La escritora Rosario Raro (Segorbe, 1971), acaba de publicar 'Prohibida en Normandía' (Planeta), una novela en la que ficciona la historia real de Martha Gellhorn  (San Luis, Misuri, 1908 - Londres, Inglaterra, 1998), una de las corresponsables de guerra más importantes del siglo XX y la única mujer que participó en el Desembarco de Normandía, la operación que cambió el curso de la II Guerra Mundial. El 6 de junio de 1944 se coló entre las tropas aliadas disfrazada de camillero, ya que le habían denegado la acreditación como reportera por el simple hecho de ser mujer. Pese a jugarse la vida en la playa de Omaha, sus fotos todavía siguen perdidas y la crónica que hizo no se publicó hasta meses después. "Tuvo que luchar contra varios frentes simultáneos, los prejuicios del estamento militar y también contra la falta de apoyo de su famosísimo marido, Ernest Hemingway", nos explica la autora en una entrevista en la que denuncia cómo contribuyó a silenciar a su entonces esposa. "No quería que nadie le hiciera sombra", nos explica, al tiempo que recuerda el machismo del escritor, quien la criticó por irse a cubrir el frente italiano en 1943 preguntándole, molesto, si era 'corresponsal de guerra o una esposa en mi cama'.

La novela recorre varios años de la vida de la protagonista en los que relata no sólo las peripecias de Gellhorn para poder hacer su trabajo en un mundo de hombres, también es un homenaje a otras reporteras de guerra como Ruth Cowan Nash, a quien atribuye la frase: "Pensar en lo que otros cobran sin salir de sus madrigueras también me revienta". O Lee Miller, la mujer que fotografió el baño de la casa de Hitler en Munich, que murió alcoholizada y deprimida sin que ni sus propios familiares supieran de sus logros hasta el final.

Gellhorn no solo escribía por ella, "sino por todas las mujeres que quisieron hacerlo y no pudieron", nos explica Rosario Raro. "Durante toda su vida siguió recordando a su gran amiga Gerda Taro, la fotógrafa alemana de origen judío que murió en Brunete, durante la Guerra Civil, atropellada por un tanque. La tuvo presente hasta el final de sus días".

Además de la II Guerra Mundial Martha Gellhorn cubrió la guerra civil española y fue corresponsal en los conflictos de Finlandia (1939) y China (1940). © piemagsww2archive  Alamy
Además de la II Guerra Mundial Martha Gellhorn cubrió la guerra civil española y fue corresponsal en los conflictos de Finlandia (1939) y China (1940). © Alamy

No necesitamos ser censuradas a priori bajo el pretexto de la protección, sino contar la vida sin cortapisas

Todas ellas lo único que querían era poder ejercer su profesión en igualdad de condiciones: "No necesitamos ser censuradas a priori bajo el pretexto de la protección, sino contar la vida sin cortapisas. En resumen, ejercer nuestro oficio tal como hacen nuestros compañeros. Que nos tomen en serio. Nosotras también nos jugamos la vida". Este texto forma parte de una carta firmada por varias periodistas y enviada a la Administración estadounidense.

Pero la mayor de las ofensas fue que su crónica del desembarco no fue publicada hasta meses después de haberla enviado y, además, mutilada. El resto de sus textos sufrieron trances similares, entre ellas, una crónica sobre el buque hospital y el traslado de heridos, que no vio la luz hasta 1959, todo ello, a pesar de estar en la primera línea. Sin embargo, su marido, que no pudo desembarcar en Normandía en el famoso Día D por razones de seguridad, sí pudo publicar con normalidad en Collier's, la revista en la que ambos trabajaban. Ambos acabaron divorciándose en 1945.

 

La maniobra hollywoodense de despiste

La novela también recupera uno de los episodios más desconocidos del Día D. Se trata de la operación Fortitude, una maniobra de distracción en la que participó la industria del cine. Británicos y estadounidenses montaron un inmenso plató en Calais, a 250 kilómetros de Normandía, con los mejores profesionales de Hollywood para despistar a la Inteligencia alemana. Los mejores hombres del ejército, actores y profesionales de diferentes oficios llevaron a cabo esta ingeniosa maniobra de desinformación. Entre ellos estuvieron Douglas Faibanks Jr. -conocido por títulos como 'Morning Glory', junto a Katherine Hepburn-, y el actor británico David Niven. "Reclutaron en Hollywood a más de mil personas, atrecistas, fotógrafos, decoradores, escultores, incluso meteorólogos, todos los profesionales que están implicados habitualmente en una gran superproducción, los trasladaron a Dover y montaron un enorme plató con tanques hinchables, tiendas de las que salía humo para hacer creer que los soldados preparaban la comida, llegaban muchísimos trenes vacíos para simular que estaban transportando tropas", nos explica Rosario Raro. 

