Se presentó a las primarias del PP como candidato outsider para presidirlo. Como preveía, cayó en la primera vuelta, aunque con peores resultados de los que esperaba. José Manuel García-Margallo, exministro de Mariano Rajoy, nos recibe en su casa, situada muy cerca de la sede central del PP. Se muestra muy crítico con la gestión de la cuestión catalana por parte de Soraya Sáenz de Santamaría, el origen de su enemistad conocida, y rechaza el que Pablo Casado y la exvicepresidenta, los aspirantes que han pasado a la segunda vuelta, se unan en una candidatura de integración. Reclama un proyecto de refundación del partido y apoya a al joven vicesecretario porque su proyecto es el que más coincide con sus ideas. No se atreve a pronosticar cuál será el resultado final que saldrá del 19 Congreso Nacional Extraordinario. Como ha dicho en televisión, "esto empieza a parecerse mucho a la Capilla Sixtina", cuando se elige Papa, con "cardenales que guardan silencio reverencial por miedo al futuro".

Pregunta.- ¿Esperaba los resultados de la primera vuelta en las primarias del PP, en la que usted obtuvo 688 votos (1,18%)?

Respuesta.- Dije al principio de campaña que yo empezaba con una enorme desventaja inicial. Otros tres candidatos [en alusión a Soraya Sáenz de Santamaría, a María Dolores de Cospedal y a Pablo Casado], de alguna manera, formaban parte del sistema, unos más que otros. La vicepresidenta del Gobierno ha tenido un poder omnímodo a lo largo de estos años. Ha tenido en sus manos fundamentalmente la política de Comunicación, que ha aprovechado muy bien para labrarse una imagen muy favorable. Ha tenido la Administración periférica de delegados y subdelegados de Gobierno. Ha tenido un control sobre los aparatos provinciales, que han sido determinantes a la hora de dirigir el voto. Un 50% de los militantes que han votado era cargo orgánico. La secretaria general poseía también una capacidad de influencia sobre los poderes provinciales inmensa. Lo que ocurre es que ella no controlaba a ninguno de los vicesecretarios. Tres de los vicesecretarios estaban con Pablo Casado. Javier Arenas ha estado al servicio de la causa de Soraya, en cuerpo y alma. Fernando Martínez Maillo también ha volcado por el lado sorayista. Pablo contaba con menos influencia, pero sí tenía su posición en Nuevas Generaciones y había sido vicesecretario de Comunicación del partido hasta el día antes de las Primarias.

Con ese censo y sin un debate, era prácticamente imposible que yo rompiera la campaña

Sabía que, con ese censo y sin un debate, era prácticamente imposible que yo rompiera la campaña y entrase. Si bien, los resultados han sido peores de lo esperado. Entré en esta campaña porque quería, y todavía no he perdido la esperanza, que fuese una confrontación de proyectos para el partido y para España. Yo he propuesto, y sigo proponiendo en esta segunda parte, en mi apoyo a Pablo Casado, que no tiene ninguna duda al respecto, que hagamos una revolución tranquila sobre dos patas. Sobre una refundación del partido, para devolverlo a los afiliados, que nos han dado la espalda en este proceso, y sobre un proyecto de regeneración de España que debería empezar de forma inmediata, con una oferta del PP de siete grandes pactos para resolver los problemas que tiene España. No podemos permitirnos un recreo de dos años. El PP tendría que asumir su responsabilidad como primer partido y buscar acuerdos transversales sobre la reforma de la Constitución, de la Administración, del sistema de ingresos y gastos públicos, de demografía y políticas familiares. El sistema económico ha de ir a una economía más productiva y, por tanto, ser capaz de pagar salarios más dignos, que es la garantía del Estado de Bienestar y de las pensiones. Y sobre una regeneración democrática y una idea de Europa. Porque España se puede convertir en el socio prioritario del sur, de Francia y de Alemania. Eso creo que es lo que hay que hacer.

P.- ¿Le ha mostrado Pablo Casado su interés por estos temas? Parece que en la campaña se está hablando poco de programas.

R.- Él tiene ya mi programa de regeneración del partido, con 32 medidas. Y ahora mismo le iba a mandar, porque le hablé de mi libro Por una convivencia democrática (Deusto), en el que están plasmadas todas estas reformas, incluida lo que sería una reforma de la Constitución. Él es consciente de que aquí hemos sufrido una auténtica conmoción. Estamos en una situación excepcional y requiere medidas excepcionales. Yo creo que él ha asumido esta filosofía.

P.- ¿Considera que Mariano Rajoy tenía que haber sido más contundente ante la sentencia de la Gürtel para que no hubiera tenido lugar la moción de censura?

