Los Torreznos vuelven al Teatro del Barrio con una de las piezas que más éxito les ha dado: La Cultura, un trabajo en el límite entre el arte de acción y el teatro experimental que juega sobre la base de lo que podría ser una conferencia acerca de la cultura, siendo ella misma el reflejo de algunas posiciones principales al respecto. Hablamos con esta pareja artística.

¿Es la Cultura una palabra vacía de significado?

Jaime: Al contrario, es una palabra que se está resignificando constantemente. La Cultura nos define como especie animal, y cada ciclo histórico, y el actual es uno importante, nos volvemos a preguntar qué es.

Rafael: Lo que pasa es que este tipo de palabras tienen las paredes muy anchas, son espacios muy abiertos, y la Cultura es un ámbito que admite muchas contradicciones. Pero sí tiene sentido el concepto, y tiene lógica pensar cuál es nuestro posicionamiento cultural. Y lo que también está clarísimo es que la palabra tiene necesidad de resignificación.

En ese sentido, este espectáculo tiene catorce años. ¿Cómo ha cambiado?

Jaime: Ha cambiado muy poco. Da igual que vivamos en el siglo XXI, en el XVIII o en el IX: seguimos necesitando saber qué queremos hacer con la Cultura y dónde la colocamos. Por ejemplo, ahora mismo este país vive al margen del periodo de Al Andalus, y sin embargo, cuando vas a Andalucía, alucinas con su presencia, es otra dimensión.

Rafael: Yo creo que cambia su ubicación en nuestra realidad cultural y social. Por ejemplo, nuestra obra juega con los tópicos dominantes en la cultura de 2007, y entonces, prácticamente se nombraba a una sola mujer. Pero, a lo largo de estos trece años, y tras haber hecho la función muchas veces y en muchos sitios, aparecen conflictos que antes no había: tema de género, lenguaje… Antes ellos eran ellas, pero no ahora no. Solo en el uso de pronombres ya ha habido un cambio radical. Antes no era significante y ahora lo es. Hay que buscar soluciones sin modificar el espíritu de la pieza, porque la contradicción tiene que hacerse visible.

¿Cómo entrenáis la palabra, que es la base de vuestros espectáculos?

Jaime: Boxeando, deglutiéndola. En la vida cotidiana, el uso que tiene la palabra ocupa un pequeño espectro, y lo que hemos conseguido entre los dos es ampliarlo, entablar esta complicidad, ponernos los guantes y trabajar en ella.

Rafael: Sería igual de interesante preguntar cómo no nos acomodamos al uso de la palabra. Es el otro polo, cómo no nos quedamos en los trucos que ya sabemos que funcionan, en las fórmulas ya exploradas y conocidas. Ese es el mayor reto de mantener el sistema, el juego y la manera de investigar sobre el lenguaje. A veces lo consigues mejor, y otras peor. Lo que es constante es la dinámica de diálogo, boxeo y pelea salvaje.

¿Es el humor una gran herramienta reactiva?

Jaime: Sí, lo que pasa es que no sabemos usarla. No es un destornillador con un funcionamiento mecánico, es muy difícil de usar. Nosotros hemos intentado aprovechar la herramienta del humor desde el esperpento, el absurdo, la sorpresa. Hemos intentado ponernos delante nuestras conversaciones, que a veces son tan obvias y absurdas que acaban dando risa.

Rafael: Nosotros no somos ni queremos ser humoristas. Pero sí creemos que el humor es fundamental. El humor no como finalidad sino consecuencia al resaltar una situación patética, como patéticos somos nosotros mismos. No es que digamos barbaridades, decimos lo que dice la mayoría de la gente, y eso produce risa. Una risa, eso sí, que se te ahoga un poco en la garganta.

¿Cuál es vuestro lugar: el escenario o los espacios de Arte Contemporáneo?

Jaime: Nosotros nos conocimos en el territorio del Arte Contemporáneo, y a través de la performance nos salimos de ese lugar, y nos hemos ido metiendo en lugares donde, a veces, no querían vernos. Me gusta pensar que estamos en un ‘no lugar’.

Rafael: También es verdad que cada cosa te da lo suyo. El espacio escénico del Teatro del Barrio te proporciona un tipo de relación con las personas que es fantástica, muy directa y cercana. La disfrutamos mucho. Pero si vas a un museo, a un centro de arte, te puedes encontrar a un público muy distinto, y eso te aporta otras cosas, una posición reflexiva diferente.