A menos ya de un mes del día 22 de mayo, fecha límite para la elección de un nuevo presidente o presidenta de la Generalitat por parte del Parlamento de Cataluña surgido de las elecciones del pasado día 21 de diciembre, la sociedad catalana, y por extensión también la española, sigue instalada entre una cierta perplejidad y una incertidumbre preocupante. A pesar de la existencia de una mayoría parlamentaria absoluta de las tres fuerzas independentistas -que, por otra parte, no se corresponde a una mayoría de votos, puesto que la suma de los sufragios recibidos por JxCat, ERC y CUP fue de solo el 47,5%-, pasan los días, pasan las semanas, pasan incluso los meses y dicha mayoría absoluta no ha sido todavía capaz de proceder a la elección e investidura de quien debería suceder a Carles Puigdemont en la Presidencia de la Generalitat.

Primero en Bruselas, después en visitas más o menos fugaces a otras capitales europeas y ahora en Berlín, tras su breve encarcelamiento por las autoridades alemanas y su actual situación de libertad provisional con medidas cautelares, a la espera de la definitiva resolución por la que la justicia germana dé o no la razón a la euroorden dictada por el Tribunal Supremo para su traslado ante la justicia española, Carles Puigdemont se ha convertido en el gran obstáculo para que, una vez sea finalmente investida quien le suceda en la Presidencia de la Generalitat, se forme un nuevo gobierno autonómico, deje de aplicarse el artículo 155 de la Constitución en Cataluña y las aguas vuelvan a su cauce, esto es a la legalidad propia de un Estado democrático de derecho. Es decir, que Cataluña pueda comenzar el regreso a la normalidad institucional, política, social y económica, el primer paso absolutamente imprescindible para que se inicie la cada vez más necesaria y urgente reconciliación nacional en Cataluña.

Carles Puigdemont sigue encastillado en una resistencia numantina en Berlín. La división entre las dos principales formaciones independentistas, JxCat y ERC, e incluso entre los diputados de JxCat más empecinados en la defensa de Puigdemont y muchos de los que siguen militando todavía en el PdeCat, cada vez es más evidente y notoria. Unos y otros han demostrado hasta ahora su incapacidad para ponerse de acuerdo entre ellos para proponer, de una vez por todas, una candidatura viable para la Presidencia de la Generalitat. Hasta ahora los tres candidatos propuestos -Carles Puigdemont, huido de la justicia española y Jordi Sánchez y Jordi Turull, ambos en prisión provisional- eran y siguen siendo inviables. ¿No existe ninguna persona más, entre las setenta que configuran la actual mayoría absoluta independentista, que pueda concitar los apoyos necesarios para su investidura presidencial y no estar huido ni preso?

El expresidente Puigdemont se ha convertido en otro muro de Berlín. Un muro con el que nadie se atreve a enfrentarse, a intentar franquearlo o saltárselo, a intentar derribarlo, como afortunadamente acabó sucediendo, hace ya cerca de treinta años, con aquel infame muro histórico que durante tanto tiempo dividió a la capital alemana, al conjunto de Alemania y, de algún modo, a toda Europa.