Un exceso de paradójicos compromisos, o de viejos modos de entender las situaciones, cegaron la esperanza de los ciudadanos necesitados de respirar la transparencia en medio de tanta confusión, o de tanto lenguaje ambiguo u oscurantista. Se arrastran demasiados vicios del pasado. Se disimulan temores con atrincheramientos. Se resisten las estructuras al cambio inexorable, porque quienes estarían en la obligación de hacerlo carecen del valor y liderazgo necesarios; y, de esta guisa, la resultante es únicamente el atolladero. CEOE y los sindicatos, al romper la negociación sobre los convenios han caído ya en ese hondón oscuro del que nunca se sabe cómo salir. Pero, si eso sucede, será porque ni el Gobierno asume su responsabilidad ante la magnitud del problema, ni los agentes sociales parecen decididos a obrar como si fueran conscientes de cuanto sucede en esta crisis. La gravedad del problema financiero, de la mortandad de las empresas (más de 250.000 desaparecidas en los últimos cuatro años), de la destrucción del tejido industrial (probablemente imposible de recuperar en los próximos quince años), del paro ya endémico entre 4 y 5 millones de desempleados, del desaliento de los empresarios de las pymes, del colapso de centenares de miles de autónomos, etc. ¿Caben las reservas y los miedos en semejantes circunstancias? ¿Se dará algún día ese “momento oportuno” que todavía aguarda Juan Rosell, tras la ruptura de cinco meses de negociación con los sindicatos?

Quizá, demasiado ambiciosos
Si algo le sobra a Rosell es inteligencia, prudencia, talante conciliador, cual demuestran sus expresiones de estos días: “Quizá hemos sido demasiado ambiciosos”, en referencia a la posición última de CEOE. Los sindicatos saben sobradamente que de Rosell no cabe esperar gestos terminantes o desabridos. El suyo es un talante diplomático, y nunca una navaja de afeitar; es demasiado intelectual y reposado como para adoptar actitudes histriónicas que puedan aquejar el proceso de negociación, o herir la sensibilidad de sus interlocutores. Resulta tan pactista, tan razonador, que Toxo y Cándido Méndez han tratado de respetar su posición final con una evidente valoración del contexto en que se produce, también sin ánimo de herir a su interlocutor ajeno a todos los esquemas del empresario radical. CC.OO. y UGT remarcan que CEOE ha tenido que ceder a “presiones medioambientales”. Es decir, a sus bases.

No te fíes de nadie
El Cardenal Mazarino en su Breviario, bajo el epígrafe de No te fíes de nadie advierte: “Piensa que los demás siempre están esperando tu primer fallo para poder acusarte. Si te atacan o te insultan, ten presente que lo que están poniendo a prueba es tu virtud”. A la luz de tales avisos, obviamente de todo cuanto se viene diciendo en la prensa más canalla, pudiera colegirse un interés de desestabilización del liderazgo incipiente que rompe los moldes de usos anteriores. En determinados medios la novedad crea dudas y temores. El concepto racionalista de su liderazgo social persigue más la convicción que la imposición. Y aquellos que temen ser “impuestos” o se aferran a la metodología del liderazgo imperativo, a menudo se pierden, o se confunden, con el liderazgo de la razón, sin apercibirse de que en momentos de confusión, como los que vivimos, es por la vía de la prudencia y de la persuasión por la que se maximizan los resultados. Dicho lo cual, en el uso de la confianza de los interlocutores, la prudencia excesiva acaba por abortar soluciones buenas, y con el tiempo mejorables (“En esta negociación -ha subrayado J. Rosell- los sindicatos han sido prudentes, pero esperamos que en las próximas también sean valientes”), que abran una vía a futuros compromisos de mayor envergadura. El problema radica en la conjugación de la “mesura” y del “tiempo” ¿Hay tiempo para mesurar la demanda o la expectativa? Esa es una cuestión esencial que habría que responder tal vez en negativo. Otra sería: ¿Cabe perdurar tanto tiempo en posiciones conservadoras, o habría que flexibilizar los procesos sin esperar otras oportunidades? Los sindicatos hoy se aferran a la primera parte de la interrogación, en tanto que algunos sectores empresariales se impacientan ante el olor del incendio y quisieran, tal vez, dinamizar en profundidad y en intensidad la via de las reformas.

Ante la amenaza de lo que adviene
Probablemente los sindicatos se equivocan no ahondando en las razonadas propuestas negociadoras de su interlocutor Rosell, pues “tempus fugit”, y pueden desperdiciar la oportunidad del entendimiento en tiempo y persona, ante la amenaza de lo que adviene tras el desastre griego y portugués. Mejor interprete que Rosell ante la potencial amenaza “del ajuste económico” y “la reforma laboral en Portugal”, según las instrucciones de la UE, no va a ser fácil encontrarlo. Cuanto la UE establece para nuestros vecinos es un anticipo inexorable de lo que pudiere suceder en España, si las cosas siguen empeorando y las partes negociadoras se aferran a privilegios del pasado. El escenario es dramáticamente otro, y la virtualidad no parece cotizable cuando el problema es ahora la sostenibilidad de nuestra economía y del Estado de Bienestar, como anunció, diez años atrás, en sus libros Ulrich Beck, un teórico izquierdista.

Error de anacronía
Por otra parte, cabe idéntico error de anacronía en la perspectiva en aquellos sectores empresariales que fían su futuro al principio de imponibilidad de la UE sobre una España más o menos intervenida, a la que se aplicarían medidas portuguesas o griegas. Aún más, abusar del cálculo hipotético de que con una rotunda victoria del PP en las generales resultaría más fácil acometer grandes reformas estructurales en el mercado laboral, que los sindicatos hoy rechazan, ignorar la pusilánime condición de los gobiernos del PP en su confrontación con los sindicatos. La experiencia pasada es evidente: Aznar acobardado tras un señuelo de huelga general (fracasada) y destituyendo a Aparicio, hombre entendido y avezado, en el Ministerio de Trabajo, da paso a la política y graciosamente acomodaticia de Zaplana ¿Habrá, acaso, mañana un liderazgo más fuerte en el gobierno del PP que el de Aznar en su día?

"La ignorancia es atrevida"
Tiempo e intensidad en las reformas son, a la postre, las categorías a considerar tras el fracaso negociador de los agentes sociales. Otras motivaciones espúreas, como poner piedras en el camino de Juan Rosell o tratar de discutir su liderazgo por razones de origen geográfico o de talante sería motivo de preocupación por la insensatez que supondría. Claro está que los ególatras nunca se resignan a la postergación, y, al decir de los clásicos “la ignorancia es atrevida”. Vivimos tiempos, desgraciadamente, de ignorantes; y no por mucho madrugar se llega antes a la meta.

Manuel Milián Mestre es periodista, ex diputado del PP por Barcelona y consultor de empresas