Jorge Fernández Díaz (Buenos Aires, 1960) es el primer miembro de su familia de una larga estirpe de asturianos -según él se remonta a Don Pelayo-, que nació y se crió en Argentina. Su padre, el hijo de un herrero pobre y republicano que había muerto en Normandía luchando contra los nazis, emigró en 1948 al otro lado del océano Atlántico en busca de una Tierra Prometida que se convertiría en "un pantano venenoso, peligroso, que se tragaba a la gente". Así lo ha expresado en una entrevista para ElPlural el periodista y escritor argentino, ganador del Premio Nadal de este año por 'El secreto de Marcial' (Destino), una novela autobiográfica en la que trata de rellenar los silencios que marcaron su relación con su padre. 

“Quizás yo me inventé esta novela para seguir viviendo con él”, nos cuenta Jorge Fernández Díaz, al tiempo que confiesa que, en realidad, no ha llegado a conocerle mejor. "A pesar de todo lo que escribo en la novela, no lo conocí bien. Si lo ponemos en términos de enigma, este no se resuelve, porque para ello tendría que haber indagado en vida, rigurosamente, como un periodista de investigación", subraya. 

El cine resolvió el bullying que sufrió en el colegio

El cine clásico de Hollywood fue el pegamento que unió a su familia frente a un televisor. También fue el referente para abordar sin necesidad de hablar temas delicados como la infidelidad o la educación sentimental. Incluso sirvió para resolver el bullying que sufrió de niño en el colegio por hablar en bable. "John Ford salvó mi vida en ese televisor en blanco y negro que había en ese barrio de pobretones, como éramos nosotros", asegura para recordar que sus progenitores decidieron apuntarle a judo tras ver una escena de 'Qué verde era mi valle', en la que enseñaban a boxear a uno de los hermanos para defenderse de los abusos de sus compañeros. 

El periodismo, la gran pasión del escritor argentino, además de la literatura, ha sido otro de los temas abordados en la entrevista. "Es más necesario que nunca", reivindica, para hacer frente a los bulos que amplifica la inteligencia artificial, haciendo parecer verdad la mentira, todo ello alentado desde el poder. "El periodismo no ha muerto, lo único que murió es la foto de Kodak", concluye. 

Entrevista con Jorge Fernández Díaz, ganador del Premio Nadal 2025

PREGUNTA.- 'El secreto de Marcial', en la que rescats la memoria de tu padre, es una novela íntima, muy personal,  pero es algo que, en el fondo, nos traspasa a todos, ¿no?

RESPUESTA.-  Mi padre, al final, forma parte de dos colectivos. Uno lo conforman esos padres de esas generaciones que no venían equipados con emocionalidad como para comunicarse con sus hijos. Desde que gané Nadal, me lo han dicho muchos amigos, escritores, periodistas de México, Argentina y España que les pasó lo mismo con los suyos. No es tan original mi padre, finalmente mi padre, en ese sentido. Y después está el telón de fondo en el que se desarrolló mi padre, del que yo provengo. 

portada el secreto de marcial jorge fernandez diaz

Vengo de una comunidad española que fue muy caudalosa, muy importante, y que, prácticamente, está en extinción

Más que venir de Argentina o de Asturias, vengo de una comunidad española que fue muy caudalosa, muy importante, y que, prácticamente, está en extinción. Los que sobreviven tienen ahora 90 años y pronto quedará completamente olvidada. No tiene quien la escriba esa España creada al otro lado del Atlántico, que estuvo llena de ritos, de amores, de desengaño, de canallas, de héroes, de mediocres..., como toda sociedad. Fueron un grupo de personas que se fueron a la Tierra Prometida y, a los pocos años, esa Tierra Prometida se convirtió en un pantano venenoso, peligroso, que se tragaba a la gente. Porque mi país ha sido un desastre consecutivo en los últimos 60 años, de una decadencia inédita en la historia de occidente, una cosa muy dolorosa. 

