Caperucita Roja, Blancanieves o La Sirenita, son algunos de los cuentos clásicos que han marcado a cientos de generaciones durante siglos, con los que las niñas han seguido roles de belleza y han idealizado el amor romántico. No obstante, estos son un arma de doble filo, ya que entre sus tramas se esconden numerosos tintes machistas y claros ejemplos de violencia contra las mujeres.

Sandra Sabatés ha evidenciado estos signos en su nuevo libro, No me cuentes cuentos (Editorial Planeta), en el que invita a reflexionar con creativas analogías en los aprendizajes arraigados que se han extraído a lo largo de los años de estos cuentos de hadas. Narrando diez casos de víctimas reales de violencia de género, la periodista de La Sexta presenta una versión totalmente distinta de estas tradiciones literarias y advierte que este libro no empieza con un “érase una vez”.

P: 'No me cuentes cuentos' presenta una línea muy fina entre la ficción y la realidad, en la que se conjugan los casos de violencia de género con relatos clásicos. ¿Cómo surgió la idea?

R: La idea surge a partir del cuento de Caperucita, que es uno de mis preferidos de cuando era pequeña y que con los años, con el tiempo, te das cuenta de que detrás de esta historia te están contando el relato de una violación.

Y rápidamente hice la asociación con la víctima de la mano de los San Fermines. Seguramente porque es uno de los casos más conocidos, más mediáticos y polémicos. También en su momento se debatió y se discutió mucho en los medios de comunicación y ha permitido también muchos cambios.

A raíz de ahí, empecé a releer cuentos clásicos y, ya con otra mirada, me di cuenta de que en los distintos cuentos también había distintas formas de violencia de género que se manifestaban algunas veces de forma más explícita y otras de forma más sutil.

Me pareció interesante hacer este paralelismo, porque al final los cuentos clásicos no son más que un reflejo de la sociedad en un momento determinado y decir cómo desde hace siglos, pues ya existía esa violencia de género que seguimos arrastrando y, que día de hoy, siguen sufriendo las mujeres en nuestro país. Y de hacerlo a través también de esas historias reales.

P: Son diez historias de víctimas de violencia de género. ¿Cómo fue el proceso de contactar con ellas y escuchar sus duros testimonios?

R: Con algunas de ellas, por ejemplo, en el caso de la víctima de La Manada, contacté con su abogada, o el caso de la protagonista de abusos sexuales infantiles -ilustrado en el cuento de Piel de Asno- que ya había aparecido en los medios de comunicación a través de esa campaña de Save the Children. Fue el contacto más directo.

Para ponerme en contacto con el resto de chicas y de distintos perfiles, porque quería mostrar distintas formas de violencia de género, contacté con asociaciones como la Federación de Mujeres Progresistas y con APRAM, que lucha contra la Trata y la Prostitución; la Fundación Ana Bella y la Fundación Cavas, que lucha contra las agresiones sexuales y echa una mano a las víctimas de agresiones sexuales; o la Fundación Wassu, que lucha contra la mutilación genital femenina.

Ellas realizan ese trabajo diario de ayuda, de apoyo, de acompañamiento, de reconstrucción de las víctimas y que en este caso me han echado una mano para para tender puentes y servir de enlace. Es un poco una obra coral porque detrás de este libro hay muchísimas mujeres que han estado colaborando.

El tema de las entrevistas realmente ha sido un momento duro, porque tú hablas con estas chicas y a veces estamos hablando de episodios que han sucedido hace años y el hecho de volver a traer todos estos episodios al presente, revivirlo… Ves que siguen sufriendo, que siguen pasándolo mal y es duro, es complicado.

P: ¿Hay alguno de estos testimonios que te haya tocado más?

R: Todos porque en el momento de contar las historias ha sido duro. Cuando pasan por episodios tan complicados, tan duros y tan traumáticos, primero tienen que hacer el esfuerzo de asimilarlo. La mayoría de ellas han pasado por muchos meses, incluso años, de terapia para ayudarles a asimilar lo que les ha pasado. Es algo que no se puede olvidar, que no se puede borrar y que entonces tienes que ser capaz tú misma de incorporarlo e intentar que no te moleste demasiado para poder seguir haciendo tu vida normal.

Además, teniendo en cuenta que son chicas muy jóvenes, eso se agarra al futuro. Tienen esos episodios ahí guardados y les estás pidiendo que lo traigan de nuevo al presente y que lo revivan de alguna manera. Por eso les agradezco tantísimo la colaboración en este libro, porque sé que han hecho este esfuerzo y todas ellas me lo han dicho conscientes de que contando su historia pueden ayudar a otras muchas mujeres, pueden dar herramientas a otras muchas mujeres que les permitan detectar a tiempo esa violencia machista.

Ya no queremos ser princesas o que venga el príncipe a rescatarnos

 

P: Cada una de las historias evidencia un tipo de violencia de género distinta, como una violación grupal, como la de 'La Manada', mutilación genital o explotación laboral. Sin embargo, son casos que todavía, por desgracia, se dan a diario.

R: Claro, la idea era esa, evidenciar el decir “no nos contéis cuentos”. Esto está pasando en pleno siglo XXI, algo que pasaba ya hace siglos y seguimos estando en el mismo punto porque hemos cambiado mucho. Evidentemente no hemos evolucionado y hemos dado muchos pasos y ya no nos reconocemos. Seguramente en muchas de estas mujeres, no en sus aspiraciones personales y profesionales, no tenemos las mismas.

