Los Torreznos vuelven al Teatro del Barrio el 9 de julio con su obra Las Cosas. Este colectivo artístico, que forman Rafael Lamata Cotanda y Jaime Vallaure e investiga lo social, lo político y las costumbres más arraigadas, vuelve a recurrir al humor absurdo y al juego con el lenguaje para explorar los excesos materialistas en los que incurre el capitalismo. Entre las palabras y las cosas… el arte se configura como un espacio de revalorización de la propia experiencia cotidiana. A veces de forma superficial o a veces de forma profunda. La filosofía se constituye como ese cincel que pule el significado. La política enfoca esta sociedad capitalista que lleva más de cien años construyendo un entorno donde el tener y acumular forman parte del espejismo democrático de las sociedades occidentales. Nombrar las cosas las hace presentes y paradójicamente, en el propio recorrido, nos permite abrir algo más de presente a nosotros mismos.

Los Torreznos hacéis un híbrido de instalación artística y performance teatral. ¿En qué se distingue una cosa de otra?

No se distingue...Buscamos formas para construir reflexión, para provocar reflexión... y en esa búsqueda vale todo. Objeto, sonido, acción... todo. Y además intentar que se pueda entender por parte del espectador. Que pueda entrar en el juego. Efectivamente cada género o manifestación artística tiene su público pero nosotros llevamos años intentado demoler esas fronteras. El mejor público es aquel que no sabe a lo que viene, pero viene.

¿De qué habla Las cosas?

Habla de lo difícil que es organizar una mesa, una estantería, una casa... Habla de cómo se nos meten las cosas por dentro. Habla de las cosas como herramienta de intercambio emocional. Habla de las cosas como catalizadoras del juego. Habla de la tensión entre el deseo y lo que tienes delante de las narices. Habla de cómo inevitablemente, lo queramos o no, nos acabamos convirtiendo en cosas. Antes o después.

¿Es el capitalismo y la obsolescencia programada uno de los grandes males de nuestra era?

El capitalismo es nuestra era. Y es verdad que se lo come todo. No puede frenar. Y la caducidad de las cosas es un argumento más. Programar el fin de la vida útil de una cosa nos hace sentir como si fuéramos dioses. Otra estupidez más a añadir a la lista. Estar convencidos que tenemos el control de la existencia nos ha llevado a esta situación de ceguera en la que cada día estamos más perdidos. Que pena, por favor.