Mi padre pertenece a esas dos categorías, una categoría generacional y otra categoría del español del otro lado, yo les digo 'argeñoles', no eran ni argentinos ni españoles, sino de los dos sitios.


P.- ¿Para ti venir de esa comunidad tiene un significado especial? ¿Cómo te sientes?

R.- Yo soy argentino, pero toda mi cultura, mi formación ha estado en esa España que lejana. Yo cuando era chico, como lo cuento la novela, en mi casa se hablaba bable, yo soy el primer argentino en toda una familia que llega hasta el medioevo, en Asturias, hasta Don Pelayo. En el colegio me pegaban por ello y recreo en la novela esta anécdota, que refleja la importancia que tuvo el cine en mi familia. Mi padre y mi madre se dan cuenta lo que tenían que hacer viendo 'Qué verde era mi valle', esa película maravillosa de John Ford, que ellos veían pensando que esa familia se parecía a la de ellos y como si en lugar de ocurrir en Gales estuviera ocurriendo en Asturias. En esa película el niño llega también golpeado del colegio y los hermanos deciden enseñarle boxeo para curarlo del bullying. Mis padres se miraron y me compraron un kimono para ir a una academia de judo. Siempre digo que John Ford salvó mi vida en ese televisor en blanco y negro que había en ese barrio de pobretones, como éramos nosotros

Mis padres trabajaban de camareros y todo lo que sabían de la vida lo veían a través de ese televisor que era una especie de ventana móvil en blanco y negro. Para escribir esta novela volvía a ver esas 200 películas que había visto con mi padre y fui recordando cosas. Era un personaje enigmático, que decía las cosas de manera indirecta. Por eso la novela tiene una voz de niño. 

P.- ¿Qué tipo de cosas aprendiste viendo esas películas?

R.- Frente al televisor conocí la infidelidad. Había mujeres buenas y mujeres malas, grandes falacias del melodrama. La valentía, la cobardía, la amistad. Recuerdo a mi padre cuando Gary Cooper, en 'El jardín del diablo', viene con Susan Hayward, y los dos hombres amaban a esa mujer, pero uno de ellos se queda a retener a los apaches y Gary Cooper vuelve. Mi padre dijo: 'Eso es la amistad'. Yo creo que todos hemos sido moldeados en nuestra infancia y adolescencia por cosas que hemos visto, sobre todo por las películas, por supuesto también por la literatura. No somos solo lo que comimos, sino también lo que vimos, en las pantallas y lo que vimos en el reflejo de los ojos de nuestros padres, si pudimos tener la experiencia de ver juntos aquellas cosas. Pudo ser muy formativo, pero también el melodrama nos formó en grandes engaños. 

P.- Háblame de esos grandes engaños.

R.- Yo conozco muchas personas que no pudieron resistir vivir un amor imposible. Si te condeno a vivir una situación así, te estoy condenando a un placer retorcido, doloroso, terriblemente tóxico, pero te enganchas. El melodrama nos preparó para vivir de esa manera. 

Cuando se dice que los hombres y las mujeres somos niños con juguetes más caros, esos juguetes son para jugar al melodrama, a lo que nos formó de alguna manera, con sus equívocos.

La red es la selva y está llena de mentirosos, de tipos peligrosos, creadores de prejuicios, de enemistades, una propagadora de odios

P.- En tu caso fue el cine clásico de Hollywood, pero los hijos de hoy en día se 'educan' en las redes sociales. 

R.- Terrible, suena malo, fatal. Aquello eran historias artísticas montadas. Yo preferiría decir que, así como antes se educaban con los mitos griegos, los dioses, ahora se sigue educando con el cine. Una parte de los hijos de hoy lo hacen con Marvel. Marvel no es mi mundo y no te podría hablar de él, pero ahí debe haber un montón de cosas equivalentes.

