Porque sufrimos de ansiedad, porque no podemos independizarnos antes de los 30, porque tenemos un origen más o menos humilde o porque no somos más sinceros en nuestras relaciones sociales. Son reproches que vienen de generaciones más adultas y que pronto se convierten en cuestiones de vida, en una vorágine de incertidumbre e introspección a la que se enfrentan a menudo los jóvenes de hoy en día. Son cuestiones a las que Laura Carneros les ha intentado dar respuesta en Proletaria consentida (Editorial Caballo de Troya), barriendo a casa, retrotrayéndose a su propia experiencia, ha dado nombre a fenómenos o comportamientos que, hasta ahora, a los que no sabíamos cómo referirnos. 

'Proletaria consentida'. (Editorial Caballo de Troya).

'Proletaria consentida'.

PREGUNTA (P): ¿De qué sentimiento o sensaciones nace el ser una 'proletaria consentida'?

RESPUESTA (R): Es una mezcla de frustración primero porque cuando acabé de estudiar no podía encontrar trabajo, no me surgían oportunidades, ese periodo se prolongaba sin hacer nada. Luego comenzó a surgir también la culpa, pensar que si realmente no conseguía nada o no alcanzaba metas yo tendría la culpa de ello. Todo el peso recaía en que no me había esforzado lo suficiente.

Y consentida porque, al no tener ingresos propios y no poder salir adelante por mí misma, mis padres me tenían que mantener, no trabajaba y no tenía ingresos, tenía la sensación de estar muy mimada. Me hubiese gustado en aquel momento valerme por mí misma y, sin embargo, a pesar de que ya era mayor de edad, mis padres entre comillas me seguían “consintiendo” y me seguían permitiendo que viviera con ellos.

P: El libro es un reflejo claro de la situación actual de los jóvenes, tanto a nivel laboral como de salud mental, de estabilidad y de relaciones sociales. Pero el problema es que a estas generaciones nos suelen decir: “Vivís por encima de nuestras posibilidades cuando no es verdad”.

R: Exactamente, no es verdad, y eso implica de nuevo la culpa. Te están culpando a ti de no poder valerte por ti mismo o de no emanciparte o tener ingresos propios cuando, en realidad, a todo el mundo nos gustaría tener un trabajo digno en el que nos pagaran un mínimo que nos permitiera ser independientes. Parece que a quien tiene menos opciones se le machaca incluso más con eso. Quien tiene dinero, tiene más posibilidades, a esa persona no le dicen que ha vivido por encima de sus posibilidades porque no tiene ese problema. Entonces, ¿dónde está la posibilidad de cada cual? Quizá porque por nacer en una clase media o media-baja tiene menos posibilidades, aunque ya de entrada acota mucho, de un modo subliminal, te está minando la moral.

P: Otro de los argumentos que salen a la luz al hablar de esta cuestión es que nuestros padres se independizaban en su época a los 20 años, pero los jóvenes no tenemos la oportunidad de hacerlo y, con mucha suerte, podemos a los 30.

R: Al final, no todo depende de una persona, sino que se vierten sobre las personas determinadas consecuencias de circunstancias como situaciones económicas adversas, el cambio del mercado inmobiliario y el laboral y otras muchas cosas que hacen que, circunstancialmente, para nosotros sea más complicado independizarnos. ¿A quién no le gustaría vivir sola o acompañada de quien tú quisieras, de tener esa esa libertad respecto a tus padres? Es algo que no depende de nosotros por mucho que queramos, son una serie de circunstancias que acabamos arrastrando.

P: En el libro no solo te refieres a la precariedad de los jóvenes en España, sino que es un fenómeno que se da en toda Europa cuando hablas del Erasmus: mucha experiencia, un buen currículum, pero escasas oportunidades de futuro.

R: Sí, hay gente muy preparada que a lo mejor sale a hacer un voluntariado o cualquier proyecto sin que sea remunerado por el hecho de seguir avanzando profesionalmente. Es una experiencia muy buena, para mí fue un antes y un después, pero sí que es verdad que hay mucha precariedad. A pesar de que son experiencias muy enriquecedoras, el dinero también es necesario para continuar.