Entrevista con Rosario Raro

Rosario Raro en la playa de Omaha, el lugar elegido hace 80 años para el Desembarco de Normandía. (Foto: Javier Ocaña / Planeta)
Rosario Raro en la playa de Omaha, el lugar elegido hace 80 años para el Desembarco de Normandía. (Foto: Javier Ocaña / Planeta)

La ningunearon, la tacharon primero y la borraron después, como si nunca hubiera estado en el hecho tan trascendental que supuso el desembarco de Normandía

PREGUNTA.- 'Prohibida en Normandía', es el título de tu última novela. Son unas palabras terribles, sobre todo si conoces la historia. ¿Qué significa?

RESPUESTA.- El título surgió a partir de unas señales en inglés, que decían literalmente 'Allowed women', o sea, prohibidas las mujeres. Se refiere a la negativa de que se acreditarán a reporteras para llevar a cabo el mismo trabajo que estaban desarrollando sus compañeros por el simple hecho de ser mujeres. En el caso de Martha Gellhorn y otras periodistas con las que coincidió en el hotel Dorchester de Londres, que era la sede de la prensa extranjera durante la guerra, no era una cuestión de falta de profesionalidad ni de credibilidad. Martha, por ejemplo, llevaba muchas más guerras en su mochila que la mayoría de militares que estaban en esas maniobras. Ahora, visto con perspectiva, era importante que esa palabra apareciera en el título, porque a ella la ningunearon, la tacharon primero y la borraron después, como si nunca hubiera estado en el hecho tan trascendental como el desembarco de Normandía. Tuvo que luchar contra varios frentes simultáneos, los prejuicios del estamento militar y también contra la falta de apoyo de su famosísimo marido, Ernest Hemingway.

Él [Hemingway] dedicó una frase tremenda a su mujer, cuando se fue a cubrir el frente italiano en 1943 y le preguntó molesto, si era 'corresponsal de guerra o una esposa en mi cama'

P.- ¿Ese empeño de Hemingway en silenciar a la que entonces era su mujer fue por celos o por machismo?

R.- Creo que Hemingway no quería que nadie le hiciera sombra. Él dedicó una frase tremenda a su mujer, cuando se fue a cubrir el frente italiano en 1943 y le preguntó molesto, si era 'corresponsal de guerra o una esposa en mi cama'. Hay un momento en la novela en el que ella reconoce a otro personaje que este tipo de cosas han sido una constante en su vida, que a los hombres les gustaba que fuera tan salvaje para domarla, como si eso fuera un desafío para ellos. Ese carácter indómito, el arrojo que tenía como periodista que no se detenía ante nada, él no podía asimilarlo. De hecho, cuando le negaron la acreditación de la revista 'Collier's Weekly', para la que trabajaba, no movió ni un dedo por ayudarla. Él si tuvo la suya y Martha esperaba que renunciara a ella por solidaridad, pero no lo hizo, lo que aumentó más su fulgor. 

Estuvo en más de una docena de guerras, con 81 años cubrió la invasión de Panamá por parte de EE.UU. No se arredraba ante nada

P.- Aparte de ese deseo de, digamos, 'domarla', ¿hubo también celos profesionales?

R.- Cuando estuvieron juntos en Madrid durante la Guerra Civil, ella se quedó bloqueada ante la barbarie que vio y él la empujó a que escribiera sobre las personas anónimas que hacían cola en las calles por conseguir carbón o pan. Sí que hubo un primer momento de apoyo en este ámbito, pero conforme ella fue creciendo, de alguna forma, el eclipse fue total. De hecho, no se la reconoce todavía hoy en día como la gran corresponsal de guerra que fue. Estuvo en más de una docena de guerras, con 81 años cubrió la invasión de Panamá por parte de EE.UU. No se arredraba ante nada. Por eso quise hacer una labor de rescate y situarla en el primer plano que creo que merece.

P.- Fue una de las periodistas que se alojaron en el famoso hotel Florida de Madrid durante la Guerra Civil.