Ahora, que se eduquen en las redes sociales de manera directa es pavoroso. La red es la selva y está llena de mentirosos, de tipos peligrosos, creadores de prejuicios, de enemistades, una propagadora de odios..., o sea, ¡cuidado! 

A un padre no se le puede ver como a un hombre que desea a otras mujeres

P.- Esta novela, además de la búsqueda de tu padre, aborda secretos. secretos familiares. ¿Cuáles son los tuyos?

R.- No tengo en este momento de mi vida un gran secreto. He escrito una novela sobre espionaje político y en ese mundo se dice que está la vida privada, la vida pública y la vida secreta. Los servicios de inteligencia trabajan sobre la vida secreta: los amantes, los amores, los negocios, lo que no puede salir a la luz... Pero ¿quién no ha vivido en la vida del secreto? ¿Quién no ha tenido amores o deseos secretos? Es algo perturbador cuando se lo pones a tu padre, ya que no se le puede ver como a un hombre que desea a otras mujeres. No estás preparado para eso.

P.- También puede suceder al revés, de los padres hacia los hijos. 

P.- Puede ser. Yo ya estoy curado de espanto y con mis hijos no me extrañaría nada. Pero los padres son figuras sacrosantas. ¿Con qué soñaban esas personas? ¿Qué hacían? ¿Tuvieron otros amores? Freud habla de la novela familiar. ¿Qué es la novela familiar? Es un relato consensuado sobre lo que pasó en la familia, sobre cómo fue esa familia. La experiencia del psicoanálisis muestra que hermanos que han vivido lo mismo ven de manera diferente el relato. Eso nos lleva también a preguntarnos cuánto sabemos de nuestros padres, si es importante saberlo, porque hay algunas personas que lo dejaron atrás.

Nosotros no tenemos idea de quiénes somos

Cuando vos excavas en ese jardín, te encontrás a vos mismo. Nosotros no tenemos idea de quiénes somos. Yo hice un árbol genealógico y me di cuenta de que era una mezcla de un tío abuelo al que ni siquiera había conocido. Los genetistas dirán que eso forma parte del genoma de cada uno, pero yo creo que cuando uno dibuja a conciencia ese árbol, al final se encuentra con el rostro de uno mismo. Por eso me gusta tanto meterme en estos líos.

P.- ¿Has conseguido conocer bien a tu padre?

R.- No, creo que a pesar de todo lo que escribo en la novela, no lo conocí bien. Si lo ponemos en términos de enigma, este no se resuelve, porque para ello tendría que haber indagado en vida, rigurosamente, como un periodista de investigación.

P.- ¿Te sientes más cercano a él?

R.- Quizás yo me inventé esta novela para seguir viviendo con él. Eso sí que lo he pensado, creo que lo extraño. 

Desconfíen de cuando un argentino viene acá a levantar el dedo, a dar alguna lección, seguro que es un desastre

P.- Tu padre tuvo que salir de su tierra, irse a una tierra completamente desconocida, a esa Tierra Prometida, que luego no lo resultó tanto, tal y como me has contado. Esta situación la viven numerosas personas, ahora es España la tierra de acogida y hay todo un debate político al respecto. ¿Qué reflexión harías al respecto?

R.- Desconfíen de cuando un argentino viene acá a levantar el dedo, a dar alguna lección, seguro que es un desastre. Nosotros no podemos darle lecciones a nadie, llevamos 50 años de decadencia y nos hemos equivocado en todo. Cada vez que un argentino viene acá a decir lo que hay que hacer, me repugna, no voy a meterme en esa lista de incautos. Sin embargo, creo que hay una sola cosa que le puede servir de ejemplo a Europa en general de Argentina. La Argentina es conocida como la gran receptora de inmigración, no sólo de la española, de la italiana, que fue mucho más caudalosa. Hubo un momento que entre las dos tenían el 70-80 % de la población. Así se formó en Argentina. 

