El expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero ha defendido, una vez más, no sólo el uso del diálogo como principal arma política para construir convivencia, sino que explica el porqué de la ausencia de la ley de amnistía en el programa electoral del PSOE. Lo ha hecho en una tribuna publicada por el diario El País, donde precisa que el programa con el que un candidato a la Presidencia, en este caso Pedro Sánchez, se presenta a una sesión de investidura no es sino un conglomerado de los acuerdos suscritos para ratificar el apoyo de la Cámara, explícitamente en los tiempos actuales, donde una mayoría absoluta monocolor es una suerte de animal mitológico.

José Luis Rodríguez Zapatero se ha retrotraído a los tiempos en los que la democracia española aprendía andar en una tribuna publicada en el diario El País. Aquellos primeros años en los que España aún estaba en el jardín de infancia democrático, olvidando tiempos oscuros enterrados bajo el embriagador perfume del perdón y la reconciliación. El expresidente recuerda que en la Constitución se hace referencia hasta en nueve ocasiones al término “confianza” parlamentaria; un vínculo “jurídico-político” que une a los representantes de los ciudadanos en el Congreso de los Diputados con el Gobierno. “Se requiere esta expresa, solemne, manifestación de apoyo a quien comparece en la Cámara para solicitarlo, en su caso obtenerlo, y liderar el Ejecutivo. Por exigencia del Reglamento del Congreso, desde 1982, tras un debate completo, exigente para el candidato y en el que todos los grupos tienen la posibilidad de explicar y de contrastar su posición”, explica.

En tiempos del bipartidisimo, sin embargo, el expresidente del Gobierno recuerda sus dos investiduras. En aquellos años, el líder de la fuerza más votada era, salvo la excepción del 96, el único capacitado para ser investido. “Luego había que entablar una negociación con otros grupos, pero ceñidos ambos a la mayor o menor oportunidad política de obtener el respaldo parlamentario en la primera votación, con mayoría absoluta, o en la segunda, con mayoría relativa”, puntualiza Zapatero, al tiempo que expone sus 164 escaños de partida que derivaron en absoluta, frente a los 169 de la segunda, cuando resultó elegido en segunda vuelta.

Con todo ello, habida cuenta del “reajuste de la representación política” a partir de los comicios de diciembre de 2015 que, a la postre, acaba por debilitar a las dos formaciones mayoritarias, la negociación y los acuerdos entre los grupos se antojaban “esenciales” e “imprescindibles”. Ya no sólo se circunscribía a los contactos con “los grupos afines”. Por esta razón, el candidato expone el programa político del “Gobierno que pretenda formar”, con un significado propio y en relación a los programas electorales con los que comparecieron las otras fuerzas “que ahora se conciertan para forjar un Gobierno de coalición que precisa de apoyos externos”. Por tanto, continúa, es un “programa de programas por más que pivote en torno al de la fuerza mayoritaria”.

La Ley de amnistía

En base a estos motivos se explica, a ojos de Zapatero, el porqué de la inclusión de la polémica medida de gracia negociada con Junts. Si bien es cierto que, tal y como avanzó el jueves el número tres del PSOE, se empezaron a tender puentes desde marzo, los socialistas manifestaban en público y en privado su rechazo a la propuesta del independentismo catalán. Tanto ERC como los neoconvergentes guardaban la amnistía como moneda de cambio en toda negociación, pero la respuesta fue siempre la misma, imponiendo así la fuerza negociadora del principal partido de la coalición.

Zapatero, que defiende a ultranza el principio de constitucionalidad de la ley de amnistía en detrimento de las soflamas de la derecha, está convencido de que “la mejor expresión de la política en democracia para resolver los conflictos más arduos” para por el “diálogo y la negociación”. “Intentarlo sin descanso”, precisa el expresidente del Gobierno, pues entiende que los “acuerdos entre posiciones difícilmente reconciliables son los que más valor añaden” y antes o después, sin la medida de gracia, ese camino sería “imposible de recorrer”.

El histórico líder socialista respalda la decisión tomada por Pedro Sánchez y el equipo negociador del PSOE. No solo cree que “merece respeto”, sino que inicia la senda de una “expectativa alentadora”. “Que un acuerdo de esta naturaleza sea asumido por el candidato a presidente de Gobierno en el momento de la investidura y de forma por completo transparente, pues el texto de la proposición de ley era ya conocido, pone de manifiesto la determinación y el ejercicio de liderazgo de Pedro Sánchez”, justifica. Así las cosas, el corazón del programa con el que Sánchez ha obtenido la “confianza” de la Cámara es el “conjunto de medidas de avance y modernización social anunciadas”.

El juego de la oposición

En este sentido, y como colofón a su tribuna, el ex jefe del Ejecutivo entre 2004 y 2011 se refiere a lo que él denomina como “investidura de la oposición”. Entiende que está en juego también durante el pleno, pues considera que el “tono general de un país no depende sólo de su Gobierno, sino también de la oposición”. Zapatero considera que debe hacerse “acreedora de la confianza”, además de la necesidad de que el resto de fuerzas estén dispuestas a dársela.

Precisamente esta razón carga de argumentos al expresidente para considerarla una oportunidad perdida para Alberto Núñez Feijóo. Afea al líder conservador que no censurara “con energía” el acoso sostenido a las sedes del Partido Socialista, pues “todos los partidos merecen la especial protección que se infiere de su enfática caracterización constitucional como ‘instrumentos fundamentales para la participación política’”. No obstante, a diferencia de otros miembros del Partido Popular y especialmente de Vox, expone que el propio Feijóo reconoció, de una manera “muy clara”, la “legitimidad de la nueva mayoría de Gobierno”. “Me quedo con esto último. Y, por todo ello, con la fortaleza mostrada estos días por la democracia española”, remata.