Madrugada del 23 al 24 de febrero. Llevan semanas, si no meses o años -pues ni el conflicto ni las intenciones de Vladimir Putin son nuevas-, sonando los tambores bélicos en Ucrania; ahora lo hacen también las sirenas en Kiev. Son las 05.00 horas, la guerra, pese a que el mandatario ruso esquiva el término, ha comenzado en el este de Europa.

El continente dibuja un escenario que nadie, salvo una persona, esperaba ni deseaba ver de nuevo. Los países de la Unión se enfrentan a un reto sin precedentes en la época más actual: el pueblo ucraniano se atrinchera dónde y como puede. Los más afortunados alcanzarán territorio seguro desde ese fatídico febrero hasta hoy.

Para hacerse una idea de la gravedad de la situación -si es que todavía hubiera que demostrar tal cosa a alguien- a 1 de enero de 2022 en España había empadronadas 110.977 personas, cifra que asciende a 186.365 el 31 de octubre del mismo año. Es decir, 75.000 personas más, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).

Con todo, si hay algo que pueda parecerse a una buena noticia frente a las dificultades es la solidaridad de la gente. Se ha visto durante la pandemia del coronavirus y el ejemplo más reciente se encuentra en el terremoto de Turquía y Siria. La guerra en Ucrania no iba a ser una excepción. En este sentido, todo el que ha podido ha facilitado algo de comida, ropa e incluso una casa o una familia. En definitiva, la posibilidad de rehacer su vida en la medida de lo posible y levantarse tras el golpe más duro que ésta te puede dar.

De la Alemania nazi a Ucrania pasando por la URSS

Desde hace cosa de un año, la ONG Rescate forma parte del Sistema Nacional de Acogida a Refugiados. En los últimos 365 ha atendido en nuestro país a más de 12.000 personas y ha entregado más de 35.000 ayudas a solicitantes de Protección Oficial, tal y como detalle en su página web.

En el mismo área de internet, la entidad expone que lleva más de 40 años trabajando por las personas refugiadas, asegurando una acogida “ordenada, coordinada y responsable” de cada una de ellas. Sin embargo, su historia va mucho más allá y para hablar de sus inicios hay que hacerlo de la II Guerra Mundial y de Albert Einstein, alemán de origen judío. “Surge en 1931 para sacar a los refugiados judíos de la Alemania nazi, cuando la funda el físico bajo el nombre International Rescue Commite y tiene la primera sede en Nueva York”, cuenta a ElPlural.com Marian De Francisco, responsable del programa de acogida.

Sobre la década de los 60 se colocan varias oficinas en Roma, Viena y la propia Madrid “para sacar a gente de la parte soviética”. “Se trabajaba en el reasentamiento en Canadá, Estados Unidos (EEUU) y Australia porque nuestro Ley de Asilo es de 1985”, apunta la misma persona. Por lo tanto, los primeros pinitos de la ONG como se conoce hoy en día se producen entonces, aunque no es hasta 1992 cuando se registra como ONG española y hasta 1998 cuando ya “se independiza” del país americano y adquiera programas propios. “Trabajamos con oficina en España desde los 60 y como ONG independiente desde el 92”, resume.

Taxistas, bomberos, instituciones…: una “ola solidaria”

La organización, nos explica esta responsable de la misma, tiene programas en Malí, Níger, Sudán o Siria, donde está ahora muy activa debido al seísmo que se produjo hace unas semanas; mientras que en el ámbito nacional se centra en proyectos de integración con una atención global “desde la solicitud de asilo hasta la concesión del mismo”.

No obstante, Ucrania dio rienda suelta a una “oleada solidaria” como hacía tiempo que no se veía. La actuación en el país de Volodímir Zelenski se enmarca en otro programa específico del que también forman parte instituciones tales como ayuntamientos, fundaciones de calado como la Fundación Santander, taxistas, bomberos, empresas de autobuses y hasta la Iglesia.

“Cuando saltan las alarmas en Ucrania nos llaman a un montón de gente que en ese momento estamos con otras cosas -yo, por ejemplo, trabajé en Rescate desde 1998 hasta 2006 con todo el tema de Bosnia- De lo que nos encargamos nosotros es de organizar las ayudas, los traslados de personas, la identificación de las entidades que se ocupan de ello…”, expone Marian: “A veces la acogida la teníamos nosotros y otras veces las entidades. Creamos el programa a partir de ahí (…) Mucha gente ofreció sus casas, las segundas viviendas vacacionales… la verdad es que nos lo pusieron todo en la puerta”.

Trata y niños desaparecidos: “Les daba igual Madrid que París”

Rescate cuenta con varias líneas de actuación. Es decir, también posibilita la llegada de comida y ropa -quien quiera puede participar a través de la página web-, pero lo más llamativo es la forma en la que se organiza la llegada de personas refugiadas y los problemas a los que se enfrentaba la cuestión, especialmente al principio, cuando “se notificaban casos de trata y niños desaparecidos”.

