Bendecido por el dedo de José María Aznar, y ahora incomodado por las declaraciones del mismo que le elevó a los altares de la sucesión digital. Mariano no quiere comentar nada de lo que diga su mentor. Contra el análisis general, Aznar no pone en ningún aprieto a Rajoy. Moviliza un electorado que todavía no ha dado su beneplácito al sucesor, tras ocho años en la oposición. Sabe que le miran como a un mal menor de la derecha nacional. Es lo que hay, porque en su momento Francisco Camps le tiró un capote cuando más lo necesitaba. Se lo está cobrando el tío Paco, y de qué manera. Rajoy paga con su silencio.

Es la moneda de cambio habitual en un partido acostumbrado a la obediencia como nexo de unión política. Si Mariano llega a presidir el Gobierno de España, lo hará porque ha callado todo lo que ha podido, y sólo ha hablado cuando no ha quedado más remedio. Y poco. Por si acaso. Los hilillos de plastilina fueron la primera lección, y última, que necesitó aprender el líder conservador para saber que por la boca podrían evaporarse todas sus opciones. Primero las sucesorias, y después las presidenciales. Por eso Mariano calla cuando Camps habla sin freno. Incapaz de desautorizarle en público, mejor bajar los ojos. Dejar que fuese candidato fue algo tan doloroso que cualquier cosa que haga tras ese episodio puede ser considerada una anécdota. Aunque hable del abuelo fusilado de José Luis Rodríguez Zapatero en términos del cariño y ternura que, según el trajeado líder conservador valenciano, dejó de transmitirle a su nieto. Normal. Lo mataron bastante antes de poder conocerlo.

No tiene otra opción Mariano que la de mirar para otro lado cada vez que un desatado Aznar sale de nuestras fronteras para poner a parir al Gobierno de todos los españoles. Y sin salir de ellas, por supuesto. Ha descubierto el expresidente el goce tardío con el roce de la gente. Cuando tiene alrededor un número superior a la decena de personas ya se considera en un mitin. Rajoy perdió las elecciones en 2004, pero es Aznar el que sangra por la herida.

Todos los esfuerzos de Mariano por pasar aquella página han surtido el efecto contrario en el líder natural. Desde que Zapatero les privó de humillarle en las urnas, ha sido mucho peor. Pero nada hace salir a Rajoy de su silencio acotado por las líneas del mensaje dibujabas por sus asesores. No sabe nada de Bildu. No oye como los suyos ponen en la picota a los jueces. No hay color, Esperanza. Recorrerá el camino que le queda en silencio, y ganará. El mejor discurso que lo haga otro. El titular para el vanidoso. Los focos para las estrellas del rock. Las preguntas para los que tengan respuestas. Yo seré presidente, en silencio.

Ion Antolín Llorente es periodista y blogger. En Twitter @ionantolin