No es ningún secreto que la relación entre Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado es cordial y poco más. El líder del PP es perfectamente consciente de que su otrora pupila le gana enteros a nivel interno y ésta aguarda el momento propicio para asestar la estocada. La guerra fratricida se libra en privado, nunca en público. Hasta ahora. Las declaraciones de la presidenta de la Comunidad de Madrid entrometiendo al rey Felipe VI en los indultos a los presos del procés no han gustado en Génova y Casado ha optado por un varapalo a la vista de todos, surgiendo así el primer cruce de declaraciones entre ambos.

Ayuso comprometió la figura del monarca al interpelarle. “¿Qué va a hacer el Rey de España a partir de ahora? ¿Va a firmar esos indultos? ¿Le van a hacer cómplice de eso?”, preguntó envalentonada la dirigente regional ante la atónica mirada de los suyos. Quizá la literalidad de la frase no estuviera preparada, pero la idea era premeditada y, desde luego, no contaba con el respaldo de la cúpula del PP.

Así se encargó de manifestarlo Casado durante la presentación de la Convención Nacional que tendrá lugar este otoño: “La responsabilidad [de los indultos] corresponde en exclusiva a Pedro Sánchez y a su Gobierno como establece nuestro sistema político, una monarquía parlamentaria ejercida de forma impecable por su majestad el rey Felipe VI como jefe del Estado”.

Horas después, ya el lunes, Ayuso entonó el mea culpa y rectificó, aunque este martes ha argumentado que no ha habido rectificación alguna puesto que su postura siempre ha sido defender la Corona.

“Es una absoluta vergüenza que, al Rey de todos los españoles, que es el enemigo a abatir por los independentistas y por aquellos que quieren promover en España una ensoñada República, tenga que firmar semejante documento y que lo haga precisamente la persona que simboliza la unidad y la igualdad de todos los españoles, la persona que lideró y arrojó luz y verdad el 3 de octubre, me sigue pareciendo el mismo sonrojo y bochorno y humillación que el Rey de España tenga que firmarlo”, ha dicho en un desayuno informativo.

Guerras entre bambalinas

Las palabras de Ayuso sobre el Rey y los indultos han puesto sobre la mesa, por primera vez, las tiranteces entre la presidenta de la Comunidad de Madrid y Pablo Casado. El recelo entre ambos equipos nunca había trascendido la esfera pública hasta el “desliz” de la baronesa en Colón.

Es vox pópuli que las discrepancias entre Génova y Sol existen, pero siempre han lavado los trapos sucios en casa. Desde que Ayuso es presidenta, nunca ha recibido un toque de atención por parte de su jefe. De hecho, Pablo Casado ha tratado con absoluto mimo las desavenencias, como ocurrió con la conformación de las listas para el 4M.

Encontronazo por Cantó

En aquella ocasión, el eje de la polémica giraba en torno a Toni Cantó, que abandonaba Ciudadanos y ofrecía sus servicios al Partido Popular. El excoordinador liberal en Valencia resultaba un caramelo difícil de desechar para los conservadores, que se abalanzaron sobre él para escenificar la primera piedra de la OPA al partido de Inés Arrimadas.

El problema se desató en el momento de buscarle un hueco en la estructura genovesa. La dirección nacional rechazó entregarle un cargo orgánico y se apostó por su integración en las listas de Isabel Díaz Ayuso para la Comunidad de Madrid. Cantó no concurriría a los comicios toda vez el Constitucional estimó que no cumplía los requisitos exigidos en la Ley electoral.

Pero antes del varapalo judicial al Partido Popular, los equipos de Génova y Sol se reunieron para confeccionar el “sudoku” de la candidatura. La dirección nacional actuó con premura para incorporar al disidente naranja, un movimiento que no gustó en absoluto a Ayuso porque “era ella quien quería marcar el ritmo”.

Un día después, Ayuso se personó en Génova para limar asperezas con Pablo Casado y resolver el rompecabezas con la incógnita del puesto que ocuparía Toni Cantó.  Además de los ya mencionados, a la reunión asistió la plana mayor del PP de Madrid (Pío García Escudero y Ana Camins) y el secretario general, Teodoro García Egea. Sin embargo, no estuvo presente Miguel Ángel Rodríguez, jefe de gabinete de la presidenta regional. Su ausencia se explica con un veto directo y expreso del número dos de Casado, pues éste desconfía de las intenciones de MAR al entender que sus pretensiones abarcan más allá de Sol.

Adelanto electoral

Pero la tensión entre los dos equipos no tiene su germen en este momento de la historia. En plena pandemia, Ayuso lanzó varios órdagos a Génova con diferentes tentativas de adelanto electoral en la Comunidad de Madrid. Fue el propio Casado, de hecho, quien resquebrajó los deseos de la presidenta regional, quien mantuvo incluso conversaciones con Vox tal y como adelantó ElPlural.com.

Tras varios intentos, explotó la crisis en Murcia y Génova calmó la sed de Ayuso, dándole luz verde a adelantar unas elecciones en las que acabaría arrasando.

Respaldo a Álvarez de Toledo

La autonomía que se le concedió a Ayuso desde Génova ha puesto al propio partido entre la espada y la pared en incontables ocasiones. La presidenta regional se ha desligado de la estrategia nacional en asuntos tan escabrosos como la degradación de Cayetana Álvarez de Toledo a diputada rasa.

Pocas horas antes de que Casado anunciara la destitución de su portavoz parlamentaria en esa época, Ayuso reaccionaba a una entrevista que la hispanoargentina concedió a El País en su momento más bajo desde su regreso al PP. “Maravillosa, como siempre”, escribió la baronesa en un mensaje que se interpretó como “apoyo” a la casi desahuciada portavoz.

Sin embargo, en aquella ocasión, el presidente del Partido Popular no enmendó a la presidenta madrileña en una rueda de prensa. Las diferencias eran palpables, pero Génova apostó por resolverlas en privado y no ante las cámaras, como sí ha ocurrido en esta ocasión.