“¿Y usted para qué sirve? ¿A quién sirve su política?”. Pedro Sánchez lanzaba el miércoles estos dos interrogantes al rostro de un desnortado Alberto Núñez Feijóo. ¿El motivo? El rechazo de su Partido Popular al real decreto ley para convalidar la respuesta del Gobierno de España a la cruzada arancelaria de Donald Trump. El presidente envolvió el regalo, exponiendo al líder del principal partido de la oposición como un siervo no sólo de los “señores con puro” de las energéticas, sino también como un trabajador al servicio de todas las élites por truncar la “buena sintonía” que existía entre Génova y Moncloa y que abocaba a un Pacto de Estado que nació muerto. Los conservadores, aferrados al clavo ardiendo de las nucleares como excusa, certificaron su “oposición total” con otro portazo a un articulado que no hace sino salvaguardar a las empresas y trabajadores nacionales.

El voto en contra, sin embargo, “no es lo peor” de un Partido Popular que el Gobierno ya sitúa en brazos de Donald Trump junto a sus socios de Vox. La gravedad se desprende de la justificación de Feijóo. Se lo hizo saber el miércoles el presidente del Gobierno, que desde la tribuna despiezó a su principal adversario porque el rechazo del PP se cimenta sobre la prórroga de la vida de las centrales nucleares y una bajada de impuestos energéticos para sus propietarios. Sánchez entiende que defienda a los “ultrarricos”, pero le exigió -y así lo han hecho diversos miembros del Consejo de Ministros- que lo dijera sin tapujos y desde la tribuna del Congreso de los Diputados.

Agarrado al clavo ardiendo de las nucleares, Feijóo ha dicho ‘no’ a “más de 14.000 millones destinados a reorientar” y “relanzar la capacidad productiva” de España -en palabras de Carlos Cuerpo. Fuentes socialistas lo encuadran en una “particular pelea” con Vox por ver quién “hace una oposición más destructiva y menos práctica” para el interés de la ciudadanía.

Estrategia política

Hay quien ve en el doble juego del Partido Popular una estrategia política. Una suerte de doctor Jekyll y Mr. Hyde que depende de las encuestas. Sobre todo porque en Moncloa aseguran que la relación entre el Ministerio de Economía y el gurú conservador del ramo en absoluto se ha quebrado. Pese a las escenificaciones ante las cámaras, la sintonía es bueno. Pero también hay quién sedimenta la teoría de que la única estrategia que sigue Génova es la del "cuánto peor, mejor". O en otras palabras y parafraseando a Aznar, quién pueda hacer, que haga. 

Máxime cuando el argumentario que vomitan todos y cada uno de los resortes del PP se sostiene o bien por la excusa de Junts o bien porque el Gobierno no ha tenido a bien en incluir sus medidas pro-nucleares en un real decreto concebido en exclusiva para desplegar un blindaje al tejido productivo frente a la amenaza arancelaria de Trump. "¿Qué tendrá que ver el tocino con la velocidad?", le espetó Sánchez desde la tribuna al respecto. Pese a la inexistente correlación con un articulado que -esta vez- huye del concepto ómnibus tan denostado en Génova, el PP se planta: "Si no quieren aceptar nuestras propuestas, no somos nosotros los que rompemos las negociaciones".

'Sí' al "amo" Trump; 'no' a Bruselas

Para el Ejecutivo, el portazo al real decreto escora al PP a la derecha populista que abraza y bendice los postulados de Trump. Feijóo arrastra con su 'no a todo' a sus siglas al mismo espacio que Vox, pese a la condena pública a la guerra arancelaria. Pero hechos son amores y no buenas razones, dice el refrán. La verborrea no se corresponde con el voto. No al menos en lo que el ministro Cuerpo calificaba como un boceto inicial que se moldeará conforme al cambio de escenario geopolítico. 

Eso es lo que llama la atención en el Consejo de Ministros. Al contrario que el resto de grupos que, pese a sus reticencias o dudas, el PP se parapeta tras unas "excusas" que le alejan de la sintonía de su familia europea en un momento en el que Bruselas se coloca los guantes de hierro para pelear cara a cara con Trump. Y es que pocos minutos del portazo conservador, la Unión Europea anunciaba su primer jab​ a la mandíbula del magnate de la Casa Blanca: denuncia y réplica arancelaria de 95.000 millones de euros. Von der Leyen responde y Feijóo, por cálculo político, abandona "a la gente" y se arrodilla -como ha apuntado el ministro Félix Bolaños- ante "sus amos".

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