En la era digital, las pantallas se han vuelto omnipresentes en nuestras vidas. Desde los teléfonos inteligentes hasta los ordenadores portátiles, tablets y televisores, nos rodean constantemente. Sin embargo, su fácil acceso y su atractivo visual conllevan la aparición de un problema creciente: el abuso del consumo de pantallas. Este fenómeno no solo está vinculado a la cantidad de tiempo que pasamos frente a ellas, sino también a cómo las utilizamos y cómo afectan nuestra salud, tanto física como mentalmente.

El abuso del consumo de pantallas se define como el uso excesivo e incontrolado de dispositivos electrónicos con pantalla. Esto puede manifestarse de diversas formas, como pasar largas horas frente al televisor, deslizarse interminablemente por las redes sociales desde nuestro teléfono o jugar videojuegos durante horas sin descanso.

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Las consecuencias de demasiadas pantallas

El abuso se distingue del uso normal cuando interfiere con las actividades diarias, como el trabajo, el estudio, las relaciones personales y el sueño. Estas son algunas de las principales consecuencias de las que advierten las autoridades sanitarias.

Educación

El abuso de pantallas puede afectar negativamente el rendimiento académico al distraer a los estudiantes y reducir el tiempo dedicado al estudio. Además, afecta a aspectos como la memoria o la capacidad crítica.

Desarrollo Social

El exceso de tiempo frente a las pantallas puede limitar las habilidades sociales y la capacidad de interactuar cara a cara, lo que puede llevar a la soledad y la falta de habilidades sociales.

Efectos Físicos

La exposición prolongada a las pantallas puede causar fatiga ocular, dolores de cabeza, problemas de sueño y obesidad debido al sedentarismo y los hábitos alimenticios poco saludables asociados.

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Problemas de Alimentación

El consumo excesivo de pantallas puede llevar a hábitos alimenticios poco saludables, como comer en exceso o elegir alimentos poco nutritivos mientras se mira la televisión o se juega en el teléfono.

Salud Emocional

El abuso del consumo de pantallas se ha relacionado con un mayor riesgo de ansiedad, depresión y otros trastornos emocionales, especialmente entre los adolescentes, como son la los problemas de autoestima o la intolerancia a la frustración.

Relaciones Familiares

El tiempo excesivo dedicado a las pantallas puede interferir en las relaciones familiares, disminuyendo el tiempo de calidad pasado juntos y dificultando la comunicación efectiva.

Normas y límites para los pequeños

La Organización Mundial de la Salud ha mostrado su preocupación sobre esta situación y ha marcado unas recomendaciones sobre cómo deben relacionarse los niños y jóvenes con las pantallas. Los pequeños deben contar siempre con supervisión en su relación con las pantallas y tener normas de uso y límites “que son necesarios y positivos en estas edades”, nos explica el doctor Enrique Baca, jefe del Departamento de Psiquiatría de la Fundación Jiménez Díaz y catedrático de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid. En general, este especialista recomienda que tanto niños como adolescentes nunca tenga el teléfono móvil en horario nocturno, ni en la mesita de noche como despertador.

  • Niños menores de 2 años: Se recomienda evitar el uso de pantallas, ya que su desarrollo cognitivo se ve afectado negativamente por la exposición temprana.
     
  • Niños de 2 a 5 años: Limitar el tiempo de pantalla a una hora al día de contenido de alta calidad y co-visualizar programas con los niños para fomentar la interacción.
     
  • Niños de 6 a 12 años: Limitar el tiempo de pantalla a no más de dos horas al día, priorizando actividades físicas y sociales.
     
  • Adolescentes: Establecer límites de tiempo y fomentar el uso equilibrado de pantallas con actividades extracurriculares, ejercicio y tiempo en familia.

El enfoque de esta situación no debe limitarse a los más pequeños. Los adolescentes también necesitan unas pautas y más en España, el país europeo con más adicción a Internet en esta edad: el 21,3% de los adolescentes españoles sufren esta adicción, frente al 12,7% de media en el continente; unos datos que se agravaron con la pandemia de coronavirus. Sobre cómo actuar con los adolescentes, existen posturas no exentas de controversia, como la de Marc Masip, psicólogo, experto en adicción a las nuevas tecnologías y fundador de Desconecta, que participó junto al doctor Baca en las charlas Salud, Personas y Sociedad. FJD Talks y donde apostó por negociar con los jóvenes contratos tecnológicos en los que haya veto a las pantallas como castigo, mientras que la recompensa sea analógica.

Además, apuesta por regular el uso de pantallas en entornos académicos y laborales, “volver a la educación sin pantallas” e, incluso, que se establezca una edad mínima para acceder a un dispositivo propio “tan necesario como el socialmente aceptado para conducir un vehículo, fumar o beber alcohol, pero más difícil de marcar para los padres”.

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El ejemplo de los adultos

En el caso de los adultos, el ejemplo es el elemento clave a la hora de prevenir los abusos de las pantallas, porque en este sector de la población la tendencia es la de estar conectados permanentemente a través del smartphone y no solo por motivos laborales. “Hay que educar con el ejemplo”, explica el doctor Baca, quien insiste en que los adultos deben aplicar las mismas medidas de autorregulación que piden a sus hijos. Para ello, se pueden seguir hábitos sencillos, pero con efectos muy saludables, como son insonorizar el móvil y guardarlo en un cajón a partir de determinada hora de la noche para disfrutar de la compañía, física y real, de nuestros familiares y seres queridos. “Y, de paso, tener un sueño reparador”, asevera.

“Las pantallas, como cualquier tecnología o innovación, no son intrínsecamente malas; lo perjudicial es usarlas mal porque pueden tener consecuencias negativas para la salud. Y lo cierto es que cada vez las usamos peor”, explica el jefe del Departamento de Psiquiatría de la Fundación Jiménez Díaz.

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