2021 no ha sido un año precisamente memorable para Pablo Casado. El fantasma que él mismo engendró, Isabel Díaz Ayuso, le ha devorado. La presidenta de la Comunidad de Madrid se ha erguido en icono pop y marca la agenda. Un verso libre que ha provocado más de una cefalea al líder del PP. La lideresa ha iniciado un pulso que ha degenerado en una guerra fratricida que amenaza con llevarse a uno de los dos por delante. Pero la batalla por el control del PP de Madrid y el liderazgo nacional no han sido los únicos episodios que Casado borraría de esta temporada. El curso no le ha dado tregua pese a que el desgaste del Gobierno de coalición y el impulso de Ayuso le catapultaron en las encuestas.

Génova vs. Ayuso

Si hay un nombre propio que ha marcado 2021, al menos para Casado y el PP, es Isabel Díaz Ayuso. Fue una de sus apuestas personales cuando aterrizó en Génova tras las primarias. A principios de marzo, Ayuso rompió su Gobierno con Ciudadanos esgrimiendo que no se fiaba de sus socios tras la polémica moción de censura en Murcia. El líder de su partido le apoyó, pero su amistad se fracturó. Casado había comenzado el año aparentando un distanciamiento con Vox para recuperar terreno, máxime con un Pedro Sánchez quemado por la gestión de la pandemia de Covid-19. El “hasta aquí hemos llegado” que vociferó desde la tribuna de oradores durante la moción de censura planteada por Santiago Abascal nunca fue creíble. De forma impostada, Casado pretendía rectificar la famosa foto de Colón, pero se topó con la campaña de Ayuso en Madrid. Bajo el lema “libertad”, el discurso ultra y de carácter populista de la candidata popular caló incluso en el cinturón rojo de Madrid. Toda la capital se tiñó de azul. Arrasó. Fue entonces cuando algunas voces comenzaban a susurrar: ¿Será la estrategia de Ayuso, más cercana a Vox, la que devolvería la grandeza a Génova? ¿Fue errático el camino que inició Casado)

Ayuso quiere dirigir el PP de Madrid y Casado no está por la labor de ceder poder a un verso tan libre e incontrolable

Casado optó por reclamar la victoria en la capital y coger rebufo. Y vaya si lo cogió. Desde entonces, numerosos barómetros (a excepción del CIS) le situaron en primera posición. Algunos hasta le daban mayoría absoluta junto a Vox. El suflé había comenzado a crecer, pero ahí estaba Ayuso para devolverle los pies a la tierra.

Egos aparte, el pulso entre ambos tiene una razón de peso: controlar el PP de Madrid. Desde que en 2018 Cristina Cifuentes dimitiera de todos sus cargos, Pío García-Escudero ostenta el cargo de forma interina. Ayuso quiere dirigir el PP de Madrid y Casado no está por la labor de ceder poder a un verso tan libre e incontrolable. Su apuesta es el portavoz nacional de la formación y alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida.

Desde que el líder del PP ha mostrado sus cartas y Ayuso ha ganado fuerza, la relación se ha recrudecido y el cruce de reproches es el pan nuestro de cada día. Bueno, reproches y algún que otro insulto; sino que se lo digan a Esperanza Aguirre, que no dudó en tomar partido entre sus dos pupilos y llamó “niñatos” y “chiquilicuatres” a los genoveses afines a Casado que boicotean a Ayuso. La presidenta de la Comunidad de Madrid no la enmendó: “Leí el titular antes de acostarme. Pensé 'madre mía'. No quise leerla en ese momento porque sabía que no iba a dormir y necesitaba descansar. La leí a las seis de la mañana y, efectivamente, la entrevista no tiene desperdicio”.

El rumor de los tambores de guerra rugía y rugía. Ayuso reconoció a mediados de noviembre que hacía tiempo que no hablaban. La situación era insostenible. Se evitaban en público y en privado. Tal era el cariz bélico que Ayuso se organizó una gira por Estados Unidos para evitar ir a la convención nacional. Finalmente, acudió el sábado y cumplió con el guión esperado eclipsando a Casado.

