El ‘no’ de Sergio Sayas y de Carlos García Adanero no es sino el culmen de un dilatado registro de desencuentros entre PSOE y Unión del Pueblo Navarro (UPN/Navarra Suma). Pese a que la ‘traición’ de los dos diputados forales responde a cuestiones de batallas internas en la formación regionalista, ejemplifican la carencia de sintonía entre los conservadores navarros y los socialistas. Un episodio más a sumar en las ásperas relaciones entre ambos partidos.

Sergio Sayas y Carlos García Adanero consumaron la desobediencia al rechazar la convalidación de una reforma laboral que la Ejecutiva del partido navarro se comprometió a apoyar. El presidente y portavoz de UPN, Javier Esparza, fue el encargado de liderar las negociaciones con el PSOE para la aprobación de un Real Decreto que pendía de un hilo. Los votos de los navarros eran decisivos; sin ellos, el Gobierno habría fracasado en uno de los puntos fundamentales del pacto de coalición.

El engaño de los diputados navarros

A primera hora del jueves, la reforma laboral estaba amenazada de muerte. Escasas horas después de que UPN emitiera un comunicado alineándose con el Gobierno para la votación, Sergio Sayas y Carlos García Adanero desfilaron ante los medios para expresar su descontento e “incomodidad”. Entendían como un “error” salvar a un Pedro Sánchez que siempre ha antepuesto a Bildu por encima de la formación foral. “Me cuesta mucho defender una posición que no comparto”, deslizaba Sayas ante los medios congregados en los aledaños de la Carrera de San Jerónimo.

El conato de rebelión en el partido navarro, que disparó todas las alarmas en Moncloa, quedó sofocado después de que los dos diputados, pese a sus reticencias, despejaran la incógnita anunciando su voto favorable. La tranquilidad volvió a la bancada azul, que veía el objetivo cada vez más cerca. Pero todo cambió en la votación.

El error inicial de la presidenta de la Cámara, Meritxell Batet, puso de nuevo en vilo al Ejecutivo, hasta que subsanó la equivocación y anunció la convalidación de la reforma laboral por un solo voto (175-174). No salían las cuentas. Dos del ‘sí’ pasaron al ‘no’ y uno del ‘no’, al ‘sí’. Pero, ¿quiénes eran?. Todas las miradas se giraron hacia UPN, cuyos diputados consumaron la rebeldía y certificaron el engaño de media mañana. Afortunadamente para la coalición, un diputado del PP, Alberto Casero, se equivocó al emitir su voto vía telemática, explicando la victoria de Moncloa por el escaso margen de un parlamentario.

Guerra Civil

Este acto de felonía no se explica sino en clave interna y orgánica del partido regionalista. Sergio Sayas fue, en su momento, el rival de Javier Esparza por el control de la formación foral. Sin embargo, el segundo se impuso en la votación, accediendo a la cúspide de la jerarquía de UPN. Las relaciones nunca han sido del todo amigables, amén de que los dos diputados nacionales de Navarra Suma siempre han ido de la mano del Partido Popular en cuestiones parlamentarias, replicando incluso argumentarios.

A ello hay que sumarle que, tal y como ha confirmado el propio Esparza en el carrusel de entrevistas radiofónicas de este viernes, ni Sayas ni Adanero conocían los vericuetos de las negociaciones lideradas por el presidente de los navarros. Un pacto derivado de una cena a la que acompañaron a Esparza el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, y el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán.

El germen del acuerdo

Este fue el primero de los contactos entre las dos fuerzas políticas. Los socialistas, que ya asumían el ‘no’ de sus socios habituales (Bildu, ERC y PNV), recurrieron a otros grupos minoritarios para atraerlos al ‘sí’.

Numerosas llamadas telefónicas mediante, PSOE y UPN cerraron los flecos del acuerdo. Los socialistas retiraban la reprobación al alcalde de Pamplona, Enrique Maya, y a apoyar una partida de 27 millones de euros en el Ayuntamiento si los navarros votaban a favor de la convalidación del Real Decreto.

