Los bomberos forestales que están luchando contra la ola de incendios que se extiende por toda España y arriesgan su vida para defender los pueblos y a sus ciudadanos no son una especie de héroes a los que recurrir cuando la cosa se pone fea. Son trabajadores que no comen pasión, aplausos, fotografías con políticos o agradecimientos públicos. Aunque poco más les queda, a parte de los mal llamados bocatas que están recibiendo como avituallamiento tras jornadas maratonianas, con los miserables sueldos que perciben a lo largo y ancho de todo el país, al albur de un servicio generalmente privatizado.

Desde noviembre de 2024 está vigente una ley básica que regula su actividad, la 5/2024, pero actualmente “no se aplica en ninguna” de las 17 comunidades autónomas (CCAA). Así lo han relatado varios bomberos forestales de diferentes localizaciones, que luchan en diferentes territorios por sus derechos, a ElPlural.com. La temporalidad también es un mal endémico y nacional del sector que se justifica porque “mantener el operativo de incendios todo el año es absurdo y un despilfarro”, según el consejero de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación del Territorio de Castilla y León, Juan Carlos Suárez-Quiñones.

Nos tratan como a ratas

Este es el pensamiento del designado por Alfonso Fernández Mañueco para medioambiente y miembro del Partido Popular (PP), el mismo al que le hizo gracia decir que tenía “la mala costumbre de comer a mediodía” cuando le afearon que estuviese de manduca en Gijón mientras su tierra ya ardía gravemente, pero también de muchos de los responsables en otros territorios. Una desgracia, política y para nada casual, que se paga año tras años con miles de hectáreas calcinadas y vidas perdidas entre ruinas humeantes.

Una explotación laboral que los bomberos pagan a diario con sueldos que apenas superan los 1.000 euros, con contratos que para gran parte de las plantillas solo dura los cuatro meses de la campaña de verano, con jornadas de más de 12 horas que no cuentan con una contraprestación digna o sin el reconocimiento de su categoría profesional. Muchos territorios, como la Comunidad de Madrid o Castilla y León, principales enclaves afectados y donde peores condiciones sufren los profesionales, se lavan las manos y entregan el servicio a una concesionaria a la que no encargan labores de prevención ni un buen trato a los trabajadores.

Sin categoría ni derechos

El principal reclamo de los bomberos no es más que el reconocimiento de su categoría, contemplada en la ley, y que conllevaría una subida salarial y una ganancia de derechos significativa. Igual así conseguirían llenarse las plazas que quedan desiertas en las plantillas, a la que cada vez menos trabajadores quieren acceder por la imposibilidad de desarrollar una vida con la contraprestación salarial. Tampoco ayuda a conciliar siquiera el sueño las jornadas de más de 20 horas a las que después no siguen los descansos correspondientes o la volatilidad de las vacaciones.

La vida en el monte y por cuatro perras. Sin embargo, ni siquiera en su área de actuación, donde están cómodos y condenados a pasar gran parte de su vida, pueden sentirse cómodos. Dormir en el suelo después de 20 horas de lucha contra el fuego es lo que han sufrido algunos bomberos de Castilla y León estos días. “Te das con un canto en los dientes si te llega un bocadillo de 10 centímetros con una loncha de lomo” porque la alternativa es “un arroz en mal estado”, relatan los afectados.

Nada va a cambiar

No van a cambiar nada, como mucho algún maquillaje político, pero es lo de siempre”, lamenta Javier Villanueva, bombero forestal de la Comunidad de Madrid, a este periódico. Él y el resto de sus compañeros recuerdan veranos duros, como el de 2022, y otras situaciones dramáticas en las que se ensalzó su figura, los compromisos de los diferentes partidos se sucedían y el consenso social apuntaba a reforzar las labores de prevención de incendios y mejorar la situación laboral de los servidores públicos que la desempeñan. Pasado el foco político y mediático nada cambió y no esperan que ahora sea diferente.

La misma percepción es la que tienen sus compañeros de Castilla y León, donde la cosas está aún peor si cabe. “Antes bromeábamos con que llevamos vida de perro, que éramos perros forestales, pero ahora ya nos tratan como ratas”, relata Sergio F., bombero forestal de Castilla y León que oculta su apellido por miedo a represalias que ya se han tomado con anterioridad, a ElPlural.com. Así se sienten él y sus compañeros ante un “sistema de extinción de incendios que ha colapsado” y que, por lo menos en esta ocasión, “no podrá justificarse”.

Todo pasará y es normal que estos trabajadores pongan en cuestión que, esta vez seguro que sí, algo cambie. “Y al día siguiente al fuego”. Y así con todo. Porque si en algo coinciden los bomberos forestales de todo el país es en asegurar que no son héroes. Son unos “curritos”, dicen algunos, “perros de monte denigrados a ratas”, bromean otros; en definitiva, trabajadores que para sus empleadores no valen más que el dinero que les reportan. Y si para engrosar más sus bolsillos tienen que mandarles al fugo mal preparados y hambrientos lo harán. Porque así lo han hecho esta ahora.

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