R.- Exacto, durante toda su vida siguió recordando a su gran amiga Gerda Taro, la fotógrafa alemana de origen judío que murió en Brunete, atropellada por un tanque. La tuvo presente hasta el final de sus días. Martha escribía no solamente por ella, sino por todas las mujeres que quisieron hacerlo y no pudieron.

P.- Ahora que se habla tanto de sororidad, es un buen ejemplo de ello, y en contra de ese cliché tan repetido del patriarcado, al menos en mi generación, de que las mujeres en el ámbito laboral no eran buenas compañeras.

R.- Creo que eso es algo que tiene mucho que ver con el divide y vencerás. Está claro que en el caso de las reporteras de guerra estadounidenses e incluso británicas que coincidieron allí se ayudaban mucho. Por ejemplo, idearon un sistema a través de una de las personas que trabajaba en el hotel del Dorchester para estar en contacto y saber en todo momento dónde se encontraba cada una de ellas. Inevitablemente se unieron al ver esa injusticia, de cómo se las apartó solo por razones sexistas. Una de ellas, recojo en la novela, dice que las alejaron como si fueran caracoles de concha blanda. Había una misoginia tremenda, porque ellas se jugaban la vida para escribir sus crónicas como los demás. Y algunas incluso mucho más delante respecto a la primera línea de fuego.

P.- En el caso de Martha, por ejemplo, ella estuvo allí, en la primera línea del desembarco de Normandía.

R.- Está documentado que ella bajó a la arena, en sentido literal, de la playa de Omaha, haciéndose pasar por camillero. Había cruzado el canal como polizón, tras intentar sin éxito por todos los medios conseguir la acreditación o, en su defecto, un permiso del Estado Mayor del ejército aliado. No se lo permitieron.

Ella sabía que estaba cometiendo un delito, pero eso no la detuvo, era como una especie de fuerza de la naturaleza. Allí, en la arena de Normandía estuvo también Robert Capa, que hizo las famosas fotografías que, por un accidente en el laboratorio, salieron mal. 

Con las fotos de Martha espero que pase como con la maleta de Robert Capa que apareció en México con cientos de fotos, y hagamos justicia a la gran reportera de guerra que fue.

P.- ¿Qué pasó con las fotos de Martha?

R.- Las fotos fueron requisadas porque era material sensible y hubo una censura muy férrea. De hecho, John Ford había rodado una película sobre el desembarco en tiempo real, desde uno de los buques y no dejaron que se proyectara entonces porque querían que los jóvenes estadounidenses y canadienses continuaran alistándose. Si veían las terribles imágenes de Omaha, de la sangrienta Omaha, como se le llamó después, sabía que no iban a ir a Europa. 

A ella le quitaron el rollo de película, a pesar de que se jugó la vida para hacer las fotos, y se suponen que fueron a parar al Ministerio de Defensa de EE.UU. Ahora se han desclasificado muchos documentos, por ejemplo, algunos relativos a los que participaron en la gran maniobra de simulación, cuando construyeron un plató de cine para acoger al ejército fantasma y los fantasmas en Dover, engañando así a los alemanes. Con las fotos de Martha espero que pase como con la maleta de Robert Capa que apareció en México con cientos de fotos, y hagamos justicia a la gran reportera de guerra que fue.

P.- ¿Y con el documental de John Ford?

R..- Solo he podido encontrar 20 minutos y, por desgracia, se parece bastante al inicio de 'Salvar al soldado Ryan'.

La operación Fortitude fue un juego de prestidigitación, distraer la atención por un lado mientras los sucesos reales estaban en otro

P.- ¿Cómo fue ese plató hollywoodense que se montó para engañar a los alemanes, utilizando incluso a actores muy conocidos?

R.- Llegué al argumento de esta novela a través de esta cuestión, que me pareció apasionante. La idea era crear un espejismo para que los alemanes creyeran que las tropas aliadas iban a entrar por Calais desde Dover, porque es la parte más estrecha del canal. Reclutaron en Hollywood a más de mil personas, atrecistas, fotógrafos, decoradores, escultores, incluso meteorólogos, todos los profesionales que están implicados habitualmente en una gran superproducción, los trasladaron a Dover y montaron un enorme plató con tanques hinchables, tiendas de las que salía humo para hacer creer que los soldados preparaban la comida, llegaban muchísimos trenes vacíos para simular que estaban transportando tropas. El objetivo era que la inteligencia alemana creyera que había unos 100.000 efectivos, como dicen ellos, y que, si se filtraba algo respecto al desembarco de Normandía, creyeran que eso era la maniobra de distracción.