Pero la liebre saltó con la rebelión de los díscolos navarros. “Yo dije que tenía una directriz, no que la fuera a cumplir”, sentenció el primero ante los medios de comunicación. Ratificándose posteriormente ante las cámaras de LaSexta al subrayar que hubiera hecho lo mismo si sus votos no hubiesen sido decisivos.

Las disculpas y el tono conciliador de Esparza con el PSOE no han servido para evitar que el PSN virase de nuevo hacia la reprobación de Maya, propuesta por otra formación. Lo que los socialistas no han conseguido revertir es la partida de 27 millones de euros, pues ya la ratificaron días atrás.

Una larga lista de desencuentros e insultos

La rebelión de los diputados navarros tan sólo es la punta del iceberg. Las relaciones nunca han sido fáciles entre Navarra Suma y el PSOE, sobre todo a raíz de las elecciones municipales y autonómicas de 2019. En aquellos lejanos tiempos, mientras se dirimían las titularidades de gobiernos regionales y locales, en la Carrera de San Jerónimo se jugaba un partido aún más grande: la investidura de Pedro Sánchez.

Las elecciones de abril, un mes antes de los comicios autonómicos, dibujaron un escenario totalmente novedoso para España. Sánchez había ganado las elecciones con solvencia, Ciudadanos y Vox herían de muerte a un Partido Popular que se arrastró por su suelo histórico y Unidas Podemos seguía cediendo terreno. Las cuentas no salían y la arquitectura de aquel Hemiciclo obligaba a acuerdos transversales y multipartidistas.

El PSOE reabrió la vía de la moción, pero Unidas Podemos no se conformaba con fiscalizar la acción de Gobierno desde fuera y subió la apuesta para edificar una coalición. Paralelamente, tocaba los palos del independentismo catalán y vasco. Pero las negociaciones con Podemos no llegaban a buen puerto, tampoco a escala territorial, donde algunas comunidades y ayuntamientos se enquistaban.

A principios del mes de julio, a pocos días de la sesión de investidura, PSOE y Podemos seguían sin sintonizar y los coqueteos con Bildu y Esquerra encendían los ánimos de la derecha conservadora. En Navarra, la situación era similar y UPN ofreció sus dos votos en el Parlamento, a cambio de que el PSN le entregara el Gobierno de la Comunidad Foral y, así, liberarse del influjo de Bildu.

Entre tanto, emerge otra variable: el Ayuntamiento de Pamplona. Navarra Suma se había quedado a un escaño de la mayoría, con Bildu como segunda fuerza. Las cuentas no le salían a los conservadores navarros, pero sí a los partidos de su izquierda. Sin embargo, los intentos de Bildu para conformar la alianza quedaron en vano y el PSN cedió el edil que le faltaba a Enrique Maya para ser investido como alcalde.

Del apoyo interesado, a la descalificación

La investidura en el Congreso no salió. UPN se mantuvo en el ‘no’ a Sánchez ante la negativa de María Chivite de negociar con Navarra Suma, pese a ser primera fuerza regional, y conformar un ejecutivo tripartito junto a Geroa Bai y Podemos. 

Desde entonces, y pese a la cesión de los socialistas en Pamplona, las relaciones entre las dos fuerzas las ha marcado la influencia de Bildu. El partido regionalista subió sus decibelios contra Sánchez y el sanchismo, deslizando incluso colaboracionismo de los socialistas con los “herederos de ETA”.

Precisamente Sayas y Adanero han sido los arietes más duros contra el presidente del Gobierno. En prácticamente todas sus intervenciones parlamentarias proliferan los descalificativos hacia el PSOE por mantener sus pactos con la izquierda abertzale.

De hecho, en una entrevista reciente en la Cadena COPE, Adanero ha subrayado la “ignominia” del PSOE al mantenerse en Moncloa con el apoyo de los “terroristas”, a quienes define como los “socios más leales” del Ejecutivo. El diputado de UPN también es el autor esta acusación al Gobierno: “Está legitimando el terror de ETA”.

Sayas, que no se queda atrás en términos de dureza, llegó a calificar en sede parlamentaria de “inmoral” al PSOE durante la segunda tentativa de Sánchez para llegar a Moncloa; esta vez con un proyecto de coalición con Podemos. “Hace falta tener tragaderas para blanquear a Bildu”, continuó en aquel pleno de un enero prepandémico.