Ya no queremos ser princesas en la mayoría de los casos o que venga el príncipe a rescatarnos. Esto digamos que lo hemos superado, pero esa violencia de género sigue estando ahí y nos sigue lastrando.

P: Un aspecto muy importante que se destaca en algunos casos, del que ahora se habla mucho más, es la terapia de que la violencia psicológica y emocional existe. ¿Es una parte del proceso fundamental para que las víctimas se recompongan?

R: Tienen que pasar por un proceso de reconstrucción y de recuperación que no es fácil. Y la mayoría de ellas, todas ellas te diría, han pasado por este proceso de recuperación. Detrás hay una terapia psicológica que les ayuda a hacer este ejercicio de asimilarlo y de aprender a colocarlo en un espacio que no te moleste demasiado y que te permita seguir tirando hacia delante.

No solo a ti, sino también a la gente de tu entorno que arrastran un cierto sentimiento de culpa sobre el dolor que su experiencia está ocasionando a la gente de su alrededor, a sus padres, a sus familias, a sus amigos. Son conscientes de que al final ellas son víctimas, pero también hay unas víctimas colaterales de todo esto que también están sufriendo.

P: Como has dicho antes, la mayoría de ellas han sufrido estos abusos, estas agresiones, a una edad muy temprana, cuando eran niñas o adolescentes. Puede que alguna mujer se sienta identificada con algún tipo de violencia que se muestra y dé el paso de denunciar o dar esa visibilidad.

R: Estas dos cosas que acabas de citar son justamente el objetivo de este libro y el objetivo con el que todas estas chicas han querido contar su historia. Por un lado, dar herramientas porque para ellas es importante el dar estas pistas para que si otras muchas mujeres leen sus historias sepan detectar a tiempo y le salten las alarmas para que detecten a tiempo esta violencia machista y la puedan evitar. Algo que a ellas no les pasó. Ellas no tenían esta información y de repente dicen “si yo se lo cuento a otras mujeres, seguramente esto les servirá para que a ellas no les pase lo mismo”.

Esta es una de las ideas principales, y la otra el mensaje que lanzan todas continuamente: el denunciar esa necesidad de “no os calléis”, de contarlo, porque si lo contáis os vamos a creer, os vamos a poder echar una mano y, sobre todo, vamos a ser muy conscientes que ese proceso de visibilización tan necesario para decir “aquí tenemos un problema y hay que actuar”.

Cuantas más mujeres lo cuenten y denuncien, primero las podremos ayudar; y segundo, que seremos conscientes de lo que pasa y podemos empezar a actuar para erradicar esta violencia machista.

Tenemos muchos retos por delante como sociedad en cuanto a la lucha por la igualdad

 

P: El feminismo lleva muchísimos años saliendo a la calle cada 8 de marzo y durante décadas se han conseguido infinidad de progresos para las mujeres, para sus derechos. Pero, a nivel social y político, ¿qué queda por hacer?

R: Muchísimo, sin duda alguna. Esta semana se aprobó en Europa esa propuesta para que las empresas con a partir de 50 trabajadores tenían que mostrar transparencia sobre los sueldos de trabajadores y trabajadoras y, si había diferencia de sueldos entre hombres y mujeres, había que poner en marcha medidas y se aprobó con el voto. Los que no estuvieron de acuerdo fueron Vox y el Partido Popular, pero seguimos luchando.

Ahí estamos hablando de brecha salarial, por ejemplo. Pero luego tenemos unas luchas que son principales y las más urgentes, sobre todo porque están costando vidas, que es esa violencia machista, esos asesinatos que hay que parar ya de una vez por todas. Ese es el gran objetivo y el gran reto que tenemos como sociedad.

Pero luego tenemos muchas otras formas de violencia que ahí están. No nos podemos permitir que siga habiendo tantas mujeres que son víctimas de la trata de la prostitución, a las que están esclavizando porque no deja de ser una forma de esclavitud con la que están pisoteando su dignidad, y su integridad. No nos podemos permitir que siga habiendo mujeres que son víctimas de la mutilación genital femenina, que nos estén violando en manada o los delitos por sumisión química.

En lugar de mejorar, parece que muchas veces estamos dando pasos hacia atrás. Tenemos muchos retos por delante como sociedad en cuanto a la lucha por la igualdad para convertirnos en una sociedad feminista. Y ya no solo el seguir avanzando y seguir luchando por los derechos y libertades de las mujeres y por esa igualdad, sino también que hay que seguir defendiendo los derechos que ya tenemos conquistados, porque ahí están esos discursos negacionistas de la extrema derecha, que lo único que pretenden es que involucionemos, que demos pasos hacia atrás, hay que evitarlo.

P: ¿Consideras que uno de los pilares para poder llegar a la solución sería la educación?

R: Es fundamental la educación de todos y de todas, no solo la de los más pequeños. Nosotros como sociedad tenemos una igualdad legal, pero al final esto lo cambiamos solo cambiando nuestra mentalidad, nuestra forma de ver las cosas, deshaciéndonos de esa cultura, de esa tradición machista que hemos bebido desde que hemos nacido.

Forma parte de nuestra cultura lo que hemos aprendido de la educación, es ese cambio de mentalidad que pasa por nosotras, pero también por ellos, hombres y mujeres. A las nuevas generaciones hay que empezar a educarlas para que también ellos empiecen a crecer en igualdad, pero ya con estos valores.