La subtrama de los Presupuestos Generales del Estado no la firma ni el guionista más ducho de Hollywood. Una historia de superación y decepción ciclotímica que, al menos para este año, parece tener un desenlace agrio para el Gobierno. Moncloa terminaba el 2024 con la esperanza de limar asperezas con todos sus socios para sacar adelante el proyecto presupuestario que se le había negado en el mes de julio. Junts noqueó el techo de gasto en el último pleno antes del parón estival del curso pasado, llevándolo a un bucle infinito cuya única salida es la prórroga. Aunque el Ejecutivo ya digiere la derrota antes de la batalla, el presidente, Pedro Sánchez, insiste en pelear el partido hasta el pitido final para anotar ese ansiado gol en el minuto 93 que le den el triunfo y una tranquilidad para meter cloroformo a lo que resta de legislatura. Aun con todo, en el Complejo presidencial ni se contempla accionar el botón electoral.
Esta segunda legislatura en coalición se le está atragantando al Gobierno. Pese a salir airoso en numerosas ocasiones, las derrotas parlamentarias y el contexto nacional y geopolítico genera frentes inesperados tanto dentro como fuera del Palacio de La Moncloa. Cuitas entre socios al margen, que ya acumulan hasta tres frentes abiertos, al Ejecutivo se le atragantan las relaciones con sus aliados del bloque de la investidura. Especialmente con Junts. Todo hacía indicar que, tras las negociaciones por el real decreto ómnibus de enero y el pacto migratorio de esta misma semana, habían reencauzado la relación. Sin embargo, otro golpe de timón de los juntaires enciende algunas alarmas en el Consejo de Ministros.
La jornada de este jueves fue un aviso a navegantes: acentuó su división interna y clarificó la enorme distancia que separa a los socios con respecto al gasto militar, asunto que marca el debate público desde hace semanas. Encajó una derrota inesperada que provocó la caída de la ley para crear una Agencia Estatal de Salud Pública, con los votos en contra de los indepedentistas, que a su vez apoyaron la normativa de desperdicios alimentarios que condena al lobo al norte del Duero. Todo ello sólo en una sesión que sirvió a Moncloa como recordatorio de la inestabilidad parlamentaria, que deja un caldo de cultivo indigestible para afrontar la madre de todas las negociaciones: los Presupuestos Generales del Estado.
Moncloa no se rinde…
Todo ese mejunje lo condensó a última hora del jueves el propio Sánchez. Al finalizar la reunión del Consejo Europeo, el presidente del Gobierno ofreció una rueda de prensa en la que, además de ahondar en la fractura con el socio minoritario, se pronunciaba sobre las dificultades del Ejecutivo para aprobar unos nuevos Presupuestos. Eso sí, descartó la opción de adelantar elecciones generales. En tal caso, Sánchez opta por una nueva prórroga de las cuentas públicas: “Sin ninguna duda”.
El presidente sí se mostró tajante en esta cuestión. El adelanto electoral no se contempla intramuros de Moncloa. Sánchez manifestó en la comparecencia que lo intentará hasta el último minuto. Un mensaje que por otro lado ya se vendió desde el Gabinete a finales del año pasado, pero el tono era bien diferente.
El optimismo de entonces se ha diluido entre el mejunje geopolítico, que a la postre ha distanciado las posturas con algunos aliados del bloque de la investidura, incluyendo a Sumar. Los magentas, ávidos de marcar perfil propio para darle la vuelta a la tortilla demoscópica, están desplegando un argumentario más duro contra la idea de subir el gasto militar pese a los esfuerzos del propio Sánchez de suavizar la confrontación llevándolo a un debate semántico. También con cuestiones ajenas al tablero internacional, como el choque con Hacienda por la tributación del SMI. Cuestiones que hacen inviable abordar el debate presupuestario.
…pero el margen se diluye
De ahí se desprenden las últimas intervenciones en público de miembros del ala socialista del Ejecutivo. No dan la batalla por perdida, pero el relato ha cambiado y los ministros del PSOE ya empiezan a hablar de “prórroga” presupuestaria, como hizo el propio Sánchez al finalizar el Consejo Europeo. Ello no quita que renuncien a la negociación con los grupos parlamentarios, pero saben que el margen no es que se haya estrechado, es que cada vez es más y más pequeño. Seguirán “sudando la camiseta”, pero el mensaje vira ahora hacia las bondades de las cuentas públicas vigentes -las de 2023-, que han respondido a la carpeta social “inscrita en los acuerdos de investidura”. Además, subrayó el presidente, han ayudado a que la economía española siga creciendo.
El titular de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, dejaba escapar cierto optimismo entre fuertes dosis de realismo. Ante las cámaras de Espejo Público, el ministro consideraba imperativo “ser claros” en este asunto, remarcando que para sacar adelante los Presupuestos son necesarios “apoyos” en el Parlamento. “En esas negociaciones estamos”, abundaba.
La “voluntad” del Gobierno es pisar el acelerador y presentar cuanto antes las cuentas, aunque no desdeña la opción de “caminar” con los prorrogados de 2023. No obstante, puntualizaba que ha habido ejercicios donde el proyecto presupuestario ha llegado “en los meses del verano”. Pese a que las intenciones de Moncloa era tenerlos listos para el primer trimestre, agotado ya ese tiempo, las cuentas no salen y estiran el calendario en busca de un milagro que esta vez no termina de llegar.