“¡Créeme!: No es una novela. Es vuestro futuro”, no es una frase de aviso de un peligro. Tampoco una aseveración que advierta de amenazas que nos rodean. No, o mejor expresado, no solo es eso, se trata del título, así expresado, del nuevo libro del veterano periodista y escritor (yo añadiría además valiente y muy comprometido), Carlos Hernández de Miguel. Carlos Hernández de Miguel es periodista y escritor. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, inició su carrera en Antena 3 como cronista parlamentario y fue corresponsal de guerra en conflictos como Kosovo, Palestina, Afganistán e Iraq.
También trabajó como redactor jefe en La Clave y asesor político y empresarial. Como escritor, debutó en 2015 con Los últimos españoles de Mauthausen, seguido de Deportado 4443 (2017) y Los campos de concentración de Franco (2019).“Créeme. No es una novela, es vuestro futuro” es un relato original, posiblemente distópico o tal vez visionario, que habla de la importancia de la memoria histórica y de los peligros de olvidar el pasado. Es una advertencia, un SOS enviado desde el futuro ya que el libro fue escrito en el año 2149 por Anne Watts y le fue enviado por email a Carlos Hernández, ahora. El, este marco imaginario, dice que lo recibió el pasado año este 2024 y que se limita a ser un simple mensajero ¿el futuro que nos espera si no se toman medidas?
¿Una ficción o un mensaje desde el futuro?
La “autora” imaginaria envió el texto desde el futuro para advertirnos del negro destino que nos espera. En él describe cómo será nuestro mundo, si no lo remediamos, dentro de unas pocas décadas: una tiranía disfrazada de la más perfecta de las democracias; una sociedad en la que los ciudadanos no son conscientes de estar constantemente vigilados por los infinitos dispositivos electrónicos que ellos mismos introdujeron gustosamente en sus hogares, trabajos, centros educativos y vehículos; un planeta unido en una nación supuestamente tolerante, diversa y verde que, sin embargo, esconde un terrible secreto.
Sus verdaderos dirigentes están en la sombra y desde ella controlan y manejan a los habitantes como meras marionetas. Uno de los grandes logros de esos tiranos ha sido el de reescribir la Historia para ocultar el proceso que llevó a la humanidad a echarse en las garras del totalitarismo. Se describen situaciones que ya empezamos a ver a nuestro alrededor: debilitamiento de las democracias, desarrollo tecnológico incontrolado, crecimiento exponencial del odio y un tsunami de bulos que impide distinguir entre mentira y verdad. Desde ese punto de partida se narran unos hechos tan escalofriantes como verosímiles que desembocaron o, mejor dicho, que desembocarán en la dictadura eterna.
Pregunta (P): Carlos, ante un mundo amenazado de trumpismos, ascenso y tomas del poder real por parte de la extrema derecha, invasión de la información real por el odio en redes y las fakes news, pseudomedios al servicio de estas estrategias, posiciones xenófobas al alza, etc. ¿hacia dónde caminamos ¿Qué futuro nos espera?
Respuesta (R): Vamos camino de que mi novela deje de ser una distopía y se convierta en un ensayo histórico. Un ensayo histórico sobre la destrucción de la democracia.
La mayor parte de la sociedad no parece ser consciente de que estamos entrando en un nuevo orden mundial. Las democracias están, literalmente, agonizando ante la ofensiva de una ultraderecha coordinada a nivel mundial y cada vez más apoyada por los poderes económicos. Me sorprende la pasividad y la ingenuidad de nuestros gobernantes. En este momento no caben medias tintas. Las democracias deben defenderse contundentemente frente a los ataques de los totalitaristas. Hay que legislar sin complejos con dos objetivos. Por un lado para castigar y por otro para educar. Para castigar a quienes trabajan para acabar con nuestro régimen de libertades. Es incomprensible que se permita la impunidad absoluta que reina en las redes sociales y las aplicaciones de mensajería instantánea. Hemos normalizado que se usen para socavar la credibilidad del sistema democrático con bulos, generando odio e incitando a la violencia.
P: ¿Percibe que en aras del respeto a la libertad de expresión, se admiten posiciones tibias y, posiblemente, en mi opinión, excesivamente garantistas?
