Soy de Valladolid y nací en 1965, eso tenemos en común uno de los mejores Vega Sicilia y yo. Y no es poco.

Permítanme que comience este artículo hablando en primera persona, pero para mí esto no es un artículo más. El vino y su cultura modestamente han formado parte de mi vida, como la de muchísima gente en España y cuando hablamos de la repercusión que tiene y puede tener en un futuro el cambio climático en este sector, debemos ver que también afectará a nuestra memoria, futuro y calidad de vida.

Aún recuerdo cuando teniendo en el entorno de los diez años y en una comida familiar que organizaban en Toro mis tíos se sirvió en la mesa uno de los mejores vinos de la tierra. Mi tío Tomás me sirvió un poco de vino para que lo probase a pesar de mi edad, algo que entonces era más normal y que ahora nos parece lógicamente mal. No se me ocurrió otra cosa que echarle gaseosa. Nunca olvidaré la cara de mi tío. El vino, un buen vino, no se mezcla. Se pierde todo, su aroma, su sabor, el momento, el trabajo que tiene detrás y el poso que la naturaleza ha dejado. Ahí comencé a darme cuenta de que el vino era algo más que una bebida.

Desde ese “algo más” es desde donde debemos ver que el impacto del cambio climático en el vino es uno de los mejores ejemplos del perjuicio que tiene este problema global en tantos aspectos del vino.

Un factor importante del cambio climático es el relacionado con su intensidad. Si los cambios en cualquier entorno se producen de forma lenta y pausada, muchas especies animales y vegetales tienen capacidad de adaptación para vivir en ese nuevo escenario. Así ha sido siempre. Pero si, como ahora, los cambos son bruscos, mucho más numerosos, más virulentos y se producen en cortos espacios de tiempo, la capacidad de adaptación es mucho más baja o casi nula. Nunca una misma generación ha vivido cambios tan bruscos en su vida. La misma persona que recuerda bañarse en el río de su niñez, hoy comprueba que ese río apenas tiene agua o incuso ya no existe.

Las previsiones para el vino en nuestro país y en general para todo el Mediterráneo no son halagüeñas. Entre los cambios directamente relacionados con el calentamiento y la sequía está el aumento en la gradación alcohólica de los vinos (pueden pasar de 13,5 a 14,5 grados), ya que la uva genera más azúcar y esto provoca que produzca más alcohol cuando fermenta. Otro desajuste es el del adelanto de la vendimia (en torno a 15 ó 20 días si lo comparamos con datos de hace 40 años). Deberemos añadir la reducción de los niveles de agua en calidad y cantidad y los efectos directos sobre los cultivos que tiene el calor.

La flora autóctona de las diferentes regiones está sufriendo el impacto del cambio climático y, lógicamente, la variación de las condiciones atmosféricas y la gradual subida de las temperaturas está provocando alteraciones en los viñedos que afectan a la producción de los caldos. Todas las estimaciones nos dicen que por cada grado centígrado que sube la temperatura media, la vendimia se adelanta alrededor de una semana. Así nos encontramos registros de algunos casos en los que las cosechas se han adelantado casi un mes respecto a hace veinticinco años. Estos cambios afectan a determinadas denominaciones de origen que maduran mal y pierden calidad en los vinos que resultan, todo ello provocado por los cambios de ciclo.

La falta de lluvia que trae el cambio climático es un gran problema para la producción del vino, igualmente lo es el exceso de la misma en el momento en el que no debería hacerlo. Tenemos primaveras muy secas (cuando la planta está creciendo y tiene más necesidades hídricas), granizos inesperados que destrozan los viñedos y mucha humedad en las épocas de crecimiento vegetal. Las enfermedades cambian, mutan y se desplazan.

Las mejores añadas se producen en las temporadas con primaveras lluviosas y veranos cálidos, así se acelera la maduración de la uva y tendremos vinos tempranos de calidad. Pero si varían las condiciones atmosféricas y esto provoca una subida gradual de las temperaturas, los viñedos se verán afectados. Ahora nos encontramos que los inviernos son más secos y benignos que hace años y que con frecuencia se producen dañinas heladas tardías.

También los mercados y el motor económico que supone el sector se puede ver muy afectado. Debido a este aumento de las temperaturas, zonas donde era impensable plantar viñedos o los vinos producidos eran de poca calidad, están empezando a ser cultivables para vinos de mayor graduación y una calidad excelente.

¿Quién podía pensar que la competencia a los caldos españoles, portugueses, italianos o griegos podría venir de países como Noruega, Dinamarca o el Reino Unido? Tres ejemplos de países donde la producción del vino crece ya a un ritmo superior al 40% anual. Estos territorios de latitudes septentrionales han entrado con fuerza en el mercado enológico. 

A veces los problemas pueden convertirse en oportunidades, y en este caso también así es. Debemos mirar hacia un modelo basado en la “economía circular” que necesita adaptarse a la situación actual, trabajar para reducir las emisiones y mitigar el impacto ambiental. Es importante reducir las emisiones usando energías limpias, con medidas de ahorro y eficiencia energética, reutilizando y reciclando de forma sensata. Este modelo se debe apoyar en aquellos referentes de actuación basados en el conocimiento y utilización de recursos disponibles, aprovechando procesos y métodos biológicos que nos puedan proporcionar bienes y servicios de manera más sostenible.

El sector vitivinícola español, desde hace tiempo un buen ejemplo con su tendencia a la sostenibilidad, aprovecha muy bien los subproductos, recicla materias, reduce las emisiones, ahorra energía y usa nuevas tecnologías. Estas mejoras se aplican en cualquiera de las fases de la cadena de valor del sector de la viña y el vino, conjugando bioeconomía y modelos de gestión. Se debe seguir en esa línea, usar el conocimiento que nos ofrece la ciencia, innovar en mejores formas de producir y llevar el vino al consumidor pero reduciendo el impacto ambiental y, sobre todo, siendo ejemplo de un sector dinámico, sensible, apegado a la naturaleza y ejemplar en su conducta y sus acciones ambientales.

Un ejemplo muy sencillo de ver, el uso del vidrio. Un factor de calidad de un buen vino se asocia a la calidad del vidrio, y ésta a la cantidad de vidrio por botella. Alguno pensará que no pasa nada si el vidrio lo llevamos al final de su uso al contenedor correspondiente. Es verdad que esta medida es la correcta y que en España tenemos niveles muy buenos de reciclaje, en niveles superiores al 76%. Este procedimiento también consume, aunque mucho menos, energía, agua y produce emisiones de CO2. Hay que avanzar en el eco diseño de las botellas, los embalajes y en el transporte

Hay motivos para la esperanza en el sector. La sensibilización por los retos medioambientales del cambio climático es bastante alta, tenemos en España marcas y empresas que están siendo líderes en este proceso de adaptación. 

Al fin y al cabo como afecte el cambio climático al sector del vino afectará también a mi cultura y mis recuerdos, como a las de tanta gente. El vino, como me señaló la mirada de mi tío cuando era un niño, no es solo una bebida, es mucho más.