Hace unos días celebrábamos el nombramiento, por fin, de una mujer como presidenta de sala del Tribunal Supremo. Han tenido que pasar muchos años hasta que en 2020 María Luisa Segoviano acceda a este cargo.

No fue una sorpresa que se tratara de una mujer, porque solo eran mujeres las dos aspirantes al puesto, así que la victoria femenina estaba asegurada. No fue así, sin embargo, en el resto de presidencias en liza en las que, pese a que había muy válidas candidatas, fueron los varones quienes se llevaron el gato al agua. Una vez más.

No quiero pecar de ceniza, pero, al margen de alharacas por el logro, hay que pararse un momento para analizar tal logro, si es que en realidad lo es. Porque, llámenme aguafiestas, pero esto no es la meta, sino solo el primer tramo de la carrera.

La jurisdicción en la que, por fin, hemos metido cabeza, es la jurisdicción social. Puede que sea casualidad, pero hay que recordar que ya en su día fue una de las exceptuadas de la prohibición que rigió hasta finales de 1966 para que las mujeres accedieran a las carreras judicial y fiscal. Así, la ley 56/61, de 22 de julio, hablaba del acceso de la mujer a todas las profesiones con algunas excepciones, entre las que se encontraban las Fuerzas Armadas y la carrera judicial. Pues bien, la excepción de la excepción eran las jurisdicciones de menores y laboral -hoy, social- en las que ya se nos permitía el acceso. Entendía el legislador de entonces que tales materias eran más acordes con la sensibilidad femenina que era, precisamente, la que impedía acceder al resto de órdenes jurisdiccionales.

Hoy leemos estos argumentos y resultan hasta cómicos si no fueran una verdadera tragedia para muchas mujeres, que vieron frustradas sus aspiraciones, y para la propia Justicia, que fue privada de una necesaria pluralidad. Y, tal vez, sea algo más que casualidad que la primera mujer presidenta de Sala lo sea en lo social.

No podemos negar que, aunque nadie ose decirlo expresamente, hay ámbitos en Justicia con una abrumadora mayoría de mujeres. Los estereotipos todavía nos asignan materias como Violencia de Género o Menores y, visto lo que decía la ley de 1961 referida, algo así pasa también con el ámbito laboral. Sin embargo, hay otras jurisdicciones, como la penal, que siguen pensando en género masculino. Solo así se entiende la tardía incorporación de la primera mujer a la sala de lo Penal, Ana María Ferrer, en 2014, donde sigue en franca minoría.

No puedo dejar de celebrar el nombramiento de una mujer como presidenta de sala, pero me niego a convertir el camino en meta. El objetivo es estar tan representadas como estamos en la sociedad. Todo lo demás, son migajas.