la mejor opción. La recomendación habitual es tomar entre litro y medio y dos litros y medio diarios. Hay algunas bebidas que también pueden aportarnos "minerales, proteínas o compuestos no nutritivos beneficiosos, como polifenoles o antocianinas, recomendables para personas mayores embarazadas, mujeres en período de lactancia, o personas con sudoración excesiva o dificultades para percibir la sed", afirma esta experta. 

Respecto a la temperatura del agua, no hay evidencia científica de que influya en su capacidad de hidratación, pero sí puede afectar a la cantidad que se consume. "Se tiende a beber más cuando el agua está fría, especialmente en los meses cálidos", reconoce.

Por último, recuerda que las bebidas con alcohol no solo no hidratan, sino que producen el efecto contrario.