No hubo distensión. Cada día que pasaba la contienda era más despiadada. Tuvo que aparecer en escena Mariano Rajoy con la promoción de su libro Política para adultos para verlos a ambos juntos, que no revueltos; porque, de hecho, evitaron fotografiarse uno al lado del otro pese a los intentos del expresidente del Gobierno. Cuestión de protocolo, dijeron.

Días después, y ante el desplome de un Casado que había perdido en los sondeos todo lo ganado en las últimas semanas, firmaron un alto al fuego. Un impasse que duró más bien poco. Génova canceló las cenas de Navidad, incluida la de Ayuso; mientras ésta desfilaba por  los medios incitando al jolgorio e implorando a las empresas que no anularan sus reservas.

Y así es como ambos, Ayuso y Casado, entrarán en 2022. Blandiendo el hacha y con un horizonte incierto dado que el adelanto electoral en Castilla y León afectará al calendario de las primarias en Madrid.

Cayetana Álvarez de Toledo

Fue otra de sus apuestas y también le salió rana. Casado apostó por la hispano-argentina, retirada del partido tras sus desavenencias con Rajoy, para que fuera su portavoz parlamentaria. Tuvo que cesarla en agosto del 2020, pero en 2021 volvió a la carga. La aún diputada ha regresado al epicentro mediático con su nuevo libro Políticamente indeseable en el que, entre otras cosas, se recogen poderosas críticas a Pablo Casado y a Teodoro García Egea.

La exportavoz acusó al secretario general de prácticas “mobbing” y “bullyng” contra ella, al tiempo que le acusaba de ejercer un mando “tesosterónico”, entre otras lindezas. Egea evitó entrar en el cuerpo a cuerpo, pero tras la insistencia de la hispano-argentina, desveló conversaciones privadas en las que, presuntamente, Álvarez de Toledo le propuso ser ministro de un Gobierno presidido por Sánchez.

“Los solistas en las orquestas, y se lo digo yo que tengo una extensa formación musical, tienen que tocar la misma tonalidad de la orquesta. Si no, suena desafinado. Disonante. En el PP tenemos que sonar como una orquesta afinada”, atinó a contraatacar un Egea que denunció que la obra de Álvarez de Toledo no es sino “un libro para criticar al PP en lugar de a Sánchez”.

El asunto aún no está zanjado. El partido le abrió un expediente disciplinario -que aún está por resolver- por quebrar la disciplina de voto en la renovación del Tribunal Constitucional.

Un Gobierno 'Frankenstein' más unido

La victoria de Ayuso en las autonómicas del 4 de mayo catapultaron también al PP a nivel nacional. Entretanto, el Gobierno de coalición se desgastaba. La gestión de la pandemia pasa factura y Unidas Podemos, que inició un proceso de transformación tras la marcha de Pablo Iglesias, no atravesaba sus mejores días. Casado sorpassó a Sánchez en varias encuestas y se afianzó como candidato a tener en cuenta para gobernar durante el próximo ciclo electoral. Sin embargo, sus disputas internas con Ayuso y un repunte de Vox frenaron sus aspiraciones. Además, Sánchez ha cerrado filas con sus socios, engrasando el bloque de la investidura. Según ha publicado ElPlural.com, las formaciones que le han aprobado los Presupuestos 2022 han percibido un cambio fundamental a la hora de negociar, lo que ha lubricado la relación con ERC, PNV y EH Bildu.

El presidente ha engrasado la relación con sus socios parlamentarios y el bloque plurinacional está más unido que nunca

Sánchez logró reeditar los apoyos que cosechó en los PGE 2021, con un total de 11 partidos y 188 síes (hubieran sido 189 de no ser por la retirada del acta de diputado a Alberto Rodríguez, a quien Podemos guarda luto y espera que pueda volver). Socialistas y morados han seducido a Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), EH Bildu, PDeCat, Más País, Compromís, Nueva Canarias, Teruel Existe y el PRC con paquetes de medidas. El respaldo del PNV no era necesario, pese a lo cual, también lo trabajaron y lo obtuvieron. Podría haber Gobierno Frankenstein para rato.