La pasión por los libros y la conservación del patrimonio bibliográfico es la hoja de ruta de La Biblioteca de Fuego, la nueva novela de la escritora manchega María Zaragoza, galardonada con el Premio Azorín de Novela 2022 de la Editorial Planeta. Una oda a la cultura y a un episodio de la historia de España reciente que ha pasado completamente desapercibido.

El instinto de supervivencia y la constante amenaza que se vive en las guerras no solo ponen en peligro las vidas humanas, sino también los tesoros culturales. En la Guerra Civil española, muchos ejemplares, víctimas de una purga, fueron calcinados y reducidos a cenizas en un intento de silenciar y destruir conocimientos e ideologías concretas y contrarias al régimen de la época. La autora ensalza así a todas aquellas personas, especialmente a los bibliotecarios, que se arriesgaron por salvaguardar la literatura y la cultura para que no cayesen en el olvido.

PREGUNTA: La Biblioteca de Fuego es una carta de amor a la cultura y a los libros. ¿Cómo surge la idea de hacer este homenaje y ambientarlo en las vísperas de la Guerra Civil?

RESPUESTA: El por qué se censuran los libros, por qué en determinados momentos se consideran peligrosos y susceptibles de censurarse me interesa mucho. Tenía desde hace mucho tiempo la idea de hacer una sociedad secreta que se dedicara justamente a rescatar esos libros censurados o prohibidos que podían ser purgados de las bibliotecas, para que así lo pudieran disfrutar en el futuro las generaciones que vivieran tiempos más amables. Pero realmente no tenía la historia, solo la idea.

Hasta que me encontré con la noticia de que en 1939 en Madrid se celebró el Día del Libro con una quema de ejemplares en la Universidad Central. Era tan impresionante la fotografía que al final no eran unos libros en abstracto los que había que salvar, eran esos en concreto. Así empezó a surgir la voz de Tina, la protagonista de la historia, porque empecé a pensar en que, si alguien se dedica a rescatar y salvar libros de unas circunstancias horribles, encontrarse con que celebran el Día del Libro con una hoguera de libros tiene que ser terrorífico. A partir de ahí también descubrí el rescate del patrimonio bibliográfico durante la Guerra Civil.

P: Esta operación de rescate no aparece en los libros de historia convencionales.

R: Lo que no sale en los libros de historia, y que me parece interesante rescatar, es todo el proceso del rescate del tesoro, cómo se salvaguardó durante la Guerra Civil el patrimonio artístico y bibliográfico. Desde los estudiantes que se dedicaron a hacer papeles para concienciar a la gente y que vieran, por ejemplo, en un ángel policromado de una iglesia había algo más que la religión y que era una obra artística de todos que había que salvar, hasta los bibliotecarios que pusieron en riesgo sus propias vidas para que nosotros podamos hoy conservar una primera edición de El Quijote o un manuscrito firmado por Lope de Vega.

Todo esto se salvó porque hubo gente lo arriesgó todo por saber que el patrimonio es de todos, que peligra en tiempos difíciles por todas las partes y que alguien tiene que pensar más allá de lo urgente: salvar lo que cura el espíritu, lo que toca al alma, eso también es importante, nos ayuda a comprender la historia.

Los bibliotecarios pusieron en riesgo sus vidas para que nosotros podamos conservar una primera edición de El Quijote

P: En la novela ensalzas en todo momento el papel de los bibliotecarios a través de los personajes. ¿Cómo ha evolucionado esta profesión a lo largo del último siglo y qué relevancia crees que tiene ahora en plena era digital?

R: Es importante señalar que la protagonista siempre ha querido ser bibliotecaria, pero no sabía con lo que se iba a encontrar, porque en aquel entonces las bibliotecas eran como cárceles para libros. La gente no tenía acceso a los libros, era una época en la que la mitad de la población era analfabeta y justo en los años 30 se empiezan a hacer labores de alfabetización. Cuando llegó la República se reivindicó que en cada pueblo tenía que haber una biblioteca, todo el mundo debía tener acceso a la lectura, que eran los libros los que iban a levantar el país y que había que modernizar las bibliotecas.

Toda esta generación revolucionaria de bibliotecarios activos en los años 30 lo modernizaron todo para que hoy nosotros podamos acercarnos a la biblioteca del barrio o del pueblo y pedir un libro, llevárnoslo a casa, leerlo y devolverlo. Las bibliotecas nunca tienen suficiente presupuesto, es muy importante que tengan fondos, no solo de libros, sino también para hacer actividades. Consiguen equiparar el acceso a los conocimientos a todas las clases sociales, si no tienes dinero para comprarte un libro siempre podrás acercarte a una biblioteca y encontrar lo que quieres. En este caso, es necesario que tengan dinero para ofrecer estos textos y para realizar actividades para que la gente también pueda acercarse a libros que desconocen.

También está la parte de las bibliotecas digitales, que para labores de investigación son muy útiles, pero necesitan dinero para poder digitalizar los fondos que están en dominio público y que sean de libre acceso. El resumen es ese: las bibliotecas tienen que estar menos olvidadas.