R.- El de la Gürtel es un tema que venía arrastrado. El Gobierno de Rajoy es el que más medidas ha tomado para atajar la corrupción y el que ha permitido una mayor libertad de acción a los institutos encargados de combatirla. Gürtel venía de antes y, por tanto, sobre eso no se podía influir. Lo hecho, hecho estaba. Lo que sí que ha habido son medidas legislativas para corregir la corrupción y gran capacidad de acción. Para que esos organismos, ya fuese la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF), las fuerzas de Seguridad, la Unidad Central Operativa (UCO) o el Tribunal de Cuentas, actuasen. Ahora, lo que propongo en ese proyecto de regeneración de España, en esa revolución tranquila, es sacar el tema de la corrupción de la vena política para evitar sospechas de acuerdos entre partidos. Encomendárselo a expertos nacionales y extranjeros conocedores de las distintas materias que influyen sobre la corrupción. Ética, contratación pública, procedimientos administrativos, financiación de partidos. Todo lo que sea necesario para que hagan un recorrido en derecho comparado y nos pongan encima de la mesa un código de buenas prácticas de qué es lo que hay que hacer.

En la reforma de la Constitución, meto el buen gobierno, las buenas prácticas. Creo que son temas constitucionales para asegurar un anclaje al máximo nivel de la lucha contra la corrupción. Hay medidas que se desarrollarían en la legislación ordinaria y medidas que no podrían ser incluidas en ley, pero sí en los estatutos de los partidos. Por ejemplo, tú no puedes poner en ley que una persona sometida a investigación no sea candidato, porque goza de todos sus derechos políticos y de la presunción de inocencia, pero sí lo puedes incluir en los estatutos de los partidos.

No creo en una lista de integración

Por otro lado, dentro de los partidos, tendría que haber también una especie de colegio de hombres buenos independientes, no sujetos a la disciplina del partido, que pudieran investigar cualquier atisbo de corrupción. Los militantes y los ciudadanos podrían dirigirse a ellos con todas las precauciones, para evitar entradas en la intimidad o juicios de telediario, en los que dijesen que aquí hay algo raro que está pasando y que se pudiese investigar antes de que la justicia, que es siempre lenta, interviniese.

P.- ¿Ha hablado de esto con Sáenz de Santamaría?

R.- Hable con Pablo Casado, con Cospedal, con JoseRa [José Ramón García Hernández] y luego con Soraya. He transmitido que no creo en una lista de integración, que al final se resuelve en un reparto de cargos entre las distintas candidaturas. Yo no estoy en política para eso. Me interesa que el debate y la confrontación obliguen a los candidatos a perfilar un proyecto. A decir qué es lo que quieren. Liderar quiere decir dirigir. Es obvio que tú no puedes dirigir si no dices a dónde te diriges. Eso es lo que quiero que se produzca, que los militantes sepan cuál de los dos destinos que les proponen les resulta más atractivo. Eso exige que no haya integración, que haya un debate y que haya opciones reales para que los militantes puedan elegir.

P.- La gran derrotada de la noche fue María Dolores de Cospedal, con sus 15.0092 (25,92%) votos. ¿Cree que será clave en la batalla entre Soraya Sáenz de Santamaría (21.512 votos, 36,95%) y Pablo Casado (19.954 votos, 34,27%)?

R.- Cospedal, como Soraya, como Pablo, como cualquiera de nosotros, es un activo del partido. Uno de los dramas del PP, y no sólo del PP, de todo el resto de los partidos, es a qué velocidad hemos ido triturando generaciones desde el 87 y la cantidad de talento desperdiciado que hay en estos momentos de gente que estaría dispuesta, porque está preocupada por el destino de su país, a dar un paso por ayudar, por poner el hombro, sin nada a cambio porque ya todos hemos sido todo en política. Sólo en Exteriores, en mi campo, Marcelino Oreja, José Pedro Pérez-Llorca, Josep Piqué, Abel Matutes, Ana Palacio, y yo mismo. Pero, están ahí Manuel Pizarro, Manuel Pimentel, José María Michavila. En el campo socialista, tienen a Josep Borrell, que ha sido afortunadamente rescatado, a Ramón Jáuregui, Joaquín Almunia, Pedro Solbes, Jordi Sevilla, Miguel Sebastián, Alfredo Pérez Rubalcaba. Cada uno, experto en muchas materias. Me decía el otro día Alfredo que el presidente [Pedro Sánchez] había ido ahora a Bruselas a hablar de inmigración. Yo diseñé la política de inmigración y nadie me ha preguntado nada, algo que me produce una cierta sensación de tristeza, de preguntarme por qué se desperdicia todo este talento.

