Expocómic es la mayor, pero en España no vamos mal servidos de ferias del género de novela gráfica. El sector va creciendo. Tenemos festivales más generalistas como el Saló de Barcelona o el Salón del cómic de Madrid, otros de carácter más autoral como el Viñetas o Atlántico, e infinidad de festivales de mayor o menor envergadura como el de Getxo o Avilés la Semana Negra de Gijón (que es de literatura pero cuida mucho el apartado de cómic).
A vueltas con la categoría literaria
Un amplio muestrario derivado del boom que vive en España esta forma expresiva desde hace algo más de una década. En otros países, ya en los años sesenta, la historieta, que había nacido a la vez que el cine aunque hubiera quedado relegada al público infantil, se puso seria y comenzó a tratar temas profundos. En los setenta, Will Eisner quiso publicar Contrato con Dios, una amarga historia de Nueva York narrada en viñetas, y como no le apetecía hacerlo en editoriales especializadas en superhéroes, acuñó con éxito el término novela gráfica, para resaltar su categoría literaria.
Aunque lo que definitivamente ayudó a cambiar la percepción de esta forma artística fue el premio Pulitzer que en 1992 ganó Art Spiegelman por Maus, Historia de un sobreviviente, sobre el Holocausto.
En España, hasta el año 2000 no comenzó a popularizarse el rótulo de Eisner. Hay quien prefiere hablar de cómic en términos generales. Quizá en lo de hablar de novela gráfica haya algo de mala conciencia, en España ya se había intentado marcar la diferencia en la Transición con el llamado cómic de autor, y la locución novela gráfica habría servido para quitar el perjuicio que tenía parte de la población a leer cómics o tebeos por considerarlo algo infantil. Aunque puede haber un efecto rebote, es realmente curioso (ya hasta preocupante) cómo desde la llegada de la democracia el cómic para adultos terminó prácticamente con una larga tradición de cómic dirigido al público infantil, y los lectores jóvenes se acostumbrarán a leer cómic manga, o directamente no lo leerán.
Paco Roca como icono
Al uso de esta nomenclatura la acompañó una expansión del género. Las reseñas de cómics comenzaron a asomarse en la prensa, y animaron el nacimiento de editoriales consagradas ellos. Además, al igual que Hollywood se inspira en la factoría Marvel, el cine español comenzó a importar historias nacidas en viñetas, como El gran Vázquez o Mortadelo y Filemón. Y aún mayor importancia tuvo la atención institucional, sobre todo cuando en 2007 se impulsó el Premio Nacional de Cómic, cuyo incentivo ha hecho que las editoriales y los autores tengan un reconocimiento de gran prestigio por el que competir. Ganarlo “aumenta las ventas.
Así fueron propagándose nombres como Miguelanxo Prado, Albert Monteys, Canales & Guarnido, Jali, Munuera, Pau, Pellejero, Raúl... Pero uno, el de quien ganó el Premio Nacional en 2008, ha sido fundamental en este volantazo a favor del cómic: Paco Roca. Su obra Arrugas, también adaptada al cine, ha terminado siendo la imagen icónica de la novela gráfica española.
Aunque curiosamente era un libro realizado por encargo para el mercado francés y editado en formato álbum, en España se publicó mucho más pequeño (seguro que con el propósito de abaratar los costes de impresión, ya que era a color), y tras recibir el Premio Nacional se puso de moda hacer cómics en ese formato y con temáticas similares.
Caída de ventas
Todo es susceptible de diluirse, y mientras que en 2011 el cómic llegó a alcanzar una cuota en el mercado editorial del 3,4%, en los años posteriores ha ido descendiendo, y en 2014, el último ejercicio con datos contabilizados, se quedó en 2,7%, según la Federación de Gremios de Editores de España. El cómic ha resistido la crisis de consumo editorial mejor que otro tipo de libros. En los últimos tres o cuatro años, sin embargo, que es cuando paradójicamente muchas editoriales generalistas han apostado por abrirse al cómic, hay que decir que el descenso de ventas ha sido visible.
¿Podría producirse una burbuja, esto es, demasiadas publicaciones para los lectores que hay? El concepto de burbuja es algo perverso, porque puede indicar que hay un crecimiento en falso, que hay libros, colecciones y autores que están hinchados.
Quizá esto no sea así, pero lo que sí hay es más y mejor competencia entre editoriales, y eso siempre beneficia a priori al autor y al lector. El trabajo del editor es lidiar con los márgenes, la facturación, la promoción, la visibilidad... y quizá ahora es más complicado que hace siete u ocho años. La preocupación, desde el bando editorial, debería ser intentar que esa burbuja (o mejor llamarla reexpansión) sea compartida. Por ejemplo, en América Latina.
Aunque la cosa sigue siendo difícil, y para hacer un cómic uno tiene que estar pensando en venderlo a mercados foráneos, porque las cifras de lectura en España (el 35% de los españoles no lee “nunca o casi nunca”, según el CIS) no hacen excepción con el cómic. Un best seller en España se produce cuando vendes unos 5.000 ejemplares, mientras que en Francia los best sellers como Asterix o Titeuf venden un millón.