P: A lo largo del libro también aparecen personajes de la vida real como el poeta Federico García Lorca. ¿Cómo ha sido darles vida?

R: Ha sido más divertido y menos difícil que coger los personajes reales que la gente no conoce, con esos tenía más responsabilidad. Luisa Cuesta Blanca Chacel, son personas que hicieron cosas extraordinarias en momento muy difíciles por el salvamento de libros, pero son desconocidos porque en internet hay muy poca información.

Hay una responsabilidad con estos personajes, darlos a conocer y levantarlos. Cuando son más conocidos había, en mi caso, un componente más divertido, de proyectar cómo ese personaje ha pasado a través de mi filtro, tiene un punto más entretenido. Es construir algo que viene de referentes que todo el mundo conoce con cierta facilidad como Federico García Lorca, María de Maetzu, Hildegart Rodríguez Caballeira o Álvaro Retana, son personajes accesibles y que con facilidad se pueden leer y conocer.

Las bibliotecas tienen que estar menos olvidadas

P: Por otro lado, están muy presentes las tradiciones y creencias de la época, como los bailes clandestinos o la espiritualidad. ¿Cómo ha sido todo el proceso de documentación para reflejarlas?

R: Con mirar en los periódicos y revistas de la época te encuentras con que basta con mirar qué se llevaba. Descubría que en aquel entonces el espiritismo era una cosa bastante extendida, tenía muchos adeptos y muchos eran católicos, ya que esta doctrina no era incompatible con otra religión. Toda la parte de los cabarets y la vida nocturna me parece interesantísimo: ver en las programaciones, lo que estaba en cartel y lo que estaba de moda.

P: El feminismo también es un pilar fundamental de la novela porque se evidencian todos los derechos por los que las mujeres luchaban.

R: Se evidencia que eran muy modernos a principios de los años 30 en ese sentido. Había mucho movimiento feminista y hacía poco que la mujer podía estudiar en la universidad, estaba completamente aceptado.

Para mí era importante contar una serie de cosas dentro de la historia que se acabaron con el franquismo. El ejemplo más significativo es cuando se aprobó el divorcio en la Segunda República y cuando Franco ganó la guerra una de las primeras cosas que hizo fue anular los divorcios que se aprobaron durante la República, de tal forma que podías estar cinco o seis años divorciada de tu marido y, de repente, volvías a estar casada con él. Es algo siniestro y perverso en un mundo en el que, a partir de ese momento, la mujer ya no tenía independencia.

P: Tina Vallejo tiene un ímpetu y un coraje tremendo a la hora de salvar los libros de ser destruidos. ¿Qué rasgos de la autora hay en la protagonista?

R: Todos los escritores ponemos cosas de nosotros en los personajes. Hay cosas de Tina que sí comparto como su perplejidad a la hora de hacer grandes gestos con los libros que tienen “de muchos colores” que podrían ser potencialmente peligrosos. Hace falta hacer un esfuerzo para acercarse a un libro: hay que llegar, coger el libro, abrirlo y leerlo; es algo que no pasa inmediatamente.

Me gustó mucho construir a Tina y el momento de que para ser coherente con ella misma tenía que hacer cosas que yo no haría, es el momento en el que el personaje ya tiene vida propia y quizá podría ser una amiga íntima.

P: También destaca que la protagonista y la autora son manchegas y dentro de la novela destaca el paralelismo que existe entre el pueblo y la riqueza de una familia rica con la vida que se llevaba en Madrid en aquella época.

R: Tina viene de una familia de dinero y de provincia y yo no, esa es otra diferencia. Pero sí vengo de la misma zona, Tina no es de Campo de Criptana, aunque siempre me gusta dejar una pildorita sobre mi pueblo en todo lo que hago, pero no lo es por cómo quedaba el frente en la guerra, no me venía bien que fuese de allí por dónde cortaba el frente en esa zona, aunque estaría hacia la zona de Alcázar de San Juan.

Ahora es muy fácil llegar a una ciudad grande con poco esfuerzo, pero irse a estudiar a una gran ciudad en aquella época era un gran salto porque no sabías cuando ibas a regresar o ver a tus padres. Eso le abre los ojos al mundo, aprende mucho y muy deprisa en poco tiempo, aunque cuando llega la guerra todo el mundo tuvo que aprender a la fuerza a defender su reducto.

P: Hay una frase del libro que me gustaría destacar: “Es curioso cómo los libros que nos marcan señalan también nuestro destino”. ¿Esperas que La Biblioteca de Fuego marque al lector?

R: Espero que marque al lector como una semilla de curiosidad. Los personajes y la Biblioteca Invisible los he situado en un contexto que sí existieron y sobre lo que hicieron muchos de ellos se sabe muy poco. Me gustaría que la gente al leer el libro sienta la necesidad o curiosidad de acercarse a esas historias, no solo las que cuento, que sería lo más interesante, por los bibliotecarios que hicieron tantas cosas extraordinarias en aquella época y que han sido borrados porque lo que convenía era hacer pasar ese salvamento por un expolio. Cuando se reescribió la historia como si aquello hubiera sido un expolio, aquellos que cometieron la heroicidad de salvar todas esas cosas estorbaban de la narración, fueron borrados.