Con apenas 300 gramos de peso, el violín es el alma de una orquesta sinfónica o de cámara. Mozart, Beethoven y Bach compusieron algunas de sus partituras más famosas para este pequeño instrumento de cuerda elegante y versátil, adecuado para la música clásica pero también para otros géneros contemporáneos como el rock e incluso metal. Einstein confesó en 1929, en una entrevista para el ‘Saturday Evening Post’, que si no hubiera sido físico habría sido músico: “Gran parte de la alegría en mi vida, la saco de mi violín”, dijo, en referencia a ‘Lina’, que es como lo había bautizado. Esa misma fascinación atrapó al empresario, poeta y escritor Alejandro Roemmers (Buenos Aires, Argentina, 1958), quien reconstruye el periplo del más legendario de los violines en ‘El misterio del último Stradivarius’ (Planeta). Se trata de un thriller entre pasado y presente que sigue la pista a través de los siglos del supuesto último instrumento fabricado por el gran maestro lutier de Cremona.

El último escrito de Mario Vargas Llosa

La novela, además, está prologada por otra leyenda de la literatura, el Premio Nobel Mario Vargas Llosa, amigo personal del autor. Se presenta como un “viejo aficionado a la música clásica” que ha disfrutado del violín durante décadas. “Tengo la seguridad de que los lectores que también lo sean, apreciarán las peripecias del último Stradivarius y de que aquellos que todavía no lo son, encontrarán razones para acercarse a ella”, concluye el escritor peruano, fallecido el pasado 13 de abril.

“Fue lo último que escribió y el último libro que leyó”, explica Roemmers a un grupo de periodistas, reunido en Cremona para visitar el lugar en el que nació el personaje principal de la novela, que no es otro que el último violín con la firma de Antonio Stradivari. Y es que, como explica Vargas Llosa en el prólogo, la novela pertenece al género llamado “novela de circunstancias” o “literatura de objetos”, que tuvo su origen en la Inglaterra del siglo XVIII.

El empresario que amaba la literatura

“Sabía que estaba ya mayor y un poco afectado. Nunca más llegué a hablar con él personalmente sobre lo que le mandé. Me quedé conmovido”, asegura sobre el momento en el que Álvaro, el hijo de Mario Vargas Llosa, le hizo entrega del manuscrito. El texto refleja la profunda relación de amistad que tuvieron, basada casi exclusivamente en la literatura. Describe a un Roemmers desdoblado en dos personas antagónicas: el empresario "competitivo y ambicioso", con los pies en la tierra, que ha contribuido decisivamente al crecimiento de los negocios familiares y el "soñador", "casi nefelibata", que se siente casi más a gusto en otras realidades. ¿Quién es en realidad? Posiblemente la confluencia de ambas cosas, quedándose con lo mejor de cada faceta.

Alejandro Roemmers en Cremona, Italia (Foto: Javier Ocaña)
Alejandro Roemmers en Cremona, Italia (Foto: Javier Ocaña)

 

Roemmers, cuya familia posee la empresa farmacéutica más poderosa de toda Latinoamérica, soñaba desde pequeño con la poesía y la literatura. Tras haber dirigido con éxito los negocios familiares, se ha focalizado en los últimos años en la filantropía y su vocación artística. Sus novelas ‘El regreso del Joven Príncipe’ El Joven Príncipe señala el camino’, han sido traducidas a treinta idiomas y llevan más de tres millones de ejemplares vendidos. Además, ha publicado varios poemarios, las novelas ‘Vivir se escribe en presente’ y Morir lo necesario’, además de los musicales ‘Franciscus, una razón para vivir’ y ‘Regreso en Patagonia’.

La magia de los Stradivarius

portada libro Alejandro Roemmers foto javier ocañaPortada de 'El misterio del último Stradivarius', de Alejandro Roemmers (Foto: Javier Ocaña)

‘El secreto del último Stradivarius’ cabalga a lomos de realidad y ficción a través de varios momentos históricos. La novela parte de un hecho real, el asesinato en 2021 de un anticuario y lutier de origen alemán en Paraguay junto a su hija adolescente. Se trata de Bernard Raymond von Bedrow, quien tenía en su poder varios Stradivarius. Roemmers construye una ficción a partir de ese suceso para determinar cómo pudo acabar en un recóndito lugar como Areguá.

