Si las propuestas conservadoras son sólo el “a por ellos” que gritaban esperpénticamente algunos, reduciendo la política a un campo de fútbol; si, lo que ellos llaman propuestas son un cúmulo de generalidades e ideas menores, principios generales y valores máximos, las elecciones del 20 de noviembre, entonces, se resentirán sumamente.

El PSOE es una formación determinante en tanto en cuanto gana y pierde elecciones. En este caso, tal como señalan las encuestas, los socialdemócratas perdemos por nuestra cuenta y riesgo. Es como empeñarse en meternos goles en nuestra propia puerta, por eso, lógica pero deslealmente, los conservadores prefieren quedarse quietos.

La cuestión se hace más evidente en los conservadores cuando estos se convierten, eliminando cualquier riesgo, en un catch-all-party, en un partido recogelotodo, en una organización que pretende una mayoría social aún en sectores con intereses contrapuestos: un movimiento nacional que aglutine desde el centro hasta la extrema derecha.

Por eso cuando se les pregunta por sus propuestas contestan hablando del Gobierno, del PSOE o de cualquier cuestión evasiva. Porque mojarse supone asumir el riesgo de la contradicción, aglutinar a unos y ser rechazados por otros. Concretar puede llevar a los sectores más centristas a una repulsión que les alejaría de la mayoría absoluta y, acaso, de la victoria. Mejor entonces, aún pareciendo mudos, permanecer callados.

El riesgo de los conservadores es que los socialdemócratas espabilen y volteen los análisis endoscópicos y, del baúl de la socialdemocracia obtengan las soluciones que sin duda necesita este país. Una crisis provocada por una estafa generada bajo el caldo de cultivo, anarcocapitalista y torpe, que preconizaba esta misma derecha, sólo puede tener una vía de solución: la socialdemócrata.

La Convención de Málaga ha sido un simple y llano mitin. Una especie de catarsis colectiva sin propuestas concretas. Se resiente sobre todo nuestro país, sufre la democracia, se perjudican los electores. O nos tememos lo peor: que hagan lo mismo que hacen donde están gobernando.

Algunos comentan en privado que “se nos cae encima el Gobierno”, y, creen estar preparados para ocupar sin ideas los sillones que gestionan una nación como España, zarandeada por la crisis y la recesión mundial.

Harán lo que hacen. Eso sería lo más lógico, gobernar coherentemente a lo que están haciendo allá donde gestionan el bien público, en las comunidades autónomas y en los ayuntamientos, es decir, recortando en educación, profesores, becas, sanidad; defendiendo el copago, el mercado por encima del interés público o los bienes privados por encima de los colectivos.

Antonio Miguel Carmona es profesor de Economía y secretario de Economía, Comercio y Turismo del PSM-PSOE

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