España y bar son términos indivisibles. Qué español no tiene un recuerdo feliz a la vera de un cañero. Quién no bebe rubia la cerveza para acordarse de su pelo. Cuántas amistades se han forjado con los codos posados en una barra. Si no has arreglado el mundo bajo la ensoñación de la ebriedad, no eres digno de ser español. 

Quién no ha reído en un bar. Y llorado. Quién no ha contado sus sueños y frustraciones a ese psicólogo llamado camarero. Ponme otra más. La penúltima.

De todo eso y un poco más, desde ElPlural.com, hemos conversado con Francisco Castillo, autor de la obra En el último trago nos vamos.

Pregunta: ¿Qué te llevó a escribir En el último trago nos vamos?

Respuesta: Leer. En mi casa siempre ha habido libros. Mi madre y mi familia siempre me han animado a leer. Desde pequeño. Y a todos nos surge de eso. E intentarlo. Sin otro objetivo más que hacerlo. Fue un proceso largo. Todavía no me considero escritor porque soy publicista pero ha sido muy bonito poder hacer este libro. Se ha sufrido pero ha estado bien.

P: Creo que este libro es un éxito por la dificultad de hacer algo sencillo y bueno al mismo tiempo.

R: Una cosa que nos pasa cuando empezamos a escribir es que intentamos parecer muy intelectuales y acaba saliendo algo demasiado pretencioso. Desde el principio intenté que no sucediera. Quería que fuera una historia en un bar y se contase como se cuentan las historias en un bar. Rápido.

P: ¿Con quién tomarías ese último trago?

R: Me imagino que solo. Espero no estar en esa tesitura nunca. Si fuera en otra, no arriesgaría y me lo tomaría con los de siempre. Imagínate que decides un famoso y aquello no funciona. Mierda, estoy desperdiciando mi último trago.

P: El bar como elemento esencial de sociabilización.

R: Lo tenemos muy arraigado en nuestra cultura. Tan dentro que ni lo pensamos. Te sale solo quedar con alguien en un bar. O cuando estás conociendo a alguien. El partido que está en el Gobierno se fundó en un bar y el Golpe de Esatdo se diseño en otro. No se me ocurre quedar con un colega en un banco del Retiro, por ejemplo. Sería súper raro.

P: Se entiende bastante bien la victoria de Ayuso a través de los bares.

R: Es el ejemplo perfecto para entender la importancia de los bares. Nos pueden tocar muchas cosas pero no me toques esto porque los bares son sagrados.

P: Quizás sea la edad, pero con el paso del tiempo te vas alejando de las discotecas y disfrutas más de los bares.

R: Me pasa desde hace mucho. En general me lo paso mejor quedando desde el vermut. También te vuelves mayor y te haces intransigente con la música, el tipo de sitio… Eres menos tolerante.

P: ¿Crees que podría haber un abstemio en tu grupo de amigos?

R: Fui yo durante un tiempo debido a un tratamiento médico. Y se hizo duro. Al final. Por muy amigos tuyos que sean, si estás en el contexto de tomar algo, son otras normas. Otros temas de conversación. Y llega un momento que estás fuera. Y dices: esto es un coñazo.

P: La obra, en realidad, gira en torno a la amistad.

R: Tengo la suerte de tener los amigos de toda la vida. Y sin ellos, sería otra persona totalmente diferente. Posiblemente peor. Hay muchas cosas de mi personalidad que, directamente, están copiadas de ellos.

P: México juega un papel importante en la obra.

R: Estuve dos años viviendo por trabajo y a la hora de escribir también necesitas hablar de cosas que te hacen sentir seguro. Por eso Santander, Madrid y México. Este país fue muy importante por el choque cultural pero sin ser tan diferente a España como otros países. Y me volví con amigos y anécdotas. Y hay una cosa maravillosa que es el lenguaje. Es muy difícil que, siendo español, el mexicano te salga bien. La historia de México también pasa por sus cantinas.

P: También Santander. En la obra es la vía de escape de uno de los personajes.

R: Cuando hay un personaje que necesita escapar porque tiene una recaída, se va a su casa. Y casa solo hay una.