El autor da un salto en el tiempo y nos traslada a Cremona, para ser testigos de la construcción del violín más perfecto que salió de las manos del maestro Antonio Stradivari. Hemos tenido el privilegio de poder visitar junto a Roemmers el lugar donde empezó todo, la casa-taller del "lutier más grande de todos los tiempos", rehabilitada tal y como fue en tiempos de Stradivari . En este lugar, donde todavía resuenan los violines del gran maestro, confiesa al grupo de periodistas que le hemos acompañado una serie de "acontecimientos increíbles" que le hacen sentir que estaba predestinado a escribir esta historia.

“Cuando llegué aquí y me encontré con un violín llamado El Ángel, sentí una señal. Así se llama el instrumento que imaginé en la novela. Yo no sabía que existía un Stradivarius real con ese nombre. También había un piano Bechstein, justo la marca que menciono en el libro. Y el violinista que estaba tocando era napolitano, como el personaje que había creado. Todo coincidía. Fue como si el libro me hubiera traído hasta aquí”, asegura entusiasmado delante de la vitrina en la que se guarda dicho violín, llamado originalmente Madrileño, fabricado en 1720 por el maestro.

Aunque no cree en la magia ni en cuestiones sobrenaturales, reconoce que los sueños premonitorios le han perseguido toda la vida. Por ejemplo, cuando soñó que el papa Francisco- a quien conoce desde mucho antes de ser nombrado Pontífice, cuando era simplemente Jorge Bergoglio-, le pidió que le dedicara la novela, como había hecho con el rabino Sergio Bergman -a quien quiso reconocer por su contribución a la hora de establecer la relación entre la música y los campos de concentración nazis-. “Al día siguiente hablé con la editorial para ponerle en la dedicatoria y poco después murió”, asegura.

La pasión de Hitler

Roemmers aprovecha el encuentro para reflexionar sobre la capacidad del arte para sanar las heridas del alma. “Se dice que si hubieran admitido a Hitler en la Academia de Pintura, quizá no habría destruido media Europa. Él solo quería ser pintor. Frustrar la pasión de alguien puede tener consecuencias enormes”, advierte.

La novela, que pretende ser un alegato a favor de la paz y la concordia, recorre 300 años de historia, pasando por la epidemia de cólera de Nápoles, las invasiones napoleónicas de Venecia y el nazismo. “Muchos violinistas y amantes de la música eran judíos y acabaron en los campos de exterminio, donde se formó una orquesta”, subraya el autor. “Después de todas estas guerras, invasiones y luchas entre naciones muy cercanas, Europa logra lo que es hoy la Unión Europea y la paz, algo que yo, desde fuera, valoro muchísimo”, añade.

La mejor escuela de lutieres del mundo

Nuestro periplo por la tierra del violín nos lleva a la Escuela Internacional de Lutieres, al que acuden alumnos procedentes de todo el mundo. El Instituto ha formado más de 1.400 estudiantes desde su creación en 1938 y es el centro de referencia internacional más importante.

“Los estudiantes que vienen aquí ya han tomado una decisión de vida. Muchos han estudiado música, otros provienen de carreras técnicas, pero todos han elegido este camino. No es un hobby, no es un curso de verano. Aquí se aprende una profesión, sí, pero también se cultiva una sensibilidad: saber reconocer una buena madera, intuir qué forma dará mejor sonido, entender cómo una mínima variación en el grosor puede transformar un instrumento”, explica el director de la institución, Daniele Pitturelli, durante el recorrido por este palacio renacentista que mantiene vivo el legado del maestro Stradivari.

El carácter del lutier queda impreso como una firma secreta

El proceso es completamente artesanal. Se prescinde de máquinas eléctricas y se trabaja con paciencia casi monástica: tallar tapas de abeto, limar fondos de arce, ensamblar mástiles, aplicar barnices naturales en capas sucesivas. “Cada violín es único —dice Pitturelli—. Incluso si se utilizan dos piezas del mismo árbol, el resultado puede ser distinto. El carácter del lutier queda impreso como una firma secreta. Y eso no se aprende en manuales, se transmite con la práctica y la escucha”.