P.- Tanto si ganan Pablo Casado como Soraya Sáenz de Santamaría, los máximos dirigentes de los cuatro principales partidos nacionales pertenecerían a una generación que ronda los 40 años.

R.- La edad no es un valor en sí. Lo que importa es si las ideas son antiguas o modernas. Y si se acomodan a un mundo que cambió radicalmente en 2007, después de Lehman Brothers, al final de la revolución neoconservadora de Margaret Thatcher o Ronald Reagan para entrar en un mundo distinto. No tiene sentido hacer un proyecto para España sin saber cuál va a ser el escenario europeo y escenario mundial. Cuando la edad ha sido el único criterio, se han cometido errores importantes. En Francia, los republicanos tenían una ventaja más que considerable sobre los socialistas, que estaban arrasados, por la experiencia François Hollande. En primarias, los republicanos escogieron a Francois Fillon en vez de a Alain Juppé; que había sido compañero mío en Exteriores, alcalde de Burdeos y que es una de las cabezas más privilegiadas de Francia. Y perdieron.

Es más atractivo votar lo nuevo. En marketing, hay dos ideas claves: lo nuevo y lo barato. En estos momentos, hay una indefinición en el Gobierno Sánchez. Probablemente, porque no puede contentar a todos los partidos que tiene. Me parece que ha habido una enorme indefinición en nuestras primarias, probablemente para no enajenarse apoyos. Y también estamos en un momento en el que hay una cierta indefinición en el campo de Ciudadanos. No hay propuestas concretas. Es un yermo ideológico. Es que no hay política sin ideas previas. Decía Julián Marías que, cuando un programa político se limita a repetir palabras que suenan bien y frases que suenan bien, sin explicar qué es posible y qué no es posible, sin explicar qué se puede hacer y qué no se puede hacer y, sobre todo, cómo se va a hacer, es muy pretencioso pretender que eso se tome por un programa de verdad. En realidad, no pasa de ser un intento de seducción.

P.- ¿Está habiendo mucho de marketing en estas primarias del PP?

R.- Absolutamente. Al eludirse el debate, eso te permite que hagas una campaña separada del resto de candidatos y que aproveches cada vez que tienes una intervención para largar un mensaje que tu equipo de campaña tiene ya preparado. Un argumentario, tenga o no que ver con lo que están diciendo los otros. Se trata de tener la frase más o menos llamativa que copan los titulares. No entiendo muy bien qué es lo que significa la frase de Soraya, que si ella ganaba Sánchez iba a tener que tomar Paracetamol. ¿En qué se traduce eso? ¿Cómo ayuda el paracetamol a arreglar la cuestión catalana, el problema del desempleo de los jóvenes, la desigualdad de salarios o las pensiones? Es de lo que a mi juicio hay que hablar.

P.- ¿La cuestión catalana le ha pesado a Sáenz de Santamaría para las primarias?

R.- Mi gran discrepancia con Soraya ha sido la cuestión catalana. Pero, no de ahora, sino de siempre. Yo la conocí en 2003, cuando Pasqual Maragall propone la reforma del Estatuto. Lo tengo contado en un libro, no estoy improvisando porque ahora haya un congreso. Yo le digo a Rajoy que tenemos que tener un texto alternativo al de Maragall que plasme nuestra idea de Cataluña y nos permita estar sentados en la mesa de negociaciones para ir limando los aspectos más inconstitucionales. Redacté una parte importante de ese estatuto y entonces me dijo que se lo diera a Soraya Sáenz de Santamaría, a la que yo no conocía. Se lo di y eso jamás vio la luz.

También tuve serias discrepancias con el recurso contra el Estatut, del que trae causa la sentencia de 2010, que está en el origen de algunos de los motivos de desafección. Se impugnaron 114 artículos de 223, de los cuales sólo 14 fueron recogidos por el tribunal. Y se impugnaron algunos artículos que consagraban derechos y libertades que el propio PP de la Comunidad Valenciana había incluido en su Estatuto. Eso creó un malestar porque, no existiendo ya el recurso previo de inconstitucionalidad, que es una de las cosas que yo quiero restaurar en la reforma de la Constitución, se interpretó como un choque de trenes. Se interpretó como la anulación de un texto que había sido refrendado por la voluntad popular.

