El dopaje vuelve a ensombrecer el Tour de Francia. El cuatro veces ganador de la competición y vigente campeón, Chris Froome, podría no tomar la salida este año, según ha desvelado el diario Le Monde. Su positivo por salbutamol, todavía en investigación y sin sentencia firme, ha motivado que la organización prohíba a su equipo, el Team Sky, la inscripción del corredor británico, decisión que éste apelará, según ha anunciado, el próximo 3 de julio.

Desde que en 1896 Arthur Linton se convirtiera en el primer fallecido por dopaje de la historia, y en 1967 Tom Simpson muriera, por las mismas causas, ante las cámaras de televisión y en pleno Tour, esta controvertida práctica persigue las competiciones deportivas, en especial el ciclismo, y plantea debates sobre su oportunidad.

En 1998 se produjo uno de los casos más graves que se recuerda, cuando se halló Erythropoietin (el famoso EPO, una hormona que estimula la producción de glóbulos rojos, para que la sangre pueda transportar más oxígeno, mejorando la resistencia) en un coche del equipo francés Festina, lo que produjo la descalificación, expulsión y dentención de sus corredores. Se habla de que en los 90 el consumo de drogas estimulantes estaba muy generalizado entre ciertos ambientes deportivos. Marco Pantani estuvo envuelto en polémica en un control antidopaje durante el Giro de Italia de 1999, y murió de sobredosis de cocaína años después. Lance Amstrong, terminaría confesando, hace cinco años en una entrevista con Oprah Winfrey, que se dopó en los siete Tour de Francia que ganó, además de con EPO, con cortisona, testosterona y hormona del crecimiento, y reconoció que no habría ganado los siete Tours sin doparse. "La cultura era la que era”, explicó. “Podía haber cinco ciclistas que no se dopaban. Esos cinco son los héroes".

 

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