En un mundo donde la abundancia de alimentos procesados y el estilo de vida sedentario se han convertido en la norma, el exceso de grasa corporal emerge como un silencioso pero letal enemigo de la salud cardiovascular. La acumulación excesiva de grasa en el organismo no solo eleva el riesgo de enfermedades cardiovasculares, sino que también incrementa la mortalidad general, por lo que uno de los principales retos de una vida saludable consiste en seguir las pautas que previenen esta situación y, en caso de sufrirla, ponerse en manos profesionales y explorar las soluciones que ofrece la medicina.

La obesidad y el exceso de grasa corporal se han convertido en una de las principales preocupaciones de salud pública a nivel mundial, no solo por su prevalencia creciente sino también por su impacto directo en la salud cardiovascular y la mortalidad asociada.

La educación sobre la importancia de un estilo de vida saludable, junto con el acceso a recursos y apoyo para realizar cambios sostenibles, son clave para combatir esta epidemia.  La lucha contra la obesidad es compleja y multifacética, pero con el enfoque correcto, es posible mejorar significativamente la salud y el bienestar de la población.

Grasa corporal y riesgos vasculares: una estrecha relación

La grasa corporal excesiva no es simplemente una cuestión estética. Es un factor de riesgo significativo para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, incluyendo la hipertensión arterial, la enfermedad coronaria y el accidente cerebrovascular. La acumulación de grasa, especialmente en la zona abdominal, está asociada con la resistencia a la insulina, lo que puede llevar a la diabetes tipo 2, un conocido factor de riesgo cardiovascular.

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La grasa visceral, aquella que se acumula alrededor de los órganos internos, es particularmente peligrosa. Libera sustancias inflamatorias y citoquinas que pueden dañar las paredes de las arterias, promoviendo la formación de placas de ateroma, estrechando los vasos sanguíneos y aumentando la presión arterial. Este proceso no solo impide el flujo sanguíneo adecuado, sino que también puede provocar coágulos sanguíneos que ocasionan infartos y accidentes cerebrovasculares.

El aumento de la grasa corporal suele ser el resultado de un desequilibrio energético; es decir, consumimos más calorías de las que quemamos. Este desequilibrio puede ser impulsado por varios factores:

  • Dieta rica en calorías y baja en nutrientes: el consumo excesivo de alimentos procesados, ricos en azúcares y grasas saturadas, contribuye significativamente al aumento de peso.
  • Estilo de vida sedentario: la falta de actividad física es un factor clave en la acumulación de grasa corporal.
  • Factores genéticos y metabólicos: algunas personas tienen una predisposición genética a acumular grasa, mientras que otras pueden sufrir de condiciones metabólicas que dificultan la gestión del peso.
  • Estrés y falta de sueño: ambos pueden alterar las hormonas que regulan el apetito y el metabolismo, llevando a un aumento de peso.

Existen pautas que aplicar a nuestro modo de vida que sirven tanto para prevenir la acumulación de grasa en el cuerpo, como para reducir su presencia en caso de que ya el exceso ya haya aparecido. No es ningún secreto que el pilar fundamental es el consumo de una dieta equilibrada, que sea rica en frutas, verduras, proteínas magras y granos enteros, pero que también limite la ingesta de azúcares añadidos, sal y grasas saturadas.

Actividad física: más allá de quemar calorías

Todo ello debe ser acompañado de actividad física regular: es decir, según la Organización Mundial de la Salud, la práctica de al menos 150 minutos de actividad física moderada cada semana. Otro aspecto que solemos descuidar en la vida moderna, y de cuyo efecto en nuestra salud no somos conscientes, es aprender a gestionar el estrés y disfrutar de unas rutinas de sueño adecuadas, porque malos hábitos en estos aspectos repercuten en aumentos de peso derivados de acumulaciones de grasa.