El principal gestor de melodrama es la política actual, con buenos, malos, traidores, héroes, ofendidos, víctimas... El poder es una fábrica de ficción

Esa inmigración, que fue tan fecunda y buena, fue dirigida racionalmente, incluso por personas a la que detesto como Perón y otros presidentes a los que detesto menos. Todo estuvo programado y pensado por estadistas, financieros, sanitarios, laboralistas... No fue un asunto sentimental ni demagógico. Ahora, el principal gestor de melodrama es la política actual, con buenos, malos, traidores, héroes, ofendidos, víctimas... El poder es una fábrica de ficción. Por eso el periodismo tiene que andar refutándolo todo el tiempo. Es terrible. Creo que hoy el tema de inmigración no se puede manejar con prejuicio ideológico ni con sentimentalismo, sino con racionalidad. 

P.- En tu juventud querías ser periodista de sucesos. Luego descubriste que aquello era un mundo complicado. ¿Qué quieres ser ahora? ¿Cómo es ejercer el periodismo?

R.- Durante muchos años viví una gran lucha interna entre ser periodista y ser escritor, una lucha enorme. El conflicto entre la noticia y la literatura era el de una esposa y una amante, las dos me requerían todo el tiempo, con toda la energía. Yo podía ir gestionando y dándole a uno y otra dependiendo de los momentos. Dice Hemingway que para un escritor el oficio periodista está bien si uno lo sabe largar a tiempo. Sin embargo, yo creo que el periodismo y la literatura pueden retroalimentarse: a veces, cuando las armas del periodismo me impiden avanzar sobre un tema, la ficción me permite escribir lo que siento; y la experiencia del periodista es muy importante para el escritor, haber vivido con los ojos abiertos. Esa mixtura, la bigamia de la que hablaba, se fue diluyendo. Ahora soy a la vez articulista político y novelista, por lo que no hay un gran conflicto, salvo el del tiempo. Cada vez tenemos menos tiempo. Y para escribir novelas se necesita silencio, antes era capaz de hacerlo en los tiempos muertos de la redacción, cuando hacía portadas, ahora necesito estar dentro de mi biblioteca.

Siempre que hay un gobierno con una retórica violenta hay riesgo de que luego se pase a la acción directa. A Milei le encanta engendrar fanáticos

P.- ¿Es complicado ejercer el periodismo en el mundo de Milei, con quien has tenido muchos enfrentamientos?

R.- Siempre que hay un gobierno con una retórica violenta hay riesgo de que luego se pase a la acción directa. A Milei le encanta engendrar fanáticos. Yo estuve en las listas negras de kirchnerismo durante 20 años y en su primer año Milei se metió conmigo. Me dijo varias veces que era un imbécil, todo por defender la institucionalidad y por decir que el populismo de izquierda y el de derecha son igualmente nefastos. 

El periodismo está destinado cada vez más a ser combatido, tenemos que acostumbrarnos a ello y dejar de llorar cuando nos combaten

El periodismo está destinado cada vez más a ser combatido, tenemos que acostumbrarnos a ello y dejar de llorar cuando nos combaten. En el mundo de la inteligencia artificial todo va a parecer posible y necesitamos un periodismo que diga esto es verdad y esto es mentira. La IA agrega al periodismo una nueva función que es desmentir esos bulos. Hace años que dicen que el periodismo está muerto, pero es igual que cuando decían que la televisión o la radio se morían, se han reinventado. El periodismo no ha muerto, lo único que murió es la foto de Kodak.

El gran problema que acecha al periodismo es que casi todos los que se dedican a esto necesitan el pluriempleo porque el negocio se achicó. El periodista no puede dejar nunca de estudiar, yo lo hago todo el tiempo, pero si voy a la tele o a la radio todos los días, vivo en el puro presente. Entonces el periodismo es un inmenso océano de 10 cm de profundidad.