P: Hay un fragmento del libro que reza: “Mi padre dice que somos de clase baja; mi madre relaciona la clase baja con tener poca clase”. ¿Qué sucede en los distintos conceptos de clases sociales que hay actualmente?

R: Es cierto que se dice mucho que las clases sociales ya no existen, pero eso es obvio que no lo es, el dinero condiciona muchísimo a la clase a la que uno pertenece: los lugares en los que te mueves o la gente con la que te relacionas. Dicen que las clases están desapareciendo, pero es para mal porque cada vez se atisba más las dos más fuertemente diferenciadas entre sí: o pobre o rico. La clase media casi no se percibe.

Etiquetas como 'generación de cristal' son un insulto, atacan a los más vulnerables

P: Destacando que este lunes 10 de octubre fue el Día Nacional e Internacional de la Salud Mental, quiero destacar dos datos: el 36,2% de los jóvenes en España declaran haber padecido problemas de salud mental con frecuencia, según el Barómetro Juvenil 2021. Pero también se da la paradoja de que España tiene seis psicólogos por cada 100.000 habitantes y es un problema sistemático y que viene de lejos.

R: Para nada. Muchas de las personas que necesitan un psicólogo no tienen acceso a ello económicamente o están desinformados. Si no te puedes permitir un psicólogo privado o acceder a él por la Seguridad Social, te tienen que determinar primero lo que necesitas y, segundo, que te den la terapia necesaria y con el tiempo que debería. Es tristísimo y muy frustrante que exista un problema que repercute en otras cosas, como en la salud física que nos puede llevar a enfermedades del corazón. Llama la atención que no se destinen más fondos al sistema público para que haya más psicólogos, con la falta que hace.

P: ¿Debemos seguir consintiendo los jóvenes que se refieran a nosotros como “la generación de cristal”?

R: Todas estas etiquetas son un insulto, van a atacar a la gente más vulnerable. No creo que sea una "generación de cristal", pero lo cierto es que en otros tiempos no se le ponía nombre a la ansiedad o a la depresión, ahora sabemos muchas más cosas. Antes al bullying no se le llamaba así, antes se decía que “eran cosas de niños”, se normalizaba.

Estas denominaciones vienen, paradójicamente, de un avance, de una lucha. Estos avances no se producen alegremente, aunque también se da el caso de que ahora se reconoce y se le da más importancia a la salud mental, a pesar de que siga habiendo gente que siga diciendo que somos unos blandengues. Hay que luchar contra esas etiquetas, pero, a la vez, surgen de que algo está avanzando.

P: Además del término proletaria consentida, hay otros que los utilizas para explicar fenómenos o comportamientos que tenemos los jóvenes de los que antes ni siquiera se hablaba o no se sabía de qué forma. Háblame de la "precariedad sentimental".

R: Pues la "precariedad sentimental" es un concepto que tengo algo indefinido, pero con él me refería a una sensación de que nos comprometemos menos pero que eso obedece a las libertades. No hay manera perfecta de definir las relaciones, pero quizá ahora dedicamos menos tiempo a conocer a las personas, decidimos muy rápido que esa persona no nos conviene o ya no nos interesa, algo que también tiene culpa la forma en la que nos relacionamos, vamos tan rápido con todo que las relaciones no encuentran un lugar para fraguarse.

También pasa igual con los trabajos, te dan muy poco tiempo de oportunidad, te contratan como becario unos meses, pero enseguida contratan a otra persona. Vivimos inmersos en un mundo de consumismo que, a su vez, nos come como trabajadores y como personas y no damos tiempo a que las cosas se consoliden.

P: Se pueden sacar muchas conclusiones de después de leer Proletaria consentida. ¿Crees que tu voz puede ser de alguna manera el conjunto de realidades de las generaciones jóvenes?

R: No sé si podría dar voz a un conjunto, pero sí que me daría por satisfecha si al menos una parte se sintiera aliviada, como si sintiera un abrazo al leer el libro. Cuando lo escribía tenía muy presente que quería escribir esa circunstancia porque a veces me sentía muy sola y tenía la intención de que alguien que se pudiera sentir como yo. Espero que la gente que se pudiera sentir como el personaje, como me sentía yo misma, pueda encontrar una especie de camino y, a lo mejor, de empujón anímico para salir adelante o para intentar hacer otras cosas.