La operación Fortitude fue un juego de prestidigitación, distraer la atención por un lado mientras los sucesos reales estaban en otro. Me interesó mucho esa mezcla entre realidad y ficción, cómo el cine nos consigue conmover, aunque sabemos que es mentira lo que vemos. La otra gran conexión con este mundo es la cinefilia absoluta que tenía Hitler. Todas las noches veía una película en su refugio del Nido del Águila, en los Alpes. Después hacía una especie de cineforum, que llamaríamos nosotros, con sus colaboradores más cercanos como Goebbels o Hoffman. Había noches, como por fortuna la víspera del desembarco, en las que se iba dormir a las cuatro de la mañana. Ese día, como nadie se atrevió a despertarlo, empezó a desayunar hacia las 12 de la mañana, cuando las cuatro playas, practicamente, habían sido tomadas. Rommel estaba de permiso porque era el cumpleaños de su mujer, le regaló unos zapatos, hasta eso consta en la documentación. Todo ello sirvió para aumentar el efecto sorpresa.

P.- ¿Te ha costado mucho acceder a toda la documentación?

R.- Está toda en inglés. Me sorprendió muchísimo saber que entre los 160.000 hombres que participaron en las distintas oleadas del desembarco solo hubiera una mujer y también que me costara rastrearlo. Me resultó sospechoso. 

En el caso de Martha Gellhorn el ninguneo fue premeditado, buscado e intencionado

Sello conmemorativo de Martha Gellhorn ©spatuletail Shutterstock
Sello conmemorativo de Martha Gellhorn ©spatuletail Shutterstock

P.- ¿Ahí fue cuando conociste a Marta o ya tenías referencias de ella antes?

R.- Tenía referencias de que había sido corresponsal de guerra, que había sido una adelantada a su época, una pionera en determinadas prácticas, que había estado en la guerra civil, sobre todo por la película de Nicole Kidman y Cliff Owen, pero de su relación con la Segunda Guerra Mundial apenas tenía conocimiento. Ahí empezó la labor de investigación y descubrí un verdadero trabajo de tachado y borrado intencional. En el caso de Martha Gellhorn el ninguneo fue premeditado, buscado e intencionado. Igual también hubo una mano negra muy poderosa que empieza por 'h', que no soportaba que fuera tan brillante.

P.- Tu novela es ficción, pero sobre hechos reales, muy bien documentados, ¿te sientes autora de una gran crónica periodística sobre lo que fue el papel de las mujeres periodistas en la Segunda Guerra Mundial?

R.- Ojalá, me encantaría. Yo escribo, por llamarlo de alguna forma, lo que en la tradición anglosajona denominan con el término de 'faction', ficción basada en hechos reales. A mí eso me interesa muchísimo, porque considero que la realidad siempre es la que nos proporciona los mejores argumentos, por mucha imaginación que nos creamos que tenemos los que escribimos, siempre nos supera la realidad.

Hay otra cuestión que me interesa sobre todo y es lo que más peso tiene en mis cinco novelas, el tema social. Creo que lo interesante siempre son aquellas hazañas que se hacen entre muchos, quiero relatar este tipo de acontecimientos y ver cómo hacen girar el mundo.

Para mí, ponerse la piel de estas periodistas tan intrépidas, indómitas, que no se detenían ante nada, ha sido como tener un faro de un gran ejemplo.

P.- ¿Qué has aprendido tú de Marta y de estas otras mujeres?

R.- Muchísimo. Es apasionante leer sus libros de crónicas, 'El rostro de la guerra' y 'Cinco viajes al infierno', o la biografía que hizo de ella Caroline Moorehead. Era una mujer para quien el verbo rendirse no existía, a pesar de que lo tuvo todo en contra, siempre tuvo presente la frase de que la perseverancia todo lo conquista. En su caso se cumplió aquello del que la sigue la consigue. Creo que tenía siete vidas porque se las jugó todas, sobrevivió y murió cuando ella quiso, algo que también se podría conectar con su carácter.

He escrito la novela desde la admiración, pero también viendo que Martha era muy humana

P.- Solicitó la eutanasia porque tenía una enfermedad muy grave.

R.- Sí, y en eso coincidió con su exmarido. Ver que una persona que venció tantas dificultades y trasladarlo a vidas más pequeñas como la mía, no puedes sentir más que admiración. He escrito la novela desde la admiración, pero también viendo que Martha era muy humana, con una biografía con bastantes sombras, pero todos somos seres de la contradicción, como decía Unamuno. Esto también la humaniza.

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