La actividad física ayuda a reducir el estrés y aumenta nuestro cansancio para así poder dormir bien. Practicar técnicas de relajación es una solución muy práctica y al alcance de la mano de todos para reducir el estrés, así como evitar cenas pesadas -además de conllevar una dieta saludable- y renunciar al uso de pantallas -móviles y tablets- en la cama antes de dormir nos ayudarán a disfrutar de entre 7 y 8 horas de sueño por las noches, como recomiendan las autoridades sanitarias.

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Fármacos y cirugía alineados con el tratamiento global

No obstante, existen soluciones médicas para los casos de mayor riesgo y en los que los hábitos de vida saludables ya se han implementado y no son suficientes. Hay medicamentos aprobados, con indicación específica, que pueden ayudar a reducir el apetito y facilitar la absorción de grasas, aunque los cambios de hábitos deben ser siempre la primera opción, porque de no ser así, los problemas volverán. En los casos de obesidad severa, se puede recurrir a la cirugía bariátrica, con procedimientos como el bypass gástrico, que reduce el tamaño del estómago y, con ello, la cantidad de comida que se puede consumir antes de estar saciado.

La importancia de la pedagogía

La lucha contra la acumulación de grasa y la obesidad es compleja y multifacética, pero con el enfoque correcto, es posible mejorar significativamente la salud y el bienestar de la población. Centros como el Hospital Universitario Rey Juan Carlos, integrado en la red pública madrileña, cuentan con una estrategia de prevención y promoción para afrontar los riesgos cardiovasculares derivados de la obesidad.

La doctora Clotilde Vázquez, jefe del Departamento de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario General de Villalba, Hospital Universitario Infanta Elena, Hospital Universitario Rey Juan Carlos y de la Fundación Jiménez Díaz, subraya la importancia de ofrecer “información útil a las personas de riesgo para mejorar hábitos de vida y perder peso, y concienciar sobre la importancia de la alimentación adaptada a cada situación, pero nutricionalmente suficiente, para disminuir la cantidad de grasa acumulada y las consecuencias de ese acúmulo excesivo"

El taller “Cómo reducir peso para ganar salud” celebró su primera sesión de manera presencial y online, y está disponible en YouTube para los pacientes. El objetivo es fomentar la pedagogía para "promover la decisiva importancia de la actividad física adaptada para mejorar el pronóstico vital, ayudar a desterrar ideas preconcebidas, mitos e informaciones sesgadas a propósito de la pérdida de peso, y motivar para comenzar cambios saludables respecto a ejercicio y alimentación".

Con el fin de ayudar en ese objetivo, y según explica la jefa del Departamento de Endocrinología y Nutrición, desde el hospital mostoleño "se ofrece un sistema pionero en España para, con ayuda de la tecnología, poder realizar un diagnóstico personalizado de cada persona con obesidad, sus enfermedades asociadas, riesgos vitales, causas desencadenantes y mantenedoras". Así, se consigue llegar a un diagnóstico completo y diseñar y prescribir un tratamiento integral, sostenible y, sobre todo, personalizado, para evitar posibles recaídas de los pacientes.

Pequeños cambios y duraderos

Ana Prieto, nutricionista del Departamento de Endocrinología y Nutrición de la Fundación Jiménez Díaz y del Hospital Universitario General de Villalba señala que la reducción de peso es el primer obstáculo que enfrentan las personas con riesgo cardiovascular cuando deben cambiar su estilo de vida. Los pacientes deben ser conscientes de la importancia de cambiar ciertos hábitos y estar convencidos de ello para lograr un cambio efectivo. La experta destaca que, si se opta por un cambio temporal, "la mejora también será temporal". Por lo tanto, recomienda hacer pequeñas mejoras que puedan mantenerse siempre para ayudar a transformar gradualmente el estilo de vida.

Prieto también defiende que algunos pacientes enfrentan obstáculos como la resistencia a la insulina u otras afecciones que dificultan la pérdida de peso. Por lo tanto, es esencial enfatizar la disminución de grasa y la mejora del bienestar, sin limitarse a la pérdida de peso.

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