En lo alto de la provincia de Salamanca, abrazado por la Sierra de Béjar, se encuentra un pequeño pueblo que parece detenido en el tiempo. En este escondido destino, el agua recorre cada una de sus calles empedradas y llama a cada una de las batipuertas de cada una de las casas que han visto pasar generaciones enteras. Muy cerca, los bosques rodean el rincón salmantino con fascinantes vistas sobre la Sierra de Béjar, donde el tiempo se mide en tradiciones vivas, aromas serranos y leyendas que aún caminan por sus calles con senderos que llevan a cascadas y miradores, mientras la iglesia y la ermita dan fe de su alma serena y antigua.
Hablamos de Candelario, una localidad en la que la historia no se guarda en libros, se representa en sus fiestas, se camina por sus cuestas y se respira en cada rincón. Cada agosto, los vecinos reviven con orgullo una boda del siglo XIX, luciendo trajes de época y llenando de música y emoción las empinadas calles, y cuando llega el invierno, las tradiciones cobran fuerza con celebraciones como La Candelaria o el Belén viviente.
Desde las huellas romanas hasta la batalla de las Navas de Tolosa
Los orígenes de Candelario se pierden entre sus montañas y leyendas, pero los vecinos aún los recuerdan con gran pasión y emoción. Aunque las huellas de los romanos continúan latiendo bajo sus tierras, no fue hasta la entrada de la Edad Media cuando este pequeño pueblo escribió su nombre con letras propias en la historia de España. A comienzos del siglo XIII, bajo el señorío de Béjar, los hombres de Candelario participaron con valor en la batalla de las Navas de Tolosa, uno de los enfrentamientos más determinantes de la Reconquista.
Actualmente, este rincón salmantino, ubicado a más de 1.100 metros de altitud y con vistas privilegiadas sobre la Sierra de Béjar, guarda su pasado con orgullo. Por ello, sus vecinos conmemoran cada segundo domingo de agosto su gran historia desde hace veinte años, recreando la representación de la Boda Típica, una boda tradicional del siglo XIX. En aquella época las bodas en Candelario se celebraban siempre en verano, habitualmente en agosto, y podían prologarse varios días después de la ceremonia la tornaboda. A día de hoy los vecinos se visten con trajes de época y recorren las calles con música, rituales y gran emoción, recordando a sus antepasados.
Un pueblo que se escucha, se camina y se admira
Candelario ofrece una ruta inolvidable donde disfrutar de una arquitectura encantadora y una naturaleza llena de senderos por descubrir. Pasear por sus calles es como adentrarse en una escena cinematográfica, con cuestas empedradas, fachadas blancas decoradas con balcones de forja y las fascinantes batipuertas, unas curiosas cancelas de madera que protegían del frío y de los animales. Estas medias puertas, que protegen a la propia de la casa, tienen su origen en la baja edad media y están fechadas principalmente entre los siglos XVI y XVIII.
Batipuerta de Candelario, Salamanca (Ayuntamiento de Candelario)
Además, estas estructuras también tenían un uso práctico en las tareas del hogar. Desde el portal, el matarife podía dar el golpe final a la res y comenzar así la matanza, sin necesidad de salir al exterior, acercando el animal mediante una cuerda a la batipuerta -algunas conservan anillas o ganchos a día de hoy- sin tener que salir fuera y evitando riesgos como cornadas o mordiscos.
Calles empedradas de Candelario
El murmullo del agua acompaña el recorrido a través de las regaderas, pequeñas acequias que aún fluyen entre las calles y que recuerdan cómo el agua fue siempre un bien presente, aprovechado con ingenio. En el corazón espiritual del municipio se alza la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, y muy cerca se encuentra la Ermita del Humilladero, un rincón que invita a la contemplación tranquila.
Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Candelario
Para quienes aman el senderismo, este pueblo es un auténtico paraíso. Más de una decena de rutas nacen en sus calles y se adentran en bosques de robles y castaños, cruzan arroyos y ascienden montañas. Entre todas ellas brillan la fascinante Garganta del Oso, un espectáculo de agua y roca, y la coqueta cascada de La Mangá, que parece salida de las coloridas páginas de un cuento.
Cascada de La Mangá de Candelario (Foto: Rutas por Candelario)
Tradición, devoción y sabor: el alma festiva de Candelario
Candelario no solo conserva su arquitectura serrana y su origen centenario, también mantiene vivas unas festividades profundamente vinculadas con la identidad de todos los vecinos. Cada invierno, las celebraciones comienzan con La Candelaria, una fiesta donde se fusionan fe, tradición y generosidad popular, logrando que tanto habitantes como visitantes participen unidos en una tradición serrana única. Los mayordomos, fieles a la costumbre, corren con los gastos, a veces solo de forma simbólica, y no falta el reparto de embutidos típicos, en una plaza del Humilladero que se llena de aromas, música y vida.
Pero el espíritu festivo no se detiene ahí. La esperada Navidad se vive intensamente con un Belén viviente representado por niños y vecinos en la Cuesta de la Romana, un escenario natural que se transforma en el portal de Belén. Y cuando llega la Semana Santa, la emoción se renueva con el Viacrucis, una representación popular impulsada por la Asociación de la Cuesta de la Romana, donde la pasión y la fe recorren las empinadas calles del pueblo.