Cuando se ha hecho el 155, se hizo con una debilidad extrema

Y luego ya, en cuanto entré en el Gobierno, dije que había que tomar muy en serio el tema de la cuestión catalana, después del acuerdo de transición nacional. En una primera parte, se decidió por la Vicepresidencia ignorar este tema. Tuve que montar un grupo en el Ministerio de Asuntos Exteriores que se reunía todos los viernes para seguir aquello. Pero, insisto, la postura fue decir "esto se morirá solo, el suflé bajará solo". Eso no pasó.

El gran punto de discrepancia fue cuando yo dije que la consulta que estaba prevista para noviembre de 2014 no se podía celebrar y que la forma de evitarlo era exigir a la Generalitat la requisa y destrucción de papeletas y urnas que estaban perfectamente localizadas en una cárcel de Lleida. Y, en el supuesto de desobediencia, más que probable, la aplicación de un 155 por 24 horas y limitado a poner los Mossos d'Esquadra a las órdenes del ministro de Interior para evitar esa votación. Al mismo tiempo, y en paralelo, haber abierto conversaciones para una reforma constitucional sobre el tema de inversiones e infraestructuras, para una ley oficial de lenguas y para un modelo distinto de financiación de las CCAA.

Eso hubiese atajado los motivos de desafección que entonces eran evidentes. No se hizo caso. A partir de ahí, las discrepancias ya fueron tremendas. Si vamos al fondo, yo dije que el tema catalán es un proceso degenerativo que iba a exigir una intervención quirúrgica. Cuanto antes se haga la intervención quirúrgica, será menos invasiva. Y cuando se haga esa intervención quirúrgica, tiene que limpiar todo para que esto no se vuelva a reproducir. Por eso, yo quise hacerlo en el 2014. Cuando se ha hecho el 155, se hizo con una debilidad extrema. El segundo error fue creer que era una cuestión administrativa, como si fuera la delimitación de una cuenca hidrográfica. No se puede hacer nada contra la ley. Pero, sólo la ley no vale. Hay que hacer política. Se judicializó el proceso y se ha externalizado. Ahora tenemos cuatro jurisdicciones extranjeras interviniendo y al Tribunal de Derechos Humanos. Esto nos ha llevado a una situación en la que el separatismo tiene mucha más fuerza que cuando nosotros entramos en el Gobierno, después de haber tirado la bomba atómica del 155, que tampoco ha servido para nada.

Si aplicas las mismas fórmulas tendrás los mismos resultados

En el lío de la cuestión catalana, será más fácil de encajarlo si tú haces un proceso de regeneración épica, de modernización económica y de reforma de las instituciones para adaptarnos a los nuevos tiempos. Eso es la reforma de la Constitución y de la Administración, del sistema tributario. Todo eso que es lo que yo creo que hay que hacer el año que viene. Quienes han quedado del primer Gobierno de Rajoy son tres ministros: Soraya, Cristóbal Montoro y Fátima Báñez; que eran del sector más reacio a abordar este proceso de revolución nacional.

P.- Ahora mismo, ¿es un "todos contra Soraya", con los precandidatos que apoyan a Casado?

R.- Aquí no hay problemas personales ni tema de fraccionalismos. Lo que sí hay es un diagnóstico común de los que nos hemos quedado fuera de que había que renovar a fondo, que esto no consistía en hacer operaciones de maquillaje. Hemos tenido una moción de censura y hemos sufrido la desafección de los militantes. La situación es lo suficientemente grave como para que usted tenga que cambiar. A la viuda de un hombre de negocios indio que ha tenido poderes de administración casi ilimitados, con quien hemos llegado a la quiebra... Hombre, yo no pido que, como a las viudas hindús, se queme en la pila del marido, pero ampliarle sus poderes de administración y de gestión me parece bastante fantasioso. Si algo dice la química, es que si aplicas las mismas fórmulas tendrás los mismos resultados. Seguir con las mismas políticas que nos han llevado aquí, por la persona que ha diseñado esas políticas, me parece que es algo como mínimo peligroso.

P.- Usted está en contra de la integración de las candidaturas de Sáenz de Santamaría y Casado.

R.- La democracia de verdad es una competición de ideas y proyectos para que el ciudadano tenga alternativas. Una lista de integración no es un fenómeno corriente. No conozco ningunas primarias del mundo en que esto acabe en un reparto de sillas.

P.- ¿Cree que José María Aznar está detrás de la candidatura de Pablo Casado?

R.- Eso es otra de las leyendas urbanas, bastante interesadas, que circulan ahora. Me parece que es obvio que Aznar apoya a Pablo Casado. Pero, decir que Pablo Casado es Aznar es faltar a la verdad. Mucha gente que hemos discrepado de algunas de las políticas de Aznar, no todas, yo discrepé del tema de Iraq, estamos con Casado. Y decir que Soraya es el marianismo también es faltar a la verdad. De los muchos ministros, que hemos estado con ella desde 2011, la inmensa mayoría apoya a Pablo Casado. En estos momentos, quedan Fátima, Álvaro Nadal, Montoro, ella, Íñigo de Serna e Íñigo Méndez Vigo. Todo el resto cree que hay que hacer esta revolución tranquila que propongo. Si no, será Ciudadanos quien arme el centro-derecha. Ésta es la última oportunidad que tiene este partido. La ciudadanía ya no nos va a esperar más.

P.- Entonces, con Sáenz de Santamaría al frente, ¿vislumbra el final del PP?

R.- El gran problema de Soraya es que yo no conozco cuál es su ideario político. El otro día oí una definición de ella muy pintoresca. Decía que ella era liberal y demócrata cristiana. Liberales y democristianos están en grupos diferentes en el Parlamento Europeo. Hay muchos componentes del liberalismo en los democristianos. La defensa de la vida, la defensa de las libertades, la separación de poderes. La economía social de mercado nos separa del liberalismo radical. El liberalismo radical creía en un mundo de regulación absoluta y de privatización de servicios públicos, en un gigantesco hipermercado sin control político. Era el mercado sin reglas. Decir que eres liberal y democristiano es una cosa extraña. Le ha faltado decir que también es socialdemócrata.

P.- El PP ha mirado con recelo a las primarias de otros partidos. ¿Asistimos a un nuevo PP?

R.- Es que no podemos seguir con el PP que teníamos. Con ese PP, hemos llegado a donde hemos llegado. A una moción de censura y a una desafección de nuestros militantes. Nos encontramos en un momento muy parecido al que estábamos en 1989, que es cuando yo entré en el partido. Aznar se dio cuenta de que por el camino que iba Alianza Popular no iba a ningún sitio. Cambia el nombre y, sobre todo, cambia su alineación internacional. Los eurodiputados de Alianza Popular estaban con conservadores daneses y británicos. Pasan a estar en el Partido Popular Europeo que es la Gran Internacional de centro. Este PP tiene, desde el punto de vista ideológico, que moverse al centro. Nosotros estamos, en una escala de 0 a 10, de izquierda a derecha, en el 8,5. El electorado sigue estando en el 4,5-5. Tienes que moverte al centro. Si no, sólo ganaremos cuando se produzca una gran catástrofe del Gobierno alternativo. Tienes que estar en la centralidad política. Luego, tienes que tener un partido muy vivo y joven, que se caracteriza por tres cosas. Por la determinación de actuar en política con criterios morales. Por la felicidad pública de los ilustrados. Es decir, la felicidad de ocuparte de los intereses generales sobre los intereses privados. Y por la convicción de que con esfuerzo se puede hacer todo.

P.- ¿Y una colaboración con Ciudadanos?

R.- La experiencia demuestra que cuando el centro y la derecha se dividen, gobierna la izquierda. Lo que nos separa de Ciudadanos es muy poco y es muy fácil llegar a un acuerdo. Tenemos planteamientos muy parecidos. Lo que es el tema de la idea de España, no creo que haya ninguna diferencia importante. Lo que es la defensa de las libertades y derechos básicos, estamos de acuerdo. El Estado de Derecho y Separación de poderes, estamos de acuerdo. Y estamos de acuerdo en una economía social de mercado, en una economía con un mercado que funcione con compensación social. Y estamos de acuerdo en la visión internacional de lo que es España. Creemos que España debe estar en la Unión Europea, en la construcción de los Estados Unidos de Europa, y en la OTAN. Habría que buscar una fórmula de entendimiento si no queremos suicidarnos como centro-derecha. Yo sería muy partidario de una fórmula de coalición electoral, como en su tiempo fue la UCD. Una nueva UCD que coja todo ese espectro del centro a la derecha y que esté situada en la centralidad de la política española. Y que sea la gran alternancia del PSOE, si logra vencer la tentación izquierdista por la proximidad de Podemos. Eso sería reconstruir un mapa político razonable.

P.- Con todo, ¿nos puede pronosticar qué sucederá, y cuál será el resultado, del congreso la próxima semana?

R.- No tengo ni idea. Se está trabajando de forma muy silenciosa. Los dos candidatos están activando su capacidad de acción y los compromisarios tienden a no manifestar sus particulares convicciones por temor a que, si están en el lado perdedor, sus posibilidades en las próximas elecciones disminuyan.

P.- ¿Hay miedo al futuro?

R.- Hay miedo a no estar en el futuro.