Los impuestos están siendo, en los últimos compases de la actualidad, uno de los avisperos que el Partido Popular está agitando con mayor fuerza. Con intenciones de hacerle la guerra al Gobierno de la nación, los barones de la formación neoliberal están aplicando, en las regiones que gobiernan, una política fiscal que difiere enormemente de la impulsada por el Ejecutivo.

Mientras que desde Moncloa se está apostando por una fiscalidad más dura con los estratos más pudientes de la sociedad, desde la Junta de Andalucía y la Comunidad de Madrid, dirigidas por Juan Manuel Moreno Bonilla e Isabel Díaz Ayuso respectivamente, se está decidiendo eliminar o aminorar los impuestos a las élites económicas, repercutiendo en las arcas públicas y, por consiguiente, en los servicios públicos y en la calidad de vida del grueso de la ciudadanía.

Ante esta situación, Cosme Horno Montijano, profesor del instituto Francisco Ayala de Granada, ha querido dedicarle unas breves, pero muy representativas, palabras al ‘popular’ afincado en San Telmo.

 

“Quizá la bajada de impuestos llevada a cabo por Juan Manuel Moreno en Andalucía suponga, como él dice, que nuestra comunidad esté entre las cinco más atractivas a nivel impositivo de España”, comenzaba el profesor Horno su alegato, bajo el título de ‘Cita médica’. “Lo que creo que resultará menos atractivo para quienes deseen traer sus fortunas aquí es saber que si pides una cita médica para acudir a atención primaria te la pueden dar para dentro de un mes”, continúa la carta.

“Te la pueden dar para dentro de un mes, después de haber tenido que solicitarla en el propio centro porque no se puede hacer ya automáticamente mediante los antes eficientes Clic Salud y Salud Responde [aplicaciones telemáticas para tal fin]. Claro que quienes vengan seguramente preferirán la sanidad privada”, zanja, con mucha contundencia, el profesor Horno.

Esta breve misiva pone de manifiesto las consecuencias de mantener una política fiscal laxa con las grandes fortunas. Es cierto que, por un lado, puede pensarse que reducir la presión a las altas economías puede generar prosperidad al incentivar el gasto pero, a su vez, la primera y principal consecuencia de dichas reducciones es el deterioro de los servicios públicos, que casi toda la ciudadanía utiliza, a los que todo el mundo tiene derecho a acceder y cuya destrucción sufren muchas más personas, cuantitativamente, de las que se benefician de unos impuestos reducidos a las grandes economías.