Angelo Sperzaga, maestro lutier y docente del instituto, detalla el proceso con precisión: “Primero se elige la madera: abeto rojo para la tapa superior, por su resonancia, y arce para fondo y mástil. Pero no cualquier madera sirve: debe haber sido secada al aire por al menos diez años. Nada de hornos. Luego se diseña una plantilla, se talla a mano, se ajustan los grosores con exactitud, buscando una tensión armónica interna: si la tapa vibra en un La, el fondo debe hacerlo en un Sol sostenido”.

El barniz es otro punto clave. No solo por estética, sino porque afecta directamente a la sonoridad. “Aquí seguimos fórmulas tradicionales con resinas naturales y pigmentos vegetales. Aplicamos hasta quince capas, todas a mano. El barniz debe proteger, pero también dejar respirar la madera”, nos explican.

El 'DNI' de los violines

Una de las curiosidades más llamativas de estos míticos instrumentos es que cada uno tiene grabado en su interior, desde los tiempos de Amati, Stradivari y Guarneri, el nombre de su autor y el año de fabricación. En la actualidad se añaden detalles como las maderas utilizadas, el grosor, el número de plantilla. “Es como el documento de identidad del violín”, apunta Pitturelli.

¿Es posible fabricar hoy un Stradivarius? “Técnicamente, sí. Podemos copiar formas, usar los mismos materiales… Pero no podemos replicar la intuición de Antonio, su oído, su vínculo con los músicos. Podemos reproducir el cuerpo, pero no el alma”.

Nuestra aventura cremonesa acaba en el Museo del Violín, ubicado en la plaza Marconi. Más que un museo, es un santuario donde se conservan algunos de los Stradivarius más valiosos del mundo. Stradivari —nacido en 1644 y fallecido en 1737 a los 93 años— fabricó más de mil instrumentos, de los que se conservan unos 600. Los más reconocidos los hizo en la última etapa de su vida, conocida como el periodo dorado, entre 1700 y 1725, cuando perfeccionó al máximo su técnica. De esta época sólo se conservan 60 instrumentos.

Alejandro Roemmers contemplando auténticos Stradivarius del Museo del Violín de Cremona Foto ElPlural
Alejandro Roemmers contemplando auténticos Stradivarius del Museo del Violín de Cremona (Foto: ElPlural)

El Museo explora cinco siglos de historia de la lutheria en Cremona y alberga varios Stradivarius de distintas épocas, entre ellos uno de los más famosos, el Messiah. También exhibe violines de las diferentes generaciones Amati, incluido Nicola Amati, maestro de Stradivari, así como de Giuseppe Guarneri del Gesù, conocido por su rivalidad con él.

Cada 18 de diciembre, aniversario de la muerte de Stradivari, algunos de estos violines se tocan en vivo por solistas internacionales. El resto del año permanecen en vitrinas con temperatura y humedad controladas, como auténticas joyas sonoras.

El Stradivarius cobra vida

Aunque no era 18 de diciembre, la vitrina del Stradivarius 'El Ángel' (ex Madrileño) se abrió para que el violinista suizo Fabrizio Von Arx, fundador del proyecto Casa Stradivari, convirtiera el antiguo taller en una sala de conciertos. Durante unos minutos de asombro colectivo, el sonido del violín pareció detener el tiempo. Él mismo se mostraba absorto, como poseído por la música, en plena comunión con el instrumento.

Para el violinista, el secreto de los Stradivarius es el propio Stradivari. "Es una combinación irrepetible de tres factores: el conocimiento artesanal de Cremona, la personalidad obsesiva de Antonio y su diálogo constante con los grandes músicos de su época”, nos aclara. Esa es la idea de su proyecto: reunir creadores e intérpretes, como en el siglo XVII. “Un violín que no se toca, no existe. Aquí queremos que cobren vida. Así lo hacía Stradivari. Y así se sigue haciendo", enfatiza.

La historia de Roemmers es ficción a partir de un hecho real. Le preguntamos si podría haber un “último Stradivarius” perdido en algún lugar del mundo, y responde con una sonrisa: “Quizás sí. Pero el verdadero misterio no es el objeto en sí, sino lo que despierta en las personas. Esa es la fuerza de un Stradivarius: no solo suena, resuena. Nos conecta con algo más profundo. Y esa también es la fuerza de las historias”.