R: Debemos huir de la trampa de la supuesta libertad de expresión como excusa para mentir, insultar, delinquir y promover el derrocamiento de gobiernos democráticos. Lanzar noticias falsas, animar a linchar a inmigrantes o incitar a dar un golpe de Estado no es libertad de expresión. O nos defendemos con una legislación eficaz que luche contra esas lacras o nuestras libertades tienen los días contados. Y como decía hay que legislar también para educar. Las democracias han permitido la privatización progresiva de nuestro sistema de enseñanza. El último capítulo en nuestro país lo tenemos con el crecimiento exponencial de las universidades privadas. Sin embargo, el problema viene de lejos. Viene de haber permitido que la Iglesia Católica gestionara centenares de colegios e institutos. Viene de haber fomentado la educación concertada y de haber dado un cheque en blanco a cualquier grupo empresarial para abrir centros educativos en los que no solo se hace negocio sino que también se adoctrina a los estudiantes.
P: ¿Alguna propuesta para que los jóvenes no secunden esta estrategia ultra?
R: Nos escandalizamos porque las encuestas nos digan que más del 25% de los jóvenes se declaran ultraderechistas, pero no hacemos nada para remediarlo. No impedimos que buleros, influencers deshonestos y periodistas mercenarios les bombardean con noticias falsas y les inculquen unas ideas antidemocráticas. No apostamos por la educación pública ni dotamos al profesorado de los medios y de los planes de estudios necesarios para educar en los valores de la igualdad, la libertad, la tolerancia y los derechos humanos. Nuestros gobernantes tienen que dejar de hablar y ponerse a actuar.
P: ¿Cómo se posiciona en la polémica de dejar la X por convicciones de no alimentar una red cada vez más perniciosa en términos democráticos, o por el contario, permanecer en ella como una forma de “resistencia” para combatir desde dentro a la ultraderecha?
R: No entiendo cómo los gobiernos y las instituciones académicas o profesionales siguen utilizando X como herramienta para comunicarse con la ciudadanía. Todos sabemos que esa red social se ha convertido en un arma de la ultraderecha mundial para difundir su propaganda y atacar a los gobiernos democráticos. ¿Cómo es posible que Pedro Sánchez o Keir Starmer alerten de la amenaza que supone ElonMusk y esa advertencia la hagan en X, la red social que dirige y manipula el propio Musk? Es solo otra prueba más de que las democracias se están defendiendo con tirachinas frente a los tanques de la ultraderecha.
P: Y sobre los pseudomedios ¿Qué hacer?
R: Ese es otro paso que debemos dar para defendernos de lo que se nos viene encima. Se trata de ser conscientes de que la amenaza no solo proviene de los buleros de las redes sociales. La ultraderecha mundial cada vez controla más pseudomedios de comunicación y, lo que es aún más preocupante, más diarios, radios y televisiones que en su día trabajaron con más o menos rigor. Vamos a ver. Hace unas semanas leímos en el ABC cómo uno de sus columnistas de referencia afirmaba que había que ahorcar y descuartizar a los gobernantes. Barbaridades similares y un sinfín de bulos se difunden a diario en otros periódicos teóricamente serios, en radios y en televisiones nacionales. En Cuatro tenemos a un tipo como Íker Jiménez mintiendo y dando voz a negacionistas y neonazis en prime time. Cada día se traspasa una nueva línea roja y nadie hace nada por evitarlo.
P: ¿Qué influencia podrá tener y qué consecuencias la llegada de Trump al poder?
R: Hoy, tristemente, es más difícil frenar esta deriva totalitarista que hace unos meses. La llegada de Trump a la Casa Blanca y su alianza con los multimillonarios y las grandes multinacionales suponen el primer paso hacia el previsible triunfo global de la ultraderecha. Si algún gobernante o país piensa que va a conseguir apaciguar a Trump, que mire lo que ocurrió en Europa en los años 30 del siglo pasado. Las democracias intentaron evitar el conflicto con Hitler haciéndole concesiones y lo único que lograron fue fortalecerle y animarle a seguir con su deriva expansionista.
La ultraderecha mundial ha aprendido de sus errores. Desde su derrota, salvo en España, en 1945 se dedicó a reorganizarse. Al principio fueron grupos aislados que lanzaban mensajes tan rancios y radicales que no lograban atraer a la gente. Con los años fueron corrigiendo esos fallos. Maquillaron sus pretensiones totalitaristas, se apropiaron de términos como “libertad” y se coordinaron a nivel mundial. En mi novela se habla de una Entente Totalitaria que acaba gobernando el planeta. Hoy miro al eje Trump, Milei, Le Pen, Orbán, Netanyahu e incluso Putin y creo que estamos muy cerca de que mi ficción se convierta en realidad.