“Quienes estaban en la frontera con Polonia nos pedían ayuda para llevar a buen puerto la salida de las personas refugiadas, había información recíproca sobre los buses que salían… Y estuvimos identificando a los que vendrían a España, no porque quisieran, sino porque era una opción”, expone la responsable del programa de acogida.

“Al principio todo fue un caos, porque salía un autobús con destino Madrid, pero al rato se informaba de que había otro con destino París y los que se habían subido en uno se iban al siguiente. Les daba igual el destino (…) A ellos hay que sumarle la presencia de gente con discapacidad, con bebés, animales… gente que subía en vehículos particulares, taxis o furgonetas sin identificar, fruto de la desesperación”, sostiene. "Esto fue así prácticamente hasta abril que empezaron a salir aviones y todo era más fácil de controlar"

El hecho provoca que la responsable de estas líneas no pueda dar una cifra exacta de cuántas personas han conseguido traer con su programa. “Al principio de la emergencia (de marzo a diciembre) nosotros acogimos a 190, pero a ellas habría que sumar las que vinieron con otras instituciones, entidades o con alguien a título personal”. Lo que queda claro es que la red y las ganas de ayudar se contagiaron en medio mundo: “Yo actuaba en España, pero el proceso era similar en Alemania, Francia y hasta Noruega y Finlandia”.

Barreras fuera de la guerra: "Algunos han vuelto a perder todo en cinco años"

En primera instancia, la organización no trabajaba sobre el terreno. Ahora sí, ya que hace unos meses ha abierto oficina en Kiev. Al inicio del conflicto, Marian detalla que las imágenes que les llegaba desde Polonia eran de “mucho miedo generalizado, personas mayores que iban solas, con síntomas de alguna enfermedad crónica” y un largo etcétera de patologías que la guerra siempre agrava.

Desde el verano, ese flujo migratorio ha bajado un poco. Esto es algo que siempre pasa ante las emergencias y hasta que quienes las sufren las “normalizan”, aunque sea a la fuerza. Además, nos cuenta nuestra fuente, el caso de Ucrania tiene algunas particularidades que ha dificultado más si cabe la salida del país y ha favorecido que algunas personas y/o familias vuelvan.

Uno de estos aspectos es que las familias del territorio tienden a ser “muy extensas” y tener “crianza compartida”. “Nos han llegado casos de mamás de 30 años que nos decían ‘Es que tengo tres hijos y solo dos manos”, apunta. “Y de personas que llegaban a Madrid, pero se iban en seguida a Frankfurt porque tenían allí una parte de su familia”, acentúa.

A dicha realidad hay que añadir la llegada de personas a título individual porque en Ucrania los hombres en edad de combatir eran llamados a filas. “Al principio de la invasión venían de Odesa, Mariupol, en abril y tras los bombardeos en la capital mucha gente empezó a salir de Kiev… barrios completos, incluso. Pero después la gente normalizó el escenario y los desplazamientos comenzaron a ser internos”.

Además, la población que huye de Ucrania “quiere volver y reconstruir su país”. Lo cual no implica que quienes escapen de otras problemáticas no busquen lo mismo. “Quiero decir, si por ejemplo estás en Venezuela y el motivo de huir es una condición sexual o el trabajo periodístico, hay quienes no pueden huir y optan por llevarlo en secreto, ‘entran por el aro’; y quienes huyen y no pueden volver. Otro ejemplo lo encontramos en Afganistán, cuando recibimos a gente de la embajada española, que sí tenía un proyecto migratorio por lo mismo”, ejemplifica nuestra fuente.

Otro hándicap claro es el idioma. “Su segunda lengua es el ruso, y la tercera, si acaso, el inglés. Pero nosotros les estamos obligando a aprender una cuarta. Si España entrase en guerra, buscaríamos refugio en Portugal, Francia o Italia porque culturalmente son más parecidos a nosotros, no en un país del que nos separan 5.000 kilómetros y muchas cosas”, subraya Marian.

En definitiva, la mayoría de la gente que llega a través de la organización quiere “volver cuando termine la guerra”, aunque siempre hay excepciones. “Hay familias que ya en 2017, con la primera invasión, perdieron todo. Ya reconstruyeron y lo han vuelto a perder todo en apenas cinco años. Es normal que prefieran quedarse”, lamenta  como colofón, no sin apuntar antes que para algunas víctimas se están habilitando zonas de la mal llamada España Vacía en un ejercicio que resulte favorable para personas refugiadas “acostumbradas a las zonas rurales en su país”, así como para estos